Por: Kathia Villagrán | @KathiaVC
Advertencia: el siguiente contenido puede ser material sensible para las víctimas de abuso sexual y violencia doméstica. Se sugiere discreción.
En 2016, durante una entrevista para un perfil de Rolling Stone, Evan Rachel Wood dijo que había sido violada por una pareja mientras estaban juntos y en una segunda ocasión por el dueño de un bar. Esto claramente encendió los medios, siendo Wood una persona pública, el acceso a gran parte de su vida sentimental y privada es fácil. De aquí despegaron las teorías sobre el supuesto perpetrador y quién podría ser la ex-pareja en caso de resultar verdad. Cabe resaltar el panorama de aquel entonces: cuando el perfil fue publicado, Donald Trump tenía apenas unos días de haber ganado las elecciones. Durante su campaña política surgieron denuncias y pruebas sobre el comportamiento e ideologías erráticas que mantenía el ex-mandatario y algunos de sus compinches en contra de las mujeres, y fue también un año antes de que el movimiento #MeToo se viralizara.
A principios de 2018 la actriz testificó frente a uno de los Subcomités Judiciales de la Cámara de Estados Unidos su experiencia en apoyo a la Ley de Derechos de los Sobrevivientes del Abuso Sexual para que fuera legislada de forma estatal. Esta fue la segunda ocasión en que Wood hacía público el incidente y claro está que su caso llegaba a más y más personas; algunos la acusaba de aprovechar la fama que le traía, especialmente porque la era #MeToo tenía unos meses de haber llegado y prometía quedarse.
Durante abril de 2019, Wood testificó frente al Senado de California en apoyo a la propuesta de ley de la organización Phoenix Act (que ella creó y diseñó al lado de más sobrevivientes y activistas); una ley que proponía extender el tiempo en que una víctima de abuso doméstico podía hacer la denuncia en contra de su victimario. En esta ocasión la actriz compartió muchos más detalles de los que había compartido en ocasiones anteriores. Declaró haber sufrido de abuso físico, sexual y psicológico, además de ataques antisemitas (la madre de Wood es judía), y producto de esto había sido diagnosticada con estrés post-traumático. Seguía sin dar nombres, pero con los detalles que brindó ahora era más que evidente a quién se refería.
Lo anterior ocasionó ataques por parte de los fans del supuesto acusado, pero también muchas mujeres que decían ser víctimas de él la contactaron y sus experiencias resultaban siendo similares a las que la misma Wood había vivido dentro de la relación.

Phoenix Rising es un documental dividido en dos partes en el que Evan Rachel Wood dice por fin el nombre de su victimario: Brian Hugh Warner, o mejor conocido como Marilyn Manson. Phoenix Rising es dirigida por Amy J. Berg y en él lleva a cabo un retrato íntimo sobre la actriz que muchos vimos crecer. No es un secreto que mientras Wood y Warner llevaban una relación, resultaban ser una pareja bastante peculiar. Con una diferencia de edad de casi dos décadas y con una relación que inició cuando ella apenas tenía 18, le daban a Wood cierto estatus de chica rebelde que por aquella época menos deconstruida no alarmaba tanto al público. Como se expone en el filme, Wood producto de un hogar lastimado y envuelta en una industria sonsacadora, era un objetivo vulnerable para cualquier depredador.
En Phoenix Rising, Evan Rachel Wood recopila su propia evidencia y la del resto de víctimas anónimas que pueden ayudar en el caso contra Warner. Desde fotografías, hasta diarios donde narra con emoción que “hizo un amigo” en el infame Chateau Marmont; Wood y Berg convierten en documental en una clase magistral para aprender a detectar las señales de advertencia que nos gritan alejarnos lo más rápido de una relación posiblemente violenta. Utilizando su propia experiencia Wood expone temas como el Grooming, el bombardeo amoroso y la manipulación. “Al inicio aprende a conocerte lo suficiente para saber por dónde atacarte en el futuro”, dice Wood.
También se apoyan de extractos de la misma memoria de Warner “La Larga Huída del Infierno” y montajes del cantante que pueden servir como un análisis hacia su persona, qué tanto es él mismo y qué tanto es su personaje. Aún y con todo el material del propio Manson recolectado que la directora y actriz utilizan para reforzar su punto, lo más escandaloso es la denuncia que se hace por primera vez: Wood declara haber sido drogada y penetrada frente a las cámaras (a pesar de que no era eso lo que se había acordado previamente por los dos artistas) durante el rodaje de Heart-Shaped Glasses (2007). Canción que aparte de ser inspirada en los anteojos en forma de corazón de la portada de Lolita (dir. Stanley Kubrick, 1962), su coro dice “don’t break my heart and I won’t break your heart-shaped glasses, little girl” (“no me rompas el corazón y así no romperé tus lentes en forma de corazón, pequeña niña”).
Tengo que dejar claro que si utilizo expresiones como “supuesto” y “acusado”, no quiere decir que le doy el beneficio a la duda aún. Pero por motivos legales me veo en la necesidad de expresarme así aunque crea urgente una investigación al cantante y todo su equipo. A pesar de que un día después de su estreno al mundo los abogados de Warner publicaron una declaración negándolo todo. Aunque no era necesario, Wood suena convincente y más que exponer su caso, el documental parece estar más enfocado a ayudar a mujeres que necesitan salir de una relación violenta o pueden prevenir estar en una. Cosa que le otorga un valor adicional al de documentales similares que se han estrenado recientemente, como Leaving Neverland (dir. Dan Reed, 2019) y Allen v. Farrow (Kirby Dick y Amy Ziering, 2021), sin demeritar a las víctimas.
En Sundance estrenó la primera parte de Phoenix Act y próximamente estrenará completo en HBO, aún no se confirma si eso incluye Latinoamérica. Es un arranque inquietante pero sólido, me intriga saber qué ocurrirá en lo que sigue.

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