Por: Alejandra Herrera
Aquí algunos hechos sobre mi proceso en el viaje “KOKOLOKO” que inició en 2016.
Estamos acostumbrados a consumir y creer toda fantasía que muchos medios y discursos nos venden acerca de lo que “se debe” entender por una mujer “empoderada”, una alegoría femenina que está por encima de todo y de todos, una exitosa empresaria que no “necesita” un hombre y que maneja un BMW mientras bebe “Starbucks” todas las mañanas; la realidad es que muchas mujeres luchan por sobrevivir día con día, luchan por todo aquello que no nos parece verdadero “empowerment”, algo tan “simple” como lo es la libertad de expresarse o de hablar; como sociedad aparentemente «progresista» hemos desvalorizado esas voces, esas situaciones nos parecen lejanas tanto histórica como geográficamente y lo peor, es que muchas personas no quieren ver esa lucha, esas muertes, esas vidas y mucho menos esos rostros; tal vez porque no les parece “políticamente correcto”, porque son “turistas” en su propio país o porque simplemente, les da miedo.

Hay que ver las cosas -como son-, hablarlas -como son-, sin la censura de lo que debe y no debe ser, sin pensar mucho en el cómo sino en el qué; debemos abandonar nuestro papel de jueces que ejecutamos cada día a través de nuestros likes o posts emitidos desde la comodidad de nuestro Facebook o Twitter… donde todos somos dioses omnipotentes a través de la cultura del “me gusta” y él “me enoja”.
Nos consumimos por catálogos: “Tinder”, “Facebook”, “Snapchat”; en forma de mensajes o seducción directa a través de las “nudes”…donde nos reconstruimos como simulacros en escenarios perfectibles que posteriormente nos dedicamos a juzgar.
Hemos perdido algo y nos hemos refugiado en el consumo de imágenes, en la sobresaturación de la comunicación a través de la tecnología de dispositivos a los que hemos llamado “inteligentes”; tenemos miedo de nuestro cuerpo y más aún del cuerpo del otro; la erotización humana se va perdiendo cada vez más, el mundo ahora es impersonal y ocurre EN los celulares, dentro de ellos ya no sabemos quién tiene mayor validez: ¿somos nosotros la carne que respira, come y bebe o somos el avatar-simulacro que creamos?

Gerardo tenía una consigna y de todo lo que sucedió fuimos causa y consecuencia; Marisol adquirió vida entre el sol de Mazunte, el Zika y la alta fiebre que causó en todo el equipo.
Dejando atrás mis filias y fobias, fui a mis más reptílicos impulsos y me permití vivirlos sin prejuicio, sin miedo y sin la autocensura que muchas veces nos resta poder humano. Estuve AHÍ, en esa real y honesta desocultación de los cuerpos, sin saber de lo que eran capaces, únicamente me otorgué a mi misma la premisa de llegar hasta las últimas consecuencias de explorar esa gran potencia que es el encuentro de dos cuerpos dispuestos a hablar desde sí mismos para otros, por los otros.

Deconstrucción que nos hace verdadera potencia, ser sensibles, eróticos, hablar sin una fórmula preconstruida: eso para mí es KOKOLOKO.
Por lo demás…vivimos nuestro nuevo ecosistema ubicado en Mazunte, como éste lo exigía; únicamente me protegí con bloqueador y un diario baño de ajo contra los mosquitos portadores de Zika, todos los objetos dejaron de ser accidentes, llegó un punto en que incluso los aromas del lugar, como el olor a ajo que desprendía mi piel o el aroma tan amargo del repelente contra mosquitos de Noé y Lalo, se integraban de manera tan perfecta que incluso por sí mismos podían contar la historia del universo de Mundo, Marisol y Mauro.

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