Por: Itzel Amieva |@itzalafur
Air (2023) es una película – que bien entra dentro del género de drama deportivo – dirigida por Ben Affleck y escrita por Affleck, Matt Damon y John J. Lee Hancock. La película sigue al ‘out-of-the-box’ y proactivo Sonny Vaccaro (Matt Damon), un ejecutivo de Nike decidido a firmar un contrato de zapatos con Michael Jordan, quien, en ese momento, no era más que un prometedor novato para la NBA.

A primera vista, Air sería la película imprescindible de principios de año para cualquier persona enamorada del cine de deporte o bien de Michael Jordan. Air se desarrolla en los años 80 y cuenta una historia que no sólo es fácil de digerir, sino que con tranquilidad retrata una década optimista en la que «todo» parecía posible. En este sentido, Air resulta agradable y estimulante, con una meticulosa ejecución de encuadres y sets que representan la euforia que conlleva la sensación de posibilidad de la década, junto a una cuidada descripción de la moda, música y cultura de entonces.

No obstante, a pesar del nostálgico viaje en el tiempo y del bien logrado homenaje tanto a Jordan como al ambicioso equipo detrás de los icónicas tenis Air Jordan, la película – casi sin darse cuenta o es me encantaría creer – transmite, con cada minuto que pasa, un sutil mensaje que resulta un poco incómodo: ¿es la comodificación humana algo de lo que debamos enorgullecernos tan abiertamente?

Por clara dirección creativa, Jordan nunca sale por completo en el filme, pero, a pesar de lo esquivo que resulta su personaje a lo largo de la película y de que gran parte de la historia gira en torno a hombres de mediana edad claramente obsesionados con su carrera, hay un momento, hacia la mitad de su duración, en el que de repente queda bastante claro que Jordan era demasiado mágico y, por ello, cambió la relación entre corporaciones y los atletas profesionales para siempre.

Por supuesto, la película es un homenaje innegable a Jordan en medio de una época de los 80 también igual de deslumbrante, pero la grandeza de aquel hombre le llevó a convertirse en un producto al cual Nike termina por sacarle – incluso ahora – un enorme provecho.

La comodificación del ser humano es un tema especialmente relevante hoy en día, puesto que influir y llamar la atención se han convertido en carreras lucrativas y muy perseguidas. Por ello resulta fascinante ver cómo una película que rinde homenaje a uno de los mejores atletas de todos los tiempos acaba de alguna manera celebrando el éxito comercial de una corporación, en lugar de profundizar en las complejas vidas de los deportistas más allá de su valor de mercado.

Air reconoce la excepcionalidad de Jordan a la vez que plantea una cuestión radical: ¿son los atletas simples mercancías que se compran y se venden? Y aquí es donde las cosas potencialmente pudieran haberse vuelto extremadamente interesantes, pero no llega a autoanalizarse lo suficiente. Air muestra cómo la comodificación de Jordan significó un éxito empresarial masivo y, con ello, por desgracia, se entrega a lo que podría describirse como una historia de amor capitalista autocompasiva, mostrando cómo una corporación puede beneficiarse de la grandeza potencial de un ser humano excepcional.

Itzel Amieva
Maestra en Filosofía y Economía por la Universidad de Bayreuth, Alemania. Es una cinéfila apasionada con un interés particular en todo lo relacionado con tecnología y la arquitectura de decisiones.
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