Por: Pamela Muñoz
No quiero tener que ser la opción sensible, y no sensual de la relación: una frase que no me puedo quitar de la cabeza desde que vi esta película. ¿Por qué nos habrá conmovido tanto a muchas mujeres La Peor Persona del Mundo? No es casualidad que a varixs amigxs nos haya parecido incluso de las mejores películas del año. Lejos de toda la belleza cinematográfica que haya implicado sus muchas nominaciones y premios en festivales, La Peor Persona del Mundo es una obra impecable en guion y narrativa. Tanto el director Joachin Trier, como el co-guionista Eskil Vogt supieron perfectamente exponer los percances que tiene una mujer de espíritu libre pero confundida en sus treintas (Julie), inmersa en las típicas problemáticas de una generación de clase media meritocrática: enfrentar las ambiciones fallidas por idealizar un futuro en un mundo que demanda ser exitosx para ser alguien, y monógomx para cumplir con una moral.

¿Por qué en los treinta tenemos que estar claras de lo que queremos si realmente no sabemos que queremos? ¿Quién y qué nos impone tener que elegir un sólo camino, o una sola persona para amar? Julie, la protagonista (interpretada por Renate Reinseve) sabe perfectamente que no quiere, pero todavía no sabe que es lo que quiere, como nos pasa a muchas de nosotras tanto en lo profesional como en nuestras relaciones sexoafectivas. Julie esta intentando encontrarse a sí misma a traves de probar cosas distintas, deja la carrera de medicina, para entrar a estudiar psicología, y después intenta con la fotografía; lo cual hace de la película un gran tema: ¿Cómo convertimos nuestras intuiciones en certezas?

Julie es el claro ejemplo de que podemos estar seguras de vivir nuestra vida bajo nuestros propios términos, pero el hecho de encontrar esos términos requiere de una búsqueda introspectiva constante. Esa intimidad misteriosa (la que nos hace elegir a nuestros amantes) que nos hace mujeres por saber gozar del placer, es lo que personalmente hace sentir empatía con la película. Las relaciones que decidimos procurar, o las relaciones que decidimos romper, más que al parecer elegirlas, parecen ser predestinadas. En el momento que Julie desea regresar con Aksel (con quien tuvo una relación fallida por tener cada uno diferentes intereses), él enferma con un cáncer que no permite continuar con su relación. ¿Cuántas veces no nos hemos arrepentido de una relación por seguir incluso nuestros propios intereses? o ¿Cuántas veces no desearíamos parar el tiempo para regresar con esa persona sin lastimar con quienes estamos?

Uno de los ejes fundamentales de la película justo radica en esa entropía, ese tiempo que desata la vida por sí misma, y que no podemos recuperar: el lastre de la adultez que nos cuestiona las razones de nuestra confianza en nosotras mismas.
¿Por qué tenemos que sentirnos la peor persona del mundo por no vivir para complacer a los demás?
Ese tono sarcástico y nihilista de Julie ante la vida (que me hizo recordar a la genial Phoebe Waller-Bridge en Fleabag) no solo es resultado de un carácter imponente ante la cultura, sino es una forma de habitar el mundo. Si al menos no podemos cambiar el mundo, sí podemos hacer de la realidad nuestra propia utopía feminista.