Film Review: The Power of the Dog — el regreso a la pantalla grande de Jane Campion

Por: Kathia Villagrán | @KathiaVC

Montana, 1925. Phil Burbank (Benedict Cumberbatch) es un ranchero muy arraigado a la imposiciones sociales del género de aquella época, es severo, demandante, no tiene tapujos y puede castrar a un toro con solo dos cortes. Es admirado por el resto de vaqueros que trabajan para él, y su hermano, George (Jesse Plemons), tiene una vida entera de ser su sombra. George, si bien creció dentro del mismo ambiente, es opuesto a su hermano y la desesperación por salir del ciclo vicioso de perro faldero es palpable. George quiere hacer las cosas por sí mismo, él tiene sus propias aficiones y aspiraciones.

Durante un viaje de trabajo, Phil, George y el resto de jinetes se detienen a comer en el restaurante Red Mill, atendido por su dueña, la viuda Rose Gordon (Kirsten Dunst), y su hijo, Peter (Kodi Smit-McPhee). Peter es un adolescente poco usual para la época; es delicado y cuida mucho los detalles en su trabajo y en sus pasatiempos. Phil lo nota y no se contiene las burlas frente al joven, sus palabras hacen llorar tanto a la madre como al hijo. George es el único de la mesa que no ríe de los chistes de su hermano, al terminar la velada se queda para consolar a Rose. No mucho tiempo pasa después de este primer encuentro para que George decida llevar a Rose al rancho como la señora Burbank. 

Still de The Power of the Dog, dir. Jane Campion

Phil, acostumbrado a que su hermano menor siempre haga lo que él le diga, se propone a sí mismo atormentar a Rose y hacer su vida miserable. Un Peter asustado llega de visita al rancho para pasar sus vacaciones, pero al transcurrir el verano, Phil se acercará a él de una forma inusual, asustando a Rose —alertando al espectador—y haciéndola caer en una espiral de alcoholismo mientras George intenta funcionar inútilmente como el mediador entre su hermano y su esposa. Sin embargo, el giro de la historia vendrá por donde menos se espere. 

La directora neozelandesa Jane Campion es sin duda un referente histórico dentro del cine: fue la primera directora mujer en ganar la Palma de Oro en Cannes (gracias a The Piano, 1993) y es una de las únicas siete mujeres nominadas a Mejor Dirección en casi un siglo de los Oscars. Sus galardones no son inmerecidos, Campion se demuestra una y otra vez lo fenomenal cineasta que es y The Power of the Dog —su regreso al cine como directora desde Bright Star, 2009— no es la excepción. Solo una persona con su talento podría crear de una historia agobiante y tormentosa, algo tan hermoso y sensual a la vez. Es claustrofóbica sin tratarse de una película de terror y es erótica sin ser sexualmente explícita. 

The Power of the Dog está basada en la novela homónima escrita por el autor estadounidense, Thomas Savage. Mientras la leía, Campion se sintió completamente atraída hacia la historia y supo que debía de hacer su adaptación. Si bien, no haber crecido en Estados Unidos y no conocer de cerca las historias y los aspectos culturales del Oeste del país, viajó a Montana y convivió con los locales para entender el contexto en el que se desarrollarían sus futuros personajes. De hecho, podemos ver en su filme a algunos de los vaqueros que conoció durante este tiempo. 

Still de The Power of the Dog, dir. Jane Campion

El reparto es uno de los más sólidos de este año. Campion supo cómo trabajar y exprimir el talento de cada uno de ellos. De Cumberbatch necesitaba sacar lo peor y lo más sensible de él, durante sus escenas más vulnerables pedía que estuvieran la menor cantidad posible de personas en el set; el resultado es —en mi opinión— la mejor actuación por su parte hasta ahora. Plemons le da a George una capa adicional, una gran visibilidad a un personaje que a todas luces no debía ser el centro de atención. Dunst es una maravilla, no es primera vez que trae a la pantalla un personaje complejo como lo es Rose, es dulce pero también es una mujer que sufre las consecuencias de su género y los infortunios de la maternidad; su actuación es desgarradora. El hecho de que Plemons y Dunst sean pareja en la vida real resulta conveniente en las escenas íntimas entre los dos, la conexión e instinto protector que hay entre ambos se sienten genuinos.

Still de The Power of the Dog, dir. Jane Campion

Por último, Smit-McPhee es la gran sorpresa del filme. No solo porque comienza por ser un personaje secundario y termina por convertirse en una parte relevante de la historia, sino porque la ambigüedad que maneja en Peter hace que el espectador se confunda sobre sus intenciones y su debilidad. Sus interacciones con Phil son las más escalofriantes de toda película.

El drama de The Power of the Dog es complejo. Seguramente no será una historia digerible para todas las personas que lleguen a él, ya sea por casualidad o porque son fans de alguno de los involucrados en ella. Su forma de abordar la masculinidad tóxica y la sexualidad me recordaron a filmes también dirigidos por mujeres como The Rider (Chloé Zhao, 2017), Beach Rats (Eliza Hittman, 2017) y Beau Travail (Claire Denis, 1999). Todos estos títulos le dan una perspectiva humana y objetiva a los horrores de la socialización masculina y la homofobia que desde siempre han ocurrido. Estas directoras saben cómo hacer algo hermoso, crudo y sensual de esto, sin ser apologistas y sin dejar de ser críticas al respecto. 

Sin duda alguna estamos ante una de las mejores películas del año, espero que Jane Campion y su equipo estén presentes en las nominaciones de la actual temporada de premiaciones. Fácilmente puede estar dentro de las categorías de Mejor Dirección, Mejor Guión Adaptado, Mejores Actuaciones, Mejor Diseño de Producción, Mejor Diseño de Vestuario, Mejor Banda Sonora y Mejor Edición; sería una blasfemia reconocerles menos de eso. El filme estrenó en La Biennale (donde ganó el León de Plata en dirección) y después de su recorrido por varios festivales de cine internacionales, llegó a nosotros gracias a Netflix, donde ya la pueden ver. 


Kathia Villagrán
Mercadóloga por profesión, cinéfila por pasión. Consumo mucho cine, literatura y series a niveles casi antisociales. Hufflepuff.

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