Por: Fernanda Rio | @aboutmonsters
En 2016 un simple hashtag puso de cabeza a todo Hollywood, el movimiento #MeToo comenzó como una vía de escape para las mujeres que habían vivido abuso sexual en la industria cinematográfica. En Latinoamérica más de 100.000 mujeres contaron sus tempranas experiencias de acoso en un sólo día, replicando la acción colectiva de #MiPrimerAcoso que había nacido en Brasil. De ahí en adelante las voces de las mujeres y las violencias que hemos vivido han sido difíciles de acallar, empezando una avalancha.
En México también estábamos viviendo nuestro propio proceso de reconocimiento e implementando las acciones posibles, volviéndose el 8M el día más ruidoso del año. Para muchas de nosotras es difícil imaginar un momento anterior a éste, donde hemos aprendido a identificar violencias normalizadas en nuestros contextos, pero hace más de siete años, cuando Patricia Balderas Castro ingresó a la Maestría en Cine Documental, no era algo común.
A través de un encuentro con mujeres que asistían a un taller sobre acoso callejero, Patricia comenzó a desarrollar a fuego lento “Ahora que estamos juntas” (2022), un documental íntimo y polifónico a la vez que tuvo su estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Morelia en su edición número veinte y donde resultó ganador del Premio a Mejor Largometraje Documental realizado por una mujer y el Premio del Público para un Largometraje Documental.

Gaf: Hola Patricia, muchas gracias por darte el tiempo de tener esta conversación. Hay una primera pregunta que siempre nace en un documental, en ‘Ahora que estamos juntas’ en específico sería: ¿Por qué el acoso sexual callejero? Es decir, me interesa saber por qué elegir este tema dentro de todos los que nos involucran y preocupan a las mujeres, ¿por qué centrarte, además, en el espacio público?
PB: Porque es la violencia más normalizada, no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo. Es tan normalizada que sucede en cualquier calle, en cualquier espacio, a plena luz del día, bajo la mirada de un montón de personas sin que nadie ponga un límite a ese tipo de violencia. Es mucho más fácil, y no por eso una tarea sencilla, atender una violencia que sucede en un espacio determinado, pero cuando hablamos de violencia en el espacio público hablamos de espacios que no siempre tienen una regulación social, no tienen una delimitación. El hecho de que no exista esta regulación hace que sea un lugar donde existe mucha impunidad. Me interesaba hablar de estos espacios porque son comunes, todos los transitamos, y en especial las mujeres lo hacemos con inseguridad y con miedo.
Lo público es un espacio que no ha sido ocupado por las mujeres. Hay una brecha importante entre cómo los hombres ocupan el espacio simbólico de lo público comparado con nosotras. Regularmente sólo usamos las calles para llegar a algún sitio pero no las habitamos, necesitamos poder ocuparlas no por necesidad sino también para reunirnos, disfrutarnos. Históricamente se ha asignado a las mujeres el rol de lo privado: a la casa y a los cuidados. El hecho de que las mujeres ocupen los espacios públicos también significa ocupar puestos laborales, tener acceso a una educación, alzar la voz, opinar y tomar decisiones. Es importante que nos apropiemos de esos espacios simbólicos y físicos de lo público.
GaF: He notado, y me gusta mucho, que las mujeres decidan narrar las historias desde el yo, enunciarlas desde la primera persona. En el documental, además de tu propia voz, intervienen tus relaciones familiares, particularmente con tu mamá, ¿Cómo se dio este tejido narrativo y qué opinas de la primera persona como un recurso narrativo para las mujeres?
PB: Fue parte del proceso creativo. Al principio yo quería hacer una voz coral de mujeres. Sin embargo, a partir de mi acercamiento al tema del acoso y a mis personajes, me di cuenta de que yo también estaba viviendo un proceso de reconocimiento de la violencia en mi propia vida. Me empecé a sumergir en un camino donde conecté con las mujeres que estaba retratando. Descubrí que no era solo una observadora, sino que era parte de lo que estaba sucediendo, o lo que estaba sucediendo me estaba pasando a mí también. El hecho de vulnerarlos en la pantalla y acompañarnos era algo importante. Decir: Estamos juntas en un espacio público donde se nos vulnera y ese espacio también es la pantalla. Vi como un acto político salir a lo público, dejar de esconderme y lanzar mi propia voz. Colocarme como una voz dentro de la película fue un acto de apropiación de lo público.
GaF: En el documental se retratan las marchas feministas de años pasados, las cuales despertaron mucho la atención de la opinión pública, ¿Cómo se inserta tu documental dentro de este movimiento? ¿Cómo te gustaría que fuera recibido?
PB: Cuando comencé el documental no sabía mucho del movimiento feminista, estaba aprendiendo como todas. Yo quería hablar desde los estudios de género, pero en este acercamiento a las mujeres feministas y a la concientización de las violencias, comencé a desmitificar el concepto del feminismo para poder informarme y entender mucho mejor. La película se inserta de una manera muy orgánica porque a la vez que empiezo a investigar, surge este nuevo movimiento colectivo denominado ‘La cuarta ola del feminismo en México’. Seguí este movimiento y entendí que las marchas no son todas iguales, son un ente vivo que tiene objetivos, emociones. Cada expresión de las mujeres en los espacios públicos, ya sea exigiendo justicia o un alto a las violencias, era como una persona colectiva. Las marchas fueron evolucionando, hubo momentos de calma pero también se volvieron más radicales. Y esto tenía que ver con las acciones del Estado que se volvieron cada vez más represivas, y evidentemente la respuesta de esta voz colectiva de mujeres fue defenderse, accionar de maneras más intensas como rayar paredes. El documental retrata esta otra parte histórica que es importante ver en pantalla, no como un contexto, sino como un personaje más.
GaF: ¿Qué te gustaría que se lleven las mujeres de tu documental?
PB: La idea de que las mujeres somos fuertes y necesitamos garantizar una vida libre de violencia.
La violencia tiene un impacto sobre nuestros cuerpos
Patricia Balderas
El 24 de octubre se estrenó “Ahora que estamos juntas” con una sala llena en el Festival Internacional de Cine de Morelia. Al terminar invitamos a las y los asistentes a una dinámica para hacernos más conscientes sobre cómo vivimos el acoso y cuál es la reacción de nuestro cuerpo a este tipo de violencias. En Jeudi 27, a unos pasos del Cinépolis donde el documental pudo verse por primera vez, se reunieron más de cien personas a conversar y dibujar. Las actividades estaban enfocadas a construir cuerpos colectivos, a conversar sobre la representación de las y los otros, a decir en voz alta lo que sentimos cuando somos vulnerables.
Este encuentro se enmarca dentro de la campaña de impacto social creada por Impacta Cine y PIANO, una estratégia que busca llamar a la audiencia a actuar contra el acoso sexual callejero y crear espacios seguros entre mujeres para intercambiar experiencias, construir vínculos y promover procesos de empoderamiento.