Por: Montse Cuevas |@montse_cuevass
It’s a good day (to fight the system) de Alexandra Govere, no solo es un divertido himno pop para quienes buscan desmantelar estructuras opresoras en su día a día, sino que también, como parte de su banda sonora, personifica el callado espíritu disruptivo que exuda la nueva serie de Netflix: La directora.
Cocreada por Amanda Peet, actriz que funge por primera vez como autora-productora, y Annie Julia Wyman, académica con títulos tanto en Stanford y Harvard, La directora tiene como protagonista a la siempre magnífica Sandra Oh en el papel de la profesora Ji-Yoon Kim, quien viene de ser nombrada la primera directora del Departamento de Lengua Inglesa de la Universidad de Pembroke, donde se desvive por afirmar su autoridad, demostrar su valor y sembrar el cambio en un lugar que parece destinado a la obsolescencia.
En su nuevo cargo, a Ji-Yoon le toca resolver todo tipo de embrollos a un ritmo vertiginoso. Algunos son institucionales, como orientar y promover a la estrella académica en ciernes Yaz McKay (Nana Mensah), quien es la única mujer de color en el departamento y candidata a obtener la planta permanente, o tenure; hacer buenas migas con los docentes blancos de mayor edad (entre quienes destaca la agobiada profesora Hambling, interpretada por Holland Taylor) cuyos empleos corren peligro, ya que tienen las cifras más bajas de inscripciones en sus clases, pero reciben los salarios más altos; y enfrentarse al ultimátum constante de boca de la administración de aumentar la matrícula o hacer un recorte de personal.

Otros problemas son personales, como sus sentimientos inconvenientes hacia el popular profesor Bill Dobson (Jay Duplass), un autor viudo con tendencias autodestructivas; o el rol como madre soltera de Ju-hee (Everly Carganilla), quien es adoptada, lo cual crea fricciones entre madre e hija y con Habi (Ji-yong Lee), el padre de Ji-Yoon, quien no comprende por qué su hija vive eternamente ocupada y por qué su nieta no habla coreano ni parece interesarse por la cultura de su familia.
Con una sede de conocimientos como telón de fondo, La directora tiene carta blanca para abordar prácticamente la gama entera de temas sociales y culturales que permean el diálogo público actual: el racismo, la discriminación por edad, la hegemonía patriarcal, las cuotas de diversidad, la inequidad salarial por razón de género, entre muchas otras. Sin embargo, evita caer en discursos moralizantes y aterriza todo en un sentido del humor que es sofisticado (quizá algo kitsch) e incisivo en la sátira de la pretenciosidad particular de la élite académica. Si bien es cierto que una institución universitaria es un excelente escenario para abrir todas estas cajas de Pandora, no es necesariamente el contexto más cautivador.
El gran desafío que enfrenta la serie es el de normalizar una profesión con la que la mayoría de los espectadores tal vez no pueda identificarse: personas que buscan prestigio y estatus más allá del dinero, que tienen empleos vitalicios que les permiten reflexionar y explorar cualquier cuestión, autor o corriente que sea de su interés o área de especialización. No obstante, la trama encuentra la manera de superar este reto, pues, en lugar de glorificar las aulas de estudios de literatura como fuentes luminosas de inspiración, se da a la tarea de mostrarnos cómo los esfuerzos extenuantes de Ji-Yoon se ven entorpecidos una y otra vez por el racismo y el sexismo estructurales.
Más crucial aún es cómo nos demuestra que las universidades, por más que se nos presenten como baluartes del pensamiento progresista, en realidad son instituciones con una cultura conservadora profundamente arraigada, cuya mayor preocupación es retener los fondos que las mantienen a flote. La incómoda realidad es que, mientras estas instituciones sigan empeñadas en preservar las jerarquías y las desigualdades sistémicas que permiten que la rueda siga girando en la misma dirección, tanto el profesorado como el alumnado saldrán perdiendo.

Ahora bien, por oneroso que parezca todo lo anterior, cabe aclarar que esta comedia no es nada pesada de ver. Cada episodio fluye con un entusiasmo contagioso y, ver a Sandra Oh en jaque durante seis horas haciendo malabares con todos los enredos que le depara este universo es aún más divertido de lo que se imaginan. Como era de esperarse, la protagonista nos deleita con una actuación naturalista que acerca a esta esfera aparentemente inmaculada a la realidad. Además, dota cada una de sus interacciones con un grado tal de especificidad que se perciben las anécdotas implícitas que ha vivido con cada personaje que se le cruza.
Si hay algo que reprocharle a la producción, quizá sea la premura con la que busca concluir todos sus arcos narrativos. Con tan solo seis episodios de treinta minutos, este retrato irónico y minucioso de los académicos chapuceros que pretenden preparar a jóvenes adultos para una vida propositiva te deja deseando que el semestre durara un poco más. Otro punto tambaleante es el afán de la serie por abordar más y más cuestiones de actualidad, lo cual puede ser emocionante, pero también es una línea engañosa de caminar en tiempos de tanta polarización como los nuestros. Así sucede con el personaje de Bill, por ejemplo, que en el primer episodio hace un chiste que más tarde se viraliza y extrapola hasta valerle la etiqueta de simpatizante nazi. En esta subtrama, La directora puede llegar a reducir a los estudiantes a una turba enfurecida y restarles algo de credibilidad con tal de hacer de Bill una figura más compleja y empática.
De hecho, podría decirse que Bill es el personaje más “trillado” de la serie –el típico cuarentón imperfecto y ávido de afecto a quien se le perdonan muchas faltas en aras de su crecimiento personal–, y podría llegar a ser un factor disuasorio para algunos espectadores. Es por eso, tal vez, que Peet y Wyman se aseguran de darle toda la dimensión posible, anclada por una interpretación sincera de parte de Jay Duplass. Además, su química con Sandra Oh es más que creíble y entretenida para justificar la presencia del personaje. ¿Era totalmente necesaria esa tensión romántica? Quizá no. Pero al tener a Oh como el centro de gravedad en todo momento, sin temor a comprometerse de lleno con los momentos tanto dramáticos como cómicos, aquellos desentonos no ensombrecen las partes más brillantes de esta comedia dramática.

La presteza con la que La directora saca a la luz cuestiones tanto burocráticas como ideológicas hace que este proyecto sea un debut excepcional para sus dos creadoras sesudas, además de un prometedor inicio para el megacontrato que firmaron David Benioff y D.B. Weiss (creadores de Juego de tronos) con Netflix para producir varias series y películas en los próximos años. Peet y Wyman, junto con el director Daniel Gray Longino, crean un ambiente acogedor y auténtico para presentar su tesis, y confían en que su elenco será capaz de transmitir cada argumento con la gracia e ingenio que amerita.
A esta serie limitada quizá le hace falta un enfoque más certero y un cierre más sólido para realmente impresionar a las audiencias que esperan entretenimiento inmediato y garantizado, pero aquellos que gozan de una buena comedia perspicaz que cuece su humor a fuego lento, y que también saben de primera mano lo que es luchar contra el sistema desde trincheras modestas pero cruciales, seguro le darán a esta lumbrera el lugar destacado que merece en el catálogo de la plataforma.

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