Por: Kathia Villagrán | @KathiaVC
Una de las bellezas del arte —y por su extensión, del cine— es que de situaciones cotidianas pueden surgir distintas interpretaciones que luego se trasladan a una obra con visiones y estudios más profundos sobre la vida misma. Tal fue el caso del director y guionista ucraniano, Valentyn Vasyanovych, con su más reciente largometraje Reflection (título original: Vidblysk); que gracias a un incidente que involucró a una paloma muerta, no pudo evitar cuestionarse sobre lo frágil, y a la vez cruel, que puede llegar a ser la vida humana.
Noviembre 2014. La guerra ruso-ucraniana está en su etapa inicial y un cirujano llamado Serhiy (Roman Lutskyi) intenta llevar una vida normal con los ataques ocurriendo a unas horas de distancia. Una conversación con su hija, Polina (Nika Myslytska), lo lleva a replantearse sobre cuál debería ser su verdadero rol dentro del conflicto y se une a él voluntariamente para pelear por el bando ucraniano. Serhiy es capturado al Este del país por la milicia rusa y obligado a servir como médico a las víctimas de tortura. Durante su tiempo en cautiverio atestigua acciones violentamente horrorosas cometidas en contra de sus compatriotas, uno de ellos el padrastro de su hija, Andrii (Andriy Rymaruk).
Cuando queda en libertad con la condición de no revelar los terribles sucesos que vio y vivió, Serhiy regresa a su apartamento de clase media-alta e intenta regresar a la vida que llevaba antes de partir. Una de sus misiones es recuperar el tiempo perdido con Polina, quien a su vez lleva el duelo de haber despedido a sus dos figuras paternas por la guerra y desconocer el paradero de una de ellas. Para Serhiy es imposible hablar sobre lo que experimentó y debe cargar con el terrible peso de sus vivencias y secretos más profundos.

Reflection es una propuesta bastante interesante. No solo porque explora el estrés post-traumático de una de las guerras menos mediáticas de la historia y que aún no ha llegado a su fin definitivo, sino también visualmente. Hace un uso astuto de tomas estáticas y encuadres simétricos, que nos da una sensación de lejanía e incomodidad hacia su protagonista. Como si todo lo viéramos a través de una ventana y no pudiéramos evitar lo que está pasando al otro lado de ella. Esto se afirma aún más cuando pensamos en la simbología de las primeras dos escenas y posteriormente el incidente de la paloma que el director recrea en su película. Su título “reflejo” puede surgir de ahí o también de la respuesta involuntaria que afronta Serhiy por los sucesos que recién vivió. O la unión de ambos.
No es una película fácil y digerible, pero tiene sus momentos de ternura y reflexión que pueden sacar unas cuantas lágrimas a los espectadores. La relación entre Serhiy y Polina está muy bien ejecutada, y reconforta saber que Vasynovych la basó en su propia relación con su hija. Es importante mencionar que Reflection no es una historia explotativa, al contrario, es respetuosa y sensible con la salud mental de sus personajes. No abusa de una experiencia real para generar imágenes sensacionalistas, algo que pasa a menudo en muchas historias de Hollywood con temática similar.
Valentyn Vasyanovych regresa a La Biennale después de haberse llevado el premio de Venice Horizon gracias a Atlantis (2019) y ahora compite en la categoría por el León de Oro.

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