Por: Alejandra Piña | @aletspi
Es cierto. El temor inundaba las expectativas de una segunda parte, pero también es cierto que que una vez que corrieron los créditos por la pantalla, llegó una sensación de calma, un pensamiento contemplativo que hasta el momento no se ha ido, y un cierre que dejó las puertas abiertas a la escritura y a la creación cinematográfica.
The Souvenir Part II desenmaraña los desafíos narrativos que Joanna Hogg nos presenta en la primera parte. En esta ocasión su metaficción cobra un sentido de libertad que cuestiona las relaciones destructivas, el duelo, la vehemencia por hacer cine, e incluso, los cánones impuestos por la industria.
Y es dentro de esa libertad que pone la directora británica a la audiencia. Una libertad de reabrir heridas sin exigirse sanación si no es a un propio paso, pero también aquella que deja moldear el dolor y reconstruir sin formas impuestas ni fáciles de abordarlo más que permitiéndose ser.

En tanto la primera mitad tomó una personalidad abrumadora, desafiante e incómoda que se centra en la relación de Julie (Honor Swinton Byrne) y Anthony (Tom Burke), la secuela le precede con gran ligereza, cambios en el ritmo tenues y que acompañan el dolo de la protagonista hacia la búsqueda de un refugio dentro de la dirección y realización.
Mientras la película avanza con la inmensa procuración de Hogg por presentarnos no solo cómo sobrellevó la pérdida, sino cómo encontró confort en sus propios procesos cinematográficos, fue en lo momentos de silencio que la pregunta sobre cómo algo tan complejo que proviene de recuerdos consecuencia dos obras que caminan individualmente y, a su vez, en colectividad entre sí mismas y con lxs espectadorxs.
“Uno recuerda lo que recuerda, no hay forma de recuperar una memoria. Pero creo que, de hecho, puedes canalizar algo: pensamientos, ideas, recuerdos, imágenes, sonidos. Creo que uno puede recuperarlos”, compartió en entrevista la directora.

¿Cómo logra acomodar cada memoria en cada decisión de montaje? Me rondan los signos de interrogación una y otra vez. Aunque la respuesta se encuentra por sí sola en la película y en procesos creativos basados en viejos diarios, en un guion sin diálogos, en más de 30 páginas de ensayos y de ideas de tomas.
The Souvenir Part II es genuinamente humana, traspasa cualquier barrera de tiempo dentro del cine y, de cierta manera, cuando se habla de encontrar la voz propia dentro del cine, sin duda alguna se percibe que Joanna encontró la suya tan honesta e intensa.
En los últimos años se ha dicho demasiado sobre el cine transgresor hecho por mujeres. Resalto TITANE de Julia Ducournau, una película que desafía el sci-fi y el body horror desde una perspectiva de género abierta para un tipo de cine hecho por y para un público principalmente masculino. Sin embargo, y desde un punto de vista personal, no me parece que sea transgresora, solo no estamos acostumbradxs consumir dichos géneros desde una mirada que no sea la masculina.

Por su parte, ambas piezas de The Souvenir podrían estar más alineadas a la reescritura de los preceptos canónicos del lenguaje cinematográfico, de las narrativas y de los constructos que se han establecido en la industria, mismos a los que Hogg hace frente y retrata.
Como mujer estudiante de cine, la segunda entrega de la también guionista y realizadora, me dejó algo sumamente claro: los convencionalismos patriarcales dentro del cine no son y nunca serán la verdad absoluta. Cuando se crea desde el corazón y desde la memoria, el pasado no atraviesa, solo se transforma en obras con nuevos y sutiles parámetros cinematográficos que parecieran difíciles de superar. No es queja.

Periodista y Publicista. Ha escrito sobre cultura, arte y música para diversas plataformas digitales independientes; fotógrafa de todo lo que ve.
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