Por: Pamela Muñoz
Desde que vi Huesera (película de Michelle Garza Cervera) no puedo dejar de pensar en las reglas sociales que por ser mujeres se nos imponen: ser madre no es un parámetro para poder vivir nuestra feminidad, ni mucho menos para gozarla. Huesera me llevo a explorar lo más recóndito de la maternidad no deseada; la religión, los tabúes, la familia, la cultura, la sociedad, y muchos aspectos más que nos llevan a ser la mujer que no deseamos. El deber ser sobre el ser. Explorar nuestra naturaleza no tiene que ver con una fertilidad literal, tenemos un cuerpo que nos hace ser mujeres, más no precisamente madres, hay posibilidades infinitas de maternar y no precisamente es teniendo hijes.

El espectacular terror de Huesera (que debo confesar, hace mucho no veía en el cine mexicano) viene precisamente de interrogar la maternidad como una forma normativa de vida. Ave Barrera en el bellísimo libro Mucha Madre se cuestiona: ¿Puede una mujer realmente decidir no ser madre? me atrevería a responder: sí, pero depende del contexto en que se encuentre. Otro punto a explorar de la película, ¿Qué tanto las decisiones de Valeria (protagonista de la historia) parten realmente de una consciencia y autonomía psicológica? Valeria como muchas mujeres, está hundida en sus propios pensamientos que carcomen sus más profundos deseos; la amenaza de un castigo social por no tener la facultad de maternar, la lleva por un camino de introspección tortuoso.
En comunidad, con las geniales Sabinas, es como Valeria se cura; otro tema maravilloso de la película: las brujas tradicionales, ante todo, ante ese determinismo biológico, y ante esa religiosidad impalpable que ha alimentado a las almas más libres. Valeria huye de una comunidad de mujeres (su misma familia) que la violenta por no ser igual a ellas: dinámicas de oprimidas generadoras de violencia hacia otros cuerpos que no ostentan el mismo lugar en la cadena colonial, diría Gabriela Jauregui en el mismo libro Mucha Madre. Salvarnos entre mujeres a causa de otras mujeres es algo real, el terror que engendra la doble moral del feminismo me causa también la ansiedad de tronarme los huesos.

Huesera es danza y arañas, esa misma araña de Louis Bourgeois: telarañas que pueden ser casa y cárcel, al igual que la maternidad. Dice Silvia Federeci que la maternidad es un tema del feminismo porque es el sistema a partir del cual se establece como se disponen los tiempos, y no puedo estar más de acuerdo; aunque también como escribe Ave Barrera, ser o no ser madre es una cuestión de privilegio, al igual que estar acompañada de esas mujeres, un dato que por más real que sea, no debería ser. La elección de ser madre o no, no debería ser un privilegio, y precisamente esa es la lucha.
Definitivamente la ópera prima de la directora Michelle Garza es un buen elemento de esperanza para recuperar el genero de terror como un conducto de nuevas propuestas estéticas y narrativas, el terror siendo un genero difícil, bien puede también llevarnos por profundos momentos de introspección. El terror psicológico que a las mujeres se nos ha incrustado por el deber ser madres, antes que desearlo, es un tema que Hueseraexplora muy bien mediante sus recursos visuales y sonoros.

Si algunas tenemos el privilegio de elegir ser madres o no, no nos corresponde juzgar a otras mujeres por su libre o no elección. Informar sobre educación sexual y despojar los tabúes que inundan la maternidad como única forma de vivir nuestra sexualidad/feminidad podrían ser los primeros pasos para generar un dialogo inclusivo. Me gustaría acabar con una frase de Jauregui a la cual me uno:
Hablo de las maternidades en diversas cuerpas en las que maternar también es resistencia, es ternura, y aprendizaje, es conexión, y también es tejer redes de solidaridad entre muchas mujeres, mujeres de generaciones diferentes, mujeres distintas de mundos diversos que de otra forma quizás. No tendrían un vinculo en común.

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