Por: Ana Iribe | @samrockweII
Murina fue la encargada de cerrar el Festival Internacional de Los Cabos en su décima edición. La ópera prima de la croata Antoneta Alamat Kusijanović es una electrizante historia sobre Julija, una joven que vive bajo el mando de su padre controlador, a quien reemplaza cuando llega un socio de él sumamente diferente al patriarca de la casa. Con un estreno en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes que le valió la Caméra d’Or, la cinta refleja una realidad en donde las mujeres son subordinadas al gusto de los hombres, en donde solo sirven para complacer sus ideales.

Situada en el Mar Adriático, Julija opta por tener un escape emocional con Javier, un señor acomodado que tiene una buena relación con Ante, el padre de la adolescente, y que los visita para hacer negocios relacionados con la zona costera. Javier es encantador, respetuoso y amoroso, y solo parece estar alejado de la asfixia que provoca Ante cada que está cerca de las mujeres de su familia: el patriarca funciona como una representación de todo hombre que pone a su contraria como un objeto al servicio de este, un premio que presume con la visita como símbolo de grandeza, de ser la persona que manda. La hija no aguanta que su pasado y su presente sean manejados por su padre, quien solo le arrebata su voz para poner sus palabras, y es cuando su rebeldía sale a flote.

Gracija Filipović quien hace de Julija, da vida a una renegada, a una chica que puede ser ella misma cuando no está bajo el mandato de alguien más, en donde se siente en su hogar cada que se sumerge a los mares que la han cobijado por mucho tiempo. Filipović cautiva con una actuación impecable aún con ser su debut en un largometraje, pues había trabajado con la directora croata en un cortometraje sobre el mismo personaje pero en una situación diferente a la que vemos en la película. El entorno también es una parte importante de Murina, pues los contrastes entre la tierra y el mar se enfatizan en el control que tienen los personajes sobre sí mismos, sus mentes y cuerpos, el poder encontrar la belleza en el desastre. Los lugares son otros personajes que pueden ayudar o desfavorecer a las personas dentro de la historia, y es algo que logra capturar la directora de fotografía Hélène Louvart —Never Rarely Sometimes Always, Happy as Lazzaro y The Lost Daughter—, quien cuidadosamente envuelve a los personajes dentro del cuadro con el paisaje detrás de ellos.

Este coming-of-age croata representa la violencia simbólica, la que es silenciosa y se encuentra en todos lados por más que los contextos sean diferentes, pues la subordinación de la mujer es el pan de cada día para muchísimas que deben sufrir solo por el hecho de ser ellas mismas. Son las anguilas que atrapa Ante pero que Julija se rehúsa a hacerles daño, ya que no comprende el por qué necesitamos ser agresivos con los que están a nuestro alrededor. Murina es un estudio de personaje que aún es vigente en nuestra época, es una rebeldía propia de la adolescencia y una liberación que se encuentra en el vasto mar que nos fue prohibido solo para tener contentos a aquellos que ni siquiera son superiores a nosotras.

Deja una respuesta