Por: Cecilia Nofre | @cecilianofre
En 2019, Jon Mikel Caballero estrenó su primer largometraje: El increíble finde menguante, una película española independiente cuyo título hace referencia al clásico de 1957 El increíble hombre menguante. La historia trata de Alba (Iria del Río), una treintañera despistada y deshinibida que se va un fin de semana con cuatro amigos y su novio a una casa rural, situada en un bosque donde veraneaba de pequeña. El tiempo avanza con sus traspiés y sus fricciones hasta que después de varios sucesos extraños se da cuenta que está atrapada en un bucle temporal, obligada a revivir ese fin de semana una y otra vez.
Los días, los fines de semana y los bucles temporales van pasando uno tras otro y el comportamiento de Alba va evolucionando ante la impotencia de no poder hacer nada por cambiar lo que está viviendo. Primero se desmoraliza y después se resigna e intenta disfrutar, pero cuando se da cuenta que cada bucle es una hora más corto que el anterior se ve forzada a tomar una actitud activa. ¿Qué pasará cuando ya no quede tiempo? El final se avecina terrorífico, como una muerte precipitada y obligada, y es necesario encontrar una solución.
La cuenta atrás se plasma en el mismo formato de la película, porque la pantalla se va estrechando cada vez más. Esta decisión estética definitivamente cumple su función: mantener en tensión al espectador, hacer que se preocupe y se ponga nervioso por un reloj de arena que avanza y va llenando la pantalla en forma de espacio negro sin que se haya llegado resuelto todavía el conflicto.
Lo más interesante de los bucles temporales de esta historia es que van revelando las verdaderas intenciones de los compañeros de Alba. Interpretados por Adam Quintero (Pablo) Nadia de Santiago (Sira), Irene Ruíz (Claudia), Adrián Expósito (Mancha) y Jimmy Castro (Mark), junto a Luis Tosar poniendo la voz por teléfono del padre de Alba, todos los personajes tienen secretos que salen a la luz en uno de esos bucles. Al volver a empezar no recuerdan haberlos desvelado, pero no saben que Alba los mira con otros ojos, sabiendo qué esconden detrás de sus palabras y comportamientos.
Estas revelaciones suceden sin más importancia, aunque es crucial para el argumento la actitud que adopta Alba con su novio al saber que quiere cortar con ella. Después de un tiempo se da cuenta que puede que su situación mejore si se esfuerza por tratar con atención a sus seres queridos, y eso pasa por intentar de todos modos salvar su relación sentimental, corrigiendo en cada bucle los errores del anterior.
El hecho que sea ella sola la que haga todo lo posible para complacer a su pareja es más bien una decisión narrativa poco acertada. En su transcurso, la película falla en mostrar las virtudes del novio, así como en justificar los motivos por los cuales tiene tanta impaciencia por separarse, y esto hace que Pablo se acabe viendo como un personaje que nunca está satisfecho con lo que le ofrece Alba y que demuestra su falsedad actuando de forma afectuosa cuando en realidad quiere alejarse. Es por eso que el final deja un sabor agridulce, pensando en lo que podría haber sucedido si no se hubiera apostado por la típica historia romántica con final feliz.
El increíble finde menguante trata sobre apreciar lo que tenemos, de crisis existenciales, de tomar decisiones, de recordar quienes éramos para saber quiénes queremos ser y de cómo todo lo que hacemos afecta poco o mucho a nuestro alrededor y por lo tanto a nuestro futuro. Lo mejor de la película: la manera en que hace entretenida la repetición, con pequeñas variaciones e improvisación de los actores y un montaje dinámico.
Se hace del poco presupuesto una virtud para crear una historia de ciencia ficción que te engancha a la pantalla, y la destacable interpretación de Iria del Río en su primer papel protagonista, junto el apoyo del resto de reparto en sus papeles secundarios, cumple el objetivo de hacer un retrato generacional de los llamados millennials o “generación perdida”. Todo en conjunto construye una pieza audiovisual inmersiva que se explaya en el proceso para dejar la resolución en segundo plano, una historia llena de tensión que nos demuestra una vez más que lo importante es el camino.
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