Por: Lily Droeven | @lilydroeven
Diana Bracho es un referente en la historia de la industria cinematográfica mexicana como actriz, guionista y en este año como escritora. Desde el principio su pasión por el séptimo arte la ha llevado a ser merecedora de múltiples premios y reconocimientos tanto dentro como fuera del país al interpretar a diversos personajes complejos de una manera memorable que van desde jóvenes cautivas hasta mujeres de clase alta que destruyen el núcleo familiar mientras se cuestiona la moral de la historia, así como de sus personajes femeninos, sirviendo de inspiración a nuevas generaciones de actrices.
En octubre pasado durante la entrega de los Premios Ariel, Diana fue galardonada con el Ariel de Oro, reconocimiento a sus 50 años de trayectoria que se divide entre el cine, teatro, radio y los melodramas de televisión. Su carrera inició en pequeños papeles como actriz infantil a fines de los años 40 y 50 en películas dirigidas por su padre Julio Bracho. En su juventud estudió Filosofía y Literatura porque quería ser escritora. La idea de ser actriz surgió como comentario de uno de sus amigos, pero su padre le dijo que no tenía la personalidad para trabajar en el cine. En vez de desanimarse Diana decide entrar a clases de actuación como una prueba y terminó por sentirse atraída.1
Este texto hace un breve recorrido en dos películas que marcaron un antes y un después en el inicio de su larga trayectoria.
Debutó en El Castillo de la Pureza (1972) de Arturo Ripstein. En este drama inspirado en un hecho real sucedido en los años 50s en la Ciudad de México, Diana interpretó a Utopía, la hija mayor de Gabriel (Claudio Brook), un fiel creyente en la pureza del cuerpo y del espíritu, que la privaba de su libertad junto a su madre Beatriz (Rita Macedo) y a sus hermanos Porvenir (Arturo Beristaín) y Voluntad (Gladys Bermejo) durante casi dos décadas para protegerlos, según él, de la naturaleza malvada del ser humano e imponiendo un falso ideal que todos debían seguir sin importar las consecuencias turbias que pudieran repercutir entre ellos. Su prohibición iba demasiado lejos que tampoco permitía que miraran por las ventanas. Gabriel era el único que podía salir a la calle para salir a trabajar y de paso verse con otras mujeres, contrariando sus propias normas morales.

En un momento de la historia Utopía empieza a cuestionarse sobre su propio cuerpo, iniciando su despertar sexual femenino al punto de satisfacer sus necesidades sexuales y afectivas en una relación incestuosa con su hermano siendo descubiertos y reprendidos por su padre, quien la violenta junto a Beatriz porque para la naturaleza misógina de Gabriel las mujeres eran monstruos que tentaban a los hombres. Todos los eventos traumáticos que vive Utopía la llevan a romper las normas impuestas por su padre y buscar una liberación.
En Las Poquianchis (1976) de Felipe Cazals, largometraje basado en un hecho real ocurrido entre 1948 y parte de los años 1960s en Guanajuato, sigue y refleja el sufrimiento de Adelina (interpretada por Diana) y María Rosa (Tina Romero), dos hermanas campesinas que son entregadas por su padre a una mujer llamada Delfa y a uno de sus cómplices, quienes bajo engaños les prometen una mejor vida a las hermanas lejos del campo trabajando como empleadas domésticas en casas de familias adineradas pero terminaban siendo parte de una red de prostitución manejadas por Delfa, sus dos hermanas Chuy y Eva junto a varios cómplices masculinos, teniendo bajo su poder a otras adolescentes precarizadas trabajando en sus burdeles donde eran encerrad9as, golpeadas, padeciendo desnutrición y los hombres ejercían agresión y violencia sexual en ellas. El desarrollo de la historia desencadenaba un destino sin escapatoria para Adelina y Rosa, convirtiéndolas en monstruos femeninos al replicar el abuso de poder y violencia hacia otras adolescentes.

Esta historia hace sentir escalofríos e incomodidad al espectador no solo por los sucesos ocurridos, sino porque las autoridades de la región se encargaban de participar y proteger tanto a las mujeres como a sus cómplices, dejando a un lado a las víctimas, revelando que el panorama siempre será desesperanzador, situación que lamentablemente sigue vigente hoy en día y que parece no tener fin.
Ambas películas enfatizan la moral corrupta dentro del ambiente familiar y social dejando ver de una manera muy realista y cruda dos formas distintas de cautiverio bajo una atmósfera claustrofóbica las vivencias de los horrores femeninos que revelarán los distintos caminos que al final toman los personajes de Diana.
El Castillo de la Pureza se encuentra disponible en Mubi y Las Poquianchis en Prime.
Fuente: TV UNAM (2018, 22 de noviembre) Diana Bracho. Ser Mujer en el Cine Mexicano. – YouTube.
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