Por: Mónica Oliva| @justlikemoni
Existen muchas historias románticas sobre chicas no populares o con un canon de belleza que no va con lo que la sociedad dicta, que se enamoran del chico popular, desde las de plebeyas y príncipes. De inicio, parece que Normal People, la miniserie producida por la BBC Three y Hulu, ofrece lo mismo, pero por muchas razones deja a un lado la superficialidad del cuento de hadas y se convierte en una narrativa real.

Normal People está basada en la novela del mismo nombre de la joven escritora irlandesa Sally Rooney y nos presenta la historia de Marianne, una chica que a falta de tener atractivo, trata de compensarlo encarnando a la insufrible sabelotodo. Por su parte, Connell el atleta estrella, un buen chico que en una película gringa sería el presidente de la clase. Los dos personifican muy bien los arquetipos que todas hemos conocido gracias a innumerables películas y novelas adolescentes.

Hasta ahí la historia es muy similar a otras. No sorprende que entre Marianne y Connell surja algo. En «The Breakfast Club» (John Hughes, 1985), el atleta y la caso perdido también terminan juntos. Sin embargo, la serie de 10 episodios, adaptada por Rooney, no sólo actualiza la historia, sino que explora la naturaleza y la evolución de los personajes por separado y la relación entre ellos.

Se nos presenta a los protagonistas durante la preparatoria y los seguimos a lo largo de la universidad, así que somos testigos de las experiencias que los configuran y modelan como jóvenes adultos. El señor agradable y la rara de la preparatoria resultan esconder vulnerabilidad detrás del qué dirán, lo que es clave para el inició de un vínculo emocional entre ellos, suficiente para eclipsar sus diferencias. Desde sus versiones adolescentes observamos los juegos de poder que se desenvuelven durante la evolución de su relación.

Como en la vida, el sexo es un factor crucial no sólo de la conexión entre los protagonistas y sino también parte importante de la serie. La tensión sexual entre los dos es evidente desde el minuto uno y no pasa mucho tiempo para que ocurra la primer escena explícita. Aunque se le dedica bastante tiempo a las escenas sexuales, cada una sirve para mostrar la confianza, el cuidado y la amistad que existe entre dos personas que comparten su desnudez, las caricias y el placer.

El contenido sexual de la serie no tiene el único propósito de calentar al público, sirve para ilustrar la complicidad e intimidad que puede o no existir durante el acto sexual. Es decir, lo que vemos en pantalla muestra cómo nos comunicamos con el cuerpo. Se nota un trabajo profundo en la dirección y actuación por parte de todos los involucrados: los directores Lenny Abrahamson y Hettie Macdonald, la coordinadora de intimidad, Ita O’Brien y de los actores Daisy Edgar-Jones y Paul Mescal.
La serie es un ejemplo sobre la comunicación humana en varios niveles. Vemos los aciertos y las fallas comunicativas que provocan los buenos momentos y también los desencuentros en la vida. Esto es posible gracias al excelente trabajo que se hizo al conjuntar literatura, fotografía, sonido y actuación para lograr proyectar sensaciones y sentimientos, como la ansiedad, la pérdida, el autodesprecio y el deseo.

La serie no está exenta de dejar insatisfacción en las lectoras, como en toda adaptación literaria. Puede ser que se quede corta en elementos narrativos y descriptivos ahí donde la literatura hizo su trabajo, o que se hayan modificado elementos con el mero propósito de hacerla más consumible. Me parece que la serie es bastante hábil para dejar cosas en el aire que no necesariamente tienen que explicarse y hace un buen uso de los recursos del lenguaje visual para describir personajes y narrar eventos, hasta donde tiene que hacerlo.
En resumen, la serie irlandesa se hizo de una forma tan cuidada y esmerada para condensar la contemporaneidad y vitalidad de una historia que en otros casos se ha contado de forma frívola.
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