Por: Daniela García Juárez | @danigcjrz
Cuando se habla de female gaze en el cine, frecuentemente se utiliza como parte de las discusiones teóricas que comparan recursos narrativos y audiovisuales de películas dirigidas por mujeres, de aquellas que se enuncian desde una mirada cispatriarcal heteronormada. El enfoque que se ha tenido, desde Laura Mulvey hasta nuestros días, ha estado posicionado en la parte interna de las tramas cinematográficas: lo que tienen que decirnos las imágenes, los sonidos y el tratamiento de los mismos acerca de sus creadores y posturas socioculturales.
Pasamos por alto que, para hacer un análisis feminista –o desde los diversos estudios de género que existen– del cine y sus discursos, no solo se deben tomar en cuenta los contenidos, sino también, al cine como proceso en sí mismo ¿Qué sucede afuera de la pantalla? ¿Y antes? ¿Y después? ¿Cómo el existir y resistir como mujeres –con las múltiples intersecciones de disidencia, marginalidad y privilegio que nos conciernen– atraviesa los productos artísticos de los que somos parte?
Platicamos con Carla Larrea Sánchez, directora Ecuatoriana que forma parte de la Sección de Cortometraje Mexicano de Ficción en el #20FICM, con el cortometraje «Por Magda» (2022), historia que aborda los temas del embarazo adolescente y el aborto clandestino en Ecuador. A pesar de la relevancia de la cuestión, en esta entrevista, Carla traza reflexiones que no se centran en la apreciación de la obra a partir de su análisis interno, optando por compartirnos la vivencia emotiva de sus procesos como cineasta, desde sus días como estudiante hasta sus más recientes aprendizajes en el set.

De manera muy oportuna, Carla abona a la discusión sobre los vicios de la industria en México y América Latina, vicios que afectan principalmente a las personas marginadas por violencia de género, clase y raza. Habla sobre la importancia del acompañamiento de mujeres como resistencia a las violencias experimentadas en el medio, de la necesidad de modificar las estructuras patriarcales en los espacios de producción, y del cine como lucha en contextos donde se puja por su desaparición –y la desaparición de las mujeres que lo creamos–.
Gaf: Por Magda y tu anterior cortometraje, Indeleble, son trabajos muy distintos que se intersectan temáticamente alrededor de problemáticas de género. Cuéntame sobre tu proceso creativo ¿cómo llegas a estas historias y cuáles son tus inspiraciones para crear?
C: Cuando el feminismo me llegó, fue porque necesitaba sobrevivir y encontrar una manera de sostenerme en el mundo. Me salvó la vida, literalmente. Y me di cuenta que no era un discurso que había que repetir como loro porque es políticamente correcto, sino una cosa que yo necesitaba para querer seguir viva. Y no es sencillo sostener la vida después de las violencias o durante las mismas, pero yo intento ser coherente, porque es el único camino que conozco y que me permite sostener la vida. Entonces encontré en mi quehacer cinematográfico el espacio para buscar esa coherencia, para hablar de eso que en su momento me costó hablar, y son experiencias que hay que sensibilizar desde la emoción.
Indeleble viene de un proceso mucho más autorreferencial, y Por Magda viene de un proceso cercano al acompañamiento y a la reflexión. Digamos que mis detonantes son estos acontecimientos, pero después es importante investigar, conversar, leer, escribir sobre estas cosas, para encontrar cuál es la mejor forma de contar toda esta información a través del lenguaje que a mi me interesa, que me apasiona y que amo con todo mi ser que es el cine.
Gaf: ¿Dirías que el cine te ha brindado un camino para significar o resignificar momentos o cuestiones personales de tu vida?
C: No, para mí el cine más bien ha sido una de las batallas. Decidir hacer cine y decidir hacer específicamente este tipo de cine es como rebelarte contra un sistema. Como mujer en la vida tienes que habitar un cuerpo que socialmente está llamado a la violencia, y en el cine no es distinto. Entonces hacer cine no ha sido una forma de sanar cosas en ese aspecto, más bien ahí han pasado cosas por sanar. Y eso también es una resistencia para mí. El cine no es terapia, pero para mí hacer este cine, en el que yo creo, y desde mi lugar de enunciación y de vida, que es ser mujer latinoamericana, es un acto de resistencia. Es lucha y resistencia.
Gaf: ¿Alguna o varias veces has pensado en dejar de hacer cine por todas las dificultades que implican para ti?
C:Sí, muchas veces. Estuve a punto de dejar la escuela de cine al primer año por una violencia que viví ahí dentro, y por todo el proceso de revictimización y la complejidad que acarreó haber denunciado, así como vivir con el estigma en la escuela de cine en mi paso por ella. Entonces quise botar el cine casi todos los días. Y ahora, lo que me da ese sostén para no hacerlo es saberme acompañada de otras mujeres que han vivido cosas similares, y que estamos aquí sosteniéndonos, y su lucha, su resistencia, son inspiración para mi. Saberme acompañada ha hecho, no que ya no quiera botar el cine, sino que tenga más razones para no hacerlo.
Gaf: ¿Qué significa para ti estar seleccionada en el FICM con Por Magda?
C: Para mí, Morelia es un gran honor. Viniendo de un país como Ecuador en donde el panorama cinematográfico es bastante incierto, tener la oportunidad de un espacio como Morelia es algo que nunca me imaginé en la vida. Es mucho más grande de lo que yo podría poner en palabras. También es un lugar importante porque cuando hice Indeleble y vi terminado el trabajo, dije “no sirvo para esto, no vuelvo a dirigir”, y luego mi vida en festivales y la vida de Indeleble arrancaron con el Festival de Morelia. En su momento hasta me gritaron ¡Feminazi de la pantalla! porque era incómodo hablar de esos temas, y que Morelia se haya jugado por programar un trabajo así me dio tanta emoción y felicidad, la misma que comparto ahora. Me doy cuenta que no es una cosa coyuntural para Morelia apostar por este tipo de contenidos, así como por cineastas mujeres jóvenes. No es solo el festival, es compartir esa alegría con colegas a quienes he visto batallar, guerrear y resistir. Mucha emoción por poder abrir estos diálogos en conjunto.
Gaf: Desgraciadamente he presenciado discusiones en las que se debate la importancia de hablar de historias de mujeres, argumentando que el cine no es para cubrir una agenda. Me interesa ampliar esa conversación y traerla a este momento ¿cuál crees que es la importancia de la representación de las diversas vivencias de las mujeres en Latinoamérica?
C: Creo que es importante hablar de esto pero también soy alguien que cuestiona mucho el activismo. Me ha tocado ver películas que tocan temas fundamentales pero que en la parte técnica, emocional y narrativa no son necesariamente buenas. Para mi es importante hablar de estos temas desde la emoción, y tener en cuenta los atributos propios del cine. A mi me encanta pensarme la foto, la estética, el lenguaje… y creo que es el lugar desde dónde abordar las cosas. No solo porque una película toque un tema relevante significa que es una buena película. También es fundamental el lugar de enunciación desde el que viene contada esa película. A mi me pone en conflicto ver a compañeros contando la experiencia de una mujer violentada, por ejemplo, cuando en realidad podrían contarme lo mismo pero desde sus perspectivas.

Gaf: Coincido muchísimo contigo, y siguiendo esta línea sobre los recursos con los que se elige construir los discursos representados en pantalla, podrías contarme ¿qué te lleva a usar un estilo naturalista, cercano al documental, en tu cortometraje Por Magda?
C: Fueron decisiones un poco por la naturaleza de la película, sobre todo el trabajo con las actrices y los actores.De las protagonistas, la mamá tenía formación actoral pero no había actuado en 8 años, Julieta, la niña, nunca había actuado, Jeremy, el niño, tampoco, y las otras dos actrices sí tenían esa experiencia. Yo tenía que encontrar una forma de dirigir a mis actrices, en la que se sintieran cómodas, y en la que mi puesta en escena no les obligara a llegar a lugares en los que se les iba a hacer complejo llegar.
Para mi, el guión es un punto de partida y no un punto de llegada. Les indicaba qué de lo que estaba escrito en cada escena y debía pasar sí o sí, en función de eso ellas lo hacían desde el lugar en el que se sentían cómodas, y yo así acomodaba mi cámara. Para mi era importante estar cerca de la emoción, y la única forma de estar cerca de la emoción con actrices que no habían estado en un ejercicio activo por mucho tiempo era generarles un espacio de comodidad y de seguridad, que pudieran abrir sus emociones y su corazón y yo pudiera registrar eso con la cámara.
Gaf: Tu experiencia me recuerda mucho a una resistencia desde la producción y el qué hacer en sí mismo ¿Qué opinas de cuestionar esos procesos de violencia institucionalizada con los que se nos ha enseñado a trabajar en el set?
C: Yo me formé también con ese rigor vinculado a la violencia y la verticalidad en set, fue la forma en que me enseñaron a ser “profesional”. Estoy de acuerdo en que cualquier tipo de violencia estructural que se ejerce en los sets es inaceptable, no sólo la violencia de género, también, el racismo y clasismo. Y es muy complejo porque definitivamente el cine necesita jerarquías por la organización del trabajo, pero creo que el reto más grande que tenemos es cómo gestionamos esas jerarquías para que no sean sinónimo de ejercicios de poder. Hablar de esto nos obliga a hacer un examen de conciencia de quiénes somos cuándo estamos en set.
Tuve maestros en la escuela que decían que los grandes cineastas no son buenas personas, porque hay muchas historias de terror de gente que violentaba a los demás en los sets y eso era sinónimo de genialidad, casi todos hombres, además, porque si uno como mujer se para así en el set resulta que o estás hormonal o eres una malcogida o estás loca o menstruando… Cuando eres mujer esas cualidades no se asocian a profesionalidad y rigor.
Cuando murió Godard, es cierto que fue una persona que cambió la historia del cine, pero también era un tipo misógino, y maltrataba a la gente y a sus colegas mujeres. Y de eso hay que hablar, porque no es necesario relacionarnos desde la violencia para hacer buenas películas.
De lo que me preguntaste de cuándo quiero botar el cine, es cuando la vida me escupe en la cara y me dice “tienes que ser una maldita para hacer buen cine”, y yo no quiero, me resisto. Y de repente me encuentro con mujeres que también se resisten a ello y me dan fe. Yo sí creo que no es fácil separar la obra del artista, porque ahí está una de las cosas más importantes para mi que es la coherencia.

Gaf: Por último ¿qué le dirías a las niñas y mujeres de este país y de Latinoamérica que les interese acercarse al cine como creadoras?
C: Si van a optar por este camino hay que tener la plena conciencia de que en nuestro contexto latinoamericano lo primero que quieren hacer los gobiernos es asesinar la cultura. Eso es con lo que vamos a tener que batallar todo el tiempo, en términos de financiamiento, de espacios de difusión, de vivir dignamente de esto como profesión… Jamás les diría que no lo hagan, pero sí les diría que la cultura está en emergencia en América Latina. No les interesa que la gente sea culta porque eso desafía al poder y cualquier cosa que desafíe al poder tiene que ser eliminado, y esa es la lucha que se vive de México hasta Argentina, en todas las artes y en el cine en particular.
Desde esa misma línea, ser mujer y dedicarse a eso es también provocar a ese status quo que se sostiene en el patriarcado. Entonces no va a ser fácil, pero si lo quieren hacer háganlo porque no están solas, porque aquí estamos para sostenerlas. Y porque lo último que se merecen en la vida es tener que vivir y sobrevivir violencias por decidir hacer lo que aman, que es lo que nos ha pasado a muchas de nosotras. Y si ahora ustedes hablan, nosotras les vamos a creer y les vamos a sostener y les vamos a acompañar porque no están solas.