Por: Lily Droeven | @lilydroeven
En el cine, la visión de una mujer es distinta a la de los hombres, desde la manera de abordar las historias, el desarrollo de los personajes –sobre todo si la historia gira en torno a una mujer– y la cinematografía. Un perfecto ejemplo de ello es el trabajo cinematográfico de la realizadora, guionista y productora neozelandesa Jane Campion, cuyos trabajos descubrí el año pasado.

Sus historias destacan por explorar las vivencias y los sentimientos de sus personajes femeninos de una manera muy especial, donde ellas son dueñas de sus deseos sexuales sin ser cosificadas, dejando a un lado la visión sumisa hacia los hombres por parte de las mujeres y su miedo a la libertad sexual.
Jane Campion es la segunda de siete mujeres que han sido nominadas en la categoría de Mejor Dirección en los Premios de la Academia y por ser la primera mujer en ganar la Palma de Oro en Cannes. Ambos logros los obtuvo por su multilaureada película de época The Piano –casualmente fue el primero de sus trabajos que vi– que narra la historia de Ada McGrath (Holly Hunter) una mujer muda desde su infancia que es forzada a casarse en un matrimonio arreglado. Como una forma de desahogarse expresa sus más profundos sentimientos y pesares a través de su piano. A falta de interacción sexual y afectiva con su marido, Ada empieza a explorar su sexualidad y descubre el romance con otro hombre, George Baines. Aquí es cuando el piano sirve como instrumento de acercamiento y deseo entre ambos.

Otro largometraje donde Jane Campion explora la sexualidad femenina es en su adaptación reimaginada de The Portrait of a Lady en el que la protagonista, Isabel Archer, (Nicole Kidman) está dispuesta a desafiar las normas sociales de la época al no comprometerse con ningún hombre sin antes disfrutar un poco más de la vida y el mundo, pero que tras recibir una herencia llega a ser convencida para contraer matrimonio sólo para darse cuenta de su infelicidad al ser constantemente manipulada, humillada siendo tratada como objeto por su esposo, cuyo interés era únicamente el dinero de Isabel. Hay una escena en particular que llamó mi atención en el que Isabel tiene una fantasía sexual y Jane se encarga de mostrarla de una manera erótica, pero sin ser explícita.

Ambas películas muestran cómo el matrimonio sin amor y las actitudes machistas de los hombres privan a una mujer de su libertad, temas que en la actualidad resultan crudos, pero en la narrativa de Campion es plasmada a través de una visión objetiva en el que les da a las mujeres sus propios atributos para lograr desenvolverse sin tener que ser salvadas por los hombres, mientras que representa y explora el tema de su sexualidad con delicadeza, de una manera cómoda y natural. El que Jane haya logrado subvertir el rol sexual femenino a como estamos acostumbrados de ver en películas dirigidas por hombres terminó por maravillarme, convirtiéndola de inmediato en una de mis directoras favoritas.

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