Women We Love: Jamie Lee Curtis, de físico y poder

Jamie Lee Curtis por Valerie Chiang para The New Yorker.

Por: Amira O. Azuara | @unazuara

¿Qué lugar ocupa el cuerpo en la actuación? ¿Cuando se habla del desempeño actoral va intrínseco lo corporal? Pareciera que el único mérito para discutir lo corpóreo es la transformación. Destacar la disciplina del actor en el estricto régimen alimenticio y la dedicación al gimnasio. Y/o laurear la labor del equipo de maquillaje y vestuario. Si bien actores y actrices no se salvan de este (casi) estándar de valoración, la mayoría de estos casos se refiere al trabajo de hombres. ¿Y ellas? Aunque la belleza siempre ha formado parte del sistema de estrellas, el cultivo y la explotación de esta ha sido especialmente cruel con las actrices. El mandato de juventud eterna y la sexualización de los cuerpos femeninos son materia amplia de estudio. En el entramado Hollywood, entre las prótesis y los físicos perfectos, ¿aguarda humanidad? Este es un recorrido por algunas películas de una actriz en las que el cuerpo es indispensable para entender su labor. Es la hija élite de la industria: Jamie Lee Curtis.

Curtis es la segunda hija del matrimonio que formaron los actores Tony Curtis y Janet Leigh. Aunque la carrera del padre incluye títulos como Some like it hot (1959), Spartacus (1960) y Rosemary’s Baby (1968), el papel de la madre en Psycho (1960) sirvió para cimentar el nombre de la hija en el cine terror. La propia Jamie ha sido vocal sobre las ventajas que su posición representó para conseguir el protagónico de su cinta debut: Halloween (1978). Las desventuras de Laurie Strode, la final girl, continúan hasta nuestros días. La trayectoria de la actriz está marcada por el género y, para públicos más jóvenes, por la comedia, con su participación en Freaky Friday (2003). Estos dos papeles ya apuntan al cuerpo, incluso en una lectura superficial, ambas dan testigo del paso del tiempo. Pero la carrera de la actriz, que abarca más de cuatro décadas, tiene más que ofrecer. Por ello aquí se revisan sus participaciones en el drama, el thriller erótico, el romance y la acción.

El cuerpo de Hollywood

Death of a Centerfold: The Dorothy Stratten Story (1981).

En esta película para televisión, la actriz representa a la modelo de Playboy Dorothy Stratten, asesinada a los 20 años por su marido. Stratten, al igual que Curtis, comenzaba a probar suerte en el cine. “Esta es la ciudad de los tiburones. Todos los tipos están buscando agarrar tu cuerpo y tu dinero. Y en tu caso, ambos”, son las palabras del esposo Paul Snider (Bruce Weitz). La cinta dirigida por la británica Gabrielle Beaumont se ocupa del recorrido de la adolescente canadiense a la exitosa conejita de Hollywood. La belleza física es su pase a otra vida y también su condena. En Death of a Centerfold, el terreno donde la playmate navega con naturalidad es el set, modelando para la cámara. Es el movimiento de sus brazos y cuello, la rapidez para cambiar el gesto, la postura de sus piernas.

La Dorothy de Curtis es encantadora, transitando entre la sensualidad y la inocencia. Destaca esa mirada con un brillo que solo la juventud puede dar, la curiosidad de unos ojos que están descubriendo el mundo en maravillas y horrores. “Tienes una vida por delante”, apunta el personaje de una mujer madura, mientras Dorothy se mira al espejo, hermosa, exitosa y profundamente lastimada.

La corporalidad del deseo

Love Letters (1983).

Tras la muerte de su madre, una joven locutora encuentra una serie de cartas que revelan el romance de esta fuera del matrimonio. Mientras Anna descubre nuevos detalles de esa historia de amor, comienza una relación con un hombre mayor casado. La conexión entre ambos es la pasión. Para el personaje de Curtis es saberse deseada y ocasionalmente acompañada. El entorno de la protagonista, desde el abuso en la casa paterna a la relación violenta entre sus vecinos, se alimenta con ese score que apunta a la amenaza. Tras su crítica de género con el slasher The slumber party massacre (1982), Amy Holden Jones entrega un drama donde el romance toma un giro oscuro.

La desnudez de la actriz en primera instancia habla de la seguridad del personaje. En sus primeros encuentros con Oliver (James Keach), la vulnerabilidad no tiene espacio. Pero conforme la relación se hace más cercana, el luto y el trauma se revelan en el deseo. Anna quiere más, más de él, pero también más de la vida, de sí misma. Ser “la más inteligente, la más hermosa y más sexy chica que hayas visto”. En una escena que conjuga los intereses de ambos personajes, la voz y la fotografía, se observan estampas de Curtis con el torso desnudo. Su tono se transforma al pedirle al amante que se quite el anillo de matrimonio, pero su lenguaje corporal, su rostro, es el que lo pide a gritos.

El cuerpo perfecto

Perfect (1985).

Curtis es Jessie, una instructora de aerobics que capta la atención de Adam (John Travolta), un reportero de Rolling Stone interesado en escribir una pieza sobre clubes deportivos. La cinta de James Bridges pone en primer plano a los cuerpos: físicos firmes, bronceados, sudorosos. Travolta es el espectador cínico, dispuesto a destruirlos con la palabra escrita. El dilema ético tiene de fondo el dance ochentero, comandado por una carismática y crítica ex atleta que baila, salta y anima a una sala completa. Las infames imágenes del crotch de Travolta, por las que se conoce a la cinta, resultan igualmente campy del lado de Jamie Lee. Es el juego de saberse mirados, de seguir el uno al otro.

La imagen atlética y esbelta de la protagonista, ataviada en coloridos leotardos, parece responder al título. “Hot!” es la palabra con la que Adam la describe. Su rostro afilado, ya con ese característico cabello corto, responde al cumplido. Y a la hora de los reproches, ella defiende su posición: ¿qué hay de malo con querer ser la mejor? Esa búsqueda inalcanzable de la perfección también alcanzó a la actriz. En set, el director de fotografía Gordon Willis interrumpió la filmación al negarse a tomar el rostro hinchado de Curtis. Ese evento tuvo efecto. Al finalizar el rodaje, Jamie Lee se sometió a un procedimiento para reducir la grasa de debajo de sus ojos. La actriz ha hablado de que aquella cirugía plástica fue también el comienzo de su adicción a los analgésicos.

El físico del poder

Blue Steel (1990).

Un hombre obsesionado con una mujer. Él, un rico agente de bolsa; ella, una policía recién salida de la academia. En un evento violento, la titubeante joven responde con balas. El exceso de la fuerza policial, el slow motion que en la cinta de Kathryn Bigelow resulta en festín de sangre, dimensiona la fascinación del sujeto con ese poder específico que guarda el uniforme y el arma. Es el mismo control que Megan, en la piel de Jamie Lee Curtis, busca lejos del hogar paterno violento. Imponerse sobre el otro, hacerse del instrumento no solo para defenderse, sino para destruir.

El romance entre la oficial Megan y e reservado, en apariencia, Eugene (Robert Silver) es febril. Aunque ella busca y él resiste el encuentro sexual, la estimula exhibiendo lo que su posición puede comprar. Cuando el encuentro parece imposible de postergar, un plano detalle retrata el arma bajo la ropa, la mano de Eugene, mientras ella responde a la caricia. Él revela sus deseos, una fantasía donde el arma es una extensión del cuerpo de Megan. Poseer a una es poseer a las dos. Y en ese panorama la cacería está por empezar. Entre la niebla azul y las sombras, los cuerpos caen, pero a la luz del día, la justicia se vuelve aún más borrosa.

El cuerpo de la villana

Mother’s Boys (1994).

¿La maldad innata sólo se inscribe en el terror? La villanía como carácter unidimensional bien podría estar inscrita en el pulp. Jude es la mala de esta historia. Curtis, de impecable figura y de cabellera rubia, es la madre que regresa a recuperar a la familia que abandonó, importándole poco si ellos están dispuestos a perdonar. Su medio para descartar a la mujer que ha tomado su lugar es la seducción. No sólo a su ex pareja (Peter Gallagher), sino también a sus hijos, especialmente a Kes (Luke Edwards), el mayor. A la Edipo, Jude orquesta la intervención del casi adolescente para sacar del camino a la joven prometida del padre.

En la cinta de Yves Simoneau, el físico de la actriz es su arma. Vestida elegante, en colores sobrios y prendas ajustadas, su imagen destaca. Su cuerpo, iluminado en espacios oscuros, es la tentación. Los desnudos parciales de la villana se presentan violentos, como instrumento de provocación o manipulación. Como buena femme fatale, el personaje de Curtis tiene escrito un destino. Y respondiendo a las formas del thriller, las consecuencias no sólo serán para ella.

El físico en acción

True Lies (1994).

El espía Harry Tasker (Arnold Schwarzenegger) sospecha que su esposa le es infiel. Su misión tras un grupo terrorista queda de lado, mientras moviliza a su unidad para descubrir si el personaje de Jamie Lee está saliendo con otro hombre. Esposa olvidada, oficinista y ama de casa, Helen está en busca de algo que la saque de la monotonía. La imagen de Curtis es hogareña, con gafas, atuendos holgados y el cabello en un corte formal. Su actuar responde a las formas de la comedia, con el encanto quirky que tan bien le viene. Cuando se descubren las verdades, insertas en ideas sexistas e imperialistas, el espectáculo de James Cameron explota. La mujer tiene que asumir una nueva identidad y con ello explorar otra imagen de su cuerpo. La cinta guarda una de las escenas más rememoradas de la carrera de la actriz, aquel striptease al ritmo de Alone in the dark.

La mujer sensual que baila y responde a las miradas de un supuesto extraño es Helen, su personalidad filtrándose en esa torpeza natural que le agrega el comic relief al erotismo. Curtis ha dicho que nunca conoció tanta libertad como en aquel set. Y es que en Helen se mezclan su capacidad para la comedia y la sensualidad, además del desempeño físico de la acción, dejándola ser, sin necesidad de perfección.

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Este texto toma inspiración de algunos tweets de la crítica Jourdain Searles, realizados en julio del 2020. “La manera en la que (Jamie Lee Curtis) mueve su cuerpo. Debería ser estudiada”, escribió.


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