Por: Andrea Alejandra Herrera | @AndreaLeji
Llegué tarde al fenómeno de Scream (1996). No sólo porque la película original se estrenó un año antes de que yo naciera; sino porque, cuando me enteré de su existencia, no podía conseguirla en ningún lado.
Primero vi Scream 4 gracias a una plataforma de streaming. Disfruté tanto la mezcla de comedia y terror, y quedé tan intrigada por entender las referencias hechas al pasado de los personajes mayores (Sidney, Dewey y Gale) que busqué con más ahínco la película original.
Por fin, la fortuna me sonrió un fin de semana cuando estaban pasándola en la televisión. A pesar de verla con cortes comerciales, puedo decirles que me enamoré por completo.
Desde antes el género de terror era mi favorito, lo sutil que puede ser a la hora de hablarnos. Puedes estar viendo sangre o fantasmas, pero al mismo tiempo estar captando una historia sobre duelo o depresión, por ejemplo. Pero, también lo disfruto por la adrenalina y el mero placer de disfrutar.
Con Scream (1996), obtuve ambas cosas: una película divertida con un terror bien manejado, con una capa meta fenomenal que hablaba sobre el género y sus aciertos y áreas de oportunidad. A partir de ahí, la película se convirtió en mi favorita.

Escribo lo anterior como contexto; pues, cuando supe que se estrenaría una nueva entrada de la saga tuve nervios. Para empezar, esta quinta entrega de la franquicia llegaba 11 años después que la última y 25 años después que la original. ¿Podría entregarnos algo nuevo y entretenido como lo habían hecho las anteriores? Además, esta fue la primera de la serie que no fue dirigida por Wes Craven, tras su fallecimiento en 2015. ¿Lograrían Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, los nuevos directores, recrear la esencia de sus predecesoras?
Después de ver Scream (2022) puedo decirles que… ¡Sí! Me parece que Woodsboro quedó en buenas manos.
En esta ocasión, la historia busca “pasar la antorcha” a una nueva generación que es perseguida por Ghostface. Y eso, lejos de ser chocante para quienes amamos a los personajes originales, funcionó muy bien por dos razones. La primera, es que no desaparecen esos personajes originales. Sidney, Dewey y Gale aparecen en los momentos correctos y donde es necesaria su intervención. En ningún momento se siente forzado el que estén presentes, pero sus apariciones tampoco se sienten como un simple cameo sin peso en la historia. Mención aparte para el rol que juega Dewey en esta ocasión. Vemos una nueva faceta de él que genera todo tipo de emociones en nosotros. La segunda razón es que el elenco de actores elegidos para los nuevos papeles fue acertado. Melissa Barrera y Jenna Ortega, como las hermanas protagonistas, actuaron muy bien. En particular disfruté mucho de la naturalidad con la que Ortega nos transmitía sus emociones. Otros dos de mis favoritos fueron Jack Quaid, como el novio de Melissa, y Dylan Minnette, como el amigo de Jenna.

Por otro lado, el humor y las referencias se hacen presentes de una excelente manera. Se mencionan temas actuales en el terror como “el terror elevado” y películas como Babadook, It Follows o Hereditary; se habla sobre la ola de nuevas entregas que hay de franquicias que comenzaron en los 70s, 80s, 90s (sí, incluida la propia Scream con su título idéntico al de la original); y nos enseñan las reglas que hay que seguir ahora, si queremos sobrevivir una película de terror.
Este es uno de los puntos más fuertes de la película, de hecho. ¿Recuerdan que me preguntaba si la película podría brindar algo original como las anteriores? Es que Scream es una saga que siempre acierta al comentar el panorama contemporáneo del cine del momento en el que se estrena. Y esta lo logró también, de una manera muy divertida. Atinó tan bien con sus astutos comentarios sobre los fans y los fandoms tóxicos que los seguidores de la película nos podemos llegar a sentir aludidos.
Algo que siempre me ha hecho tenerle un gran amor a la serie de Scream es el tratamiento que le ha dado a Sidney, interpretada por Neve Campbell, a lo largo de los años. En cada película hemos visto un paso de su evolución: de víctima a superviviente, de estar marcada por el trauma a retomar las riendas de su vida. Y, ahora, vemos cómo ha logrado dejar atrás mucho del peso con el que cargaba para llegar a formar una familia. Sidney Prescott siempre ha sido mi heroína favorita del género por cómo se defiende, pero sobre todo por cómo lidia con el dolor y la pérdida.
Aunque tiene algunos detalles, como lo innecesariamente complicada que es la explicación detrás de la elección de las víctimas, Scream (2022) es una película que los fanáticos de años disfrutarán sin duda, y también es un buen punto de entrada para aquellos que conocerán este mundo por primera vez porque ofrece un buen estímulo mental y factores de nostalgia, sin que eso la haga sentirse como “terror elevado” porque al final mantiene su identidad como slasher (de hecho, esta es la entrega con los asesinatos más brutales).
Gracias a Bettinelli-Olpin y Gillett por haber hecho una película que se siente como un digno homenaje para Wes.

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