Por: Daniela García Juárez





El lunes 23 de octubre fue un día muy especial en lo que llevo del #FICM2022. En la conferencia de prensa de Días Borrosos se hizo mención de que, ocho de las diez selecciones en Competencia de Largometraje este año fueron dirigidas por mujeres: la antes mencionada Días borrosos, de Marie Benito; Huesera de Michelle Garza Cervera, El norte sobre el vacío de Alejandra Marquez Abella, Ruido de Natalia Beristáin, Trigal de Anabel Caso, La hija de todas las rabias de Laura Baumeister, Manto de gemas de Natalia López Gallardo y Santa Bárbara de Anaïs Pareto Onghena.


Esto no lo menciono por celebrar la representación, la cuota, o como algunos podrían llamarle, el deseo de competir con la población masculina, sino, para reconocer aquello que sucede a partir de esta presencia protagónica en cuestión de los temas visibilizados en pantalla, en los conversatorios y en las entrevistas. En otras palabras: las voces que llenan el FICM este año –y específicamente ese día– son de las mujeres. De morras de distintas esferas del gremio que nos acercan a entender la experiencia cinematográfica desde sus vivencias atravesadas por el género.


Algunas abordan sus historias directa y explícitamente a partir de experiencias femeninas o asociadas a la feminidad, aunque justo, huyendo de los esquemas culturalmente asociados al cine de «mujeres» y aproximándose a los temas de forma poco convencional e incómoda. Huesera y Días borrosos, por ejemplo, son dos películas que matizan el tema de la maternidad, y, mientras una usa al body horror para enfocarse en los miedos e inquietudes no expresados que conlleva el embarazo, la otra arroja luz al deseo de ser madre a una edad considerada como «no viable» a través de un sutil y dulce melodrama.
La poderosa, Ruido, por otro lado, aborda frontalmente una herida inherente al existir como mujer y disidencia en México. La literalidad de su trazo dramático no le resta peso a su discurso, al contrario, es bajo una mirada muy dominada y precisa del quehacer audiovisual, que puede recrear el escenario de las madres buscadoras y las manifestaciones feministas de últimos años sin quedarse en un naturalismo cuasi-documentalesco crudo de muchas cintas que se aproximan hacia las peores realidades de nuestro país desde el más puro horror. Ruido sí es desgarradora, pero también es sublime, poética y esperanzadora, y Natalia es una ajedrecista que conoce muy bien sus piezas para darle a sus historias la mirada que ella precisa y le es genuina.


En Ruido vemos mucho de sí misma, de la manera en que se enuncia como artista, como mujer y persona que habita el mundo, y es conmovedor ver que su película representa y abre caminos lejos de la auto-alabanza del cine a sí mismo como este «arte» puro y sublime que debe existir en sí mismo, para dar pie a un activismo incómodo ajeno al glamour y el condecoro de los festivales de clase A. En la premiere de la película, estuvieron presentes Lupita Mendiola y Edith Pérez, fundadoras de Voz y Dignidad por los nuestros y madres que han sufrido la desaparición forzada de sus hijos. Coreaban nombres y consignas. En los créditos, las fotografías y los nombres de personas desaparecidas eran cantadas a voces lúgubres. Esto es el cine de mujeres y disidencias, eso es escapar del protocolo, de la institución.



Como última parte del día, tocó asistir a la función especial de la cineasta francesa Claire Denis, en la que se llevó a cabo su develación de butaca y estreno internacional de su nueva película Con amor y furia. Hablar del cine de Claire –y de cómo este se ve atravesado por la experiencia de género, la soltura de paradigmas y el acercamiento al tabú– daría para otra nota completa. Pero contar con su presencia en un día tan especial, lleno de reflexiones y aprendizajes de nuestra forma de acercarnos al cine y a la realidad que le acontece, cierra con broche de oro la sensación que tuve desde la primera conferencia de prensa.

Haciendo una mezcla entre cita a la directora Marie Benito y a Denis, las mujeres somos el otro 50% de la población, obviamente estamos presentes, tenemos cosas que decir y nuestras historias también son valiosas. Y aunque no deberíamos enfocarnos tanto en buscar atributos específicos del cine realizado por mujeres, sí podemos celebrar. Que está. Que estamos. Que discutimos e incomodamos y no nos callamos y que aquí seguiremos. Y que este FICM de las mujeres sea el parteaguas para un terreno más diverso, menos paradigmático y más libre en el territorio de la exhibición de cine. Que el cine sea otra cosa fuera de la estructura patriarcal en la que se fundó. Que sea más.