The Final Cut: Laurie Ann – Escribir sobre la imagen imperfecta

Por: Nuria González | @nuriaa666

Las personas trans en las películas suelen ser descritas y discutidas como conceptos abstractos y anomalías” escribe Caden Mark Gardner en su texto From the Margins: What the Archives Show Us About Trans Cinema and Audiences. En esta investigación publicada a inicios de año en Criterion, Gardner responde a la tradición cinematográfica cisexista con una visita a las profundidades del Digital Transgender Archive (DTA). La abrumadora  invisibilización propagada por la industria se debilita conforme el autor nos introduce a un legado subalterno de diálogos en torno a la representación trans* en el cine. Gardner traza una cronología de las primeras conversaciones enfocadas en las imágenes trans*, muchas de ellas difundidas en revistas gestionadas por la propia comunidad desde la década de los 60. Los esfuerzos del DTA nos obsequian una alternativa de resistencia contra la hegemonía instaurada en todo el medio. La restauración de estos archivos contribuye a que comencemos a desentender a cineastas, críticxs y espectadorxs cisgénero como participantes unívocxs en el intercambio de imágenes. 

Una de las voces que más brillan en los documentos recuperados es la de la crítica de cine Laurie Ann. A lo largo de la década de los 90, Laurie escribió una columna para la revista Ladylike. Su segmento ‘TVideo reviews: Crossdressing at the movies with Laurie Ann’ se alineaba con el activismo trans* revitalizado durante esa época.  Aunque sus textos eran presentados dentro del marco del entretenimiento, ella siempre escribía con escepticismo de las prácticas inclusivas dentro del mainstream y sus vínculos con la patologización de las personas trans*. 

La antología cinematográfica de Laurie Ann recupera imágenes defectuosas. Su crítica se remonta a producciones independientes y de bajo presupuesto en los 60, la mayoría apenas disponibles en tiendas de video dedicadas al cine de culto. En un esfuerzo por no conformarse con la representación en medios masivos, Laurie Ann desentierra obras de los géneros más inesperados. ‘TVideo Reviews’  recorre el cine de explotación (She-Man, Cambio de Sexo), los documentales clínicos (Let Me Die a Woman) y algunas piezas clave del art house internacional (Black Lizard, An Actor’s Revenge). A pesar de que en aquellos años Hollywood era sorpresivamente generoso con su atención intermitente, la accesibilidad del VHS inspiraba la necesidad de reconstruir el pasado de la comunidad, sin importar que tan rotas y distantes lucieran esas imágenes.

Still de Black Lizard (1968)

Cada una de sus reseñas nacía de un deseo por compartir. Las páginas de Ladylike estaban llenas de fotografías, cartas y entrevistas con mujeres trans y travestis. La revista era uno de los pocos medios de contacto para una comunidad que se diluía por todos los Estados Unidos. La cercanía con una audiencia entusiasmada por encontrarse se tornó en un eje crítico para Laurie Ann.  Más que denostar o denunciar al cine imperfecto y ocasionalmente malicioso,  Laurie solía descomponerlo con atención y cuidado. Las limitaciones técnicas y discursivas no le impedían encontrar esos pequeños detalles que hacían suspirar a sus lectoras. Siempre regalaba una escena, un personaje o una cita que resonara con un abanico diverso de experiencias trans*. Ante  la escasez de imágenes, su crítica propone nuevos canales de representación colectiva.

Todos sus textos encuentran vida a partir de un recuento sencillo y carismático de la trama de la película en cuestión. En un ir y venir de spoilers descubrimos la voz de Laurie Ann. Sus experiencias se entrelazan con los elementos narrativos y formales que poco a poco nos describe. Sobre el anime Ranma ½ señala, “Probablemente no sea intencional, pero la creación de Takahashi resulta en una linda metáfora sobre ser crossdresser. Ranma se siente en conflicto con su naturaleza dual.  Dice que le gustaría ser un un chico ordinario, lo que sea que eso signifique.  Pero también disfruta ser una chica y se refiere a ella misma como su secreto. De hecho, vive mucho de su tiempo siendo chica”. Laurie adopta a Ranma para ella  y su audiencia. El corazón de una persona que sólo podía vivirse fuera de los límites de lo visible comienza a crear sus propios referentes en el cine. Su mirada rehuye la pasividad del espectador tradicional. Ella indaga hasta capturar ese ser que permanece cautivx en el silencio.

Leer a Laurie Ann también se siente como responder a normas que aparentaban estar escritas en piedra. En su reseña del documental Ladyboys escribe, “Fue deprimente sabernos desviadxs. De cualquier forma continuamos.  Cada unx empleó una variedad de mecanismos para afrontarlo.  Muchxs nos seguimos vistiendo. Qué más da si estábamos locxs”. Su texto materializa un proceso de exploración que regularmente vivimos en la soledad quieta, vacía de nuestros cuartos. Las preguntas se amontonan en tu pequeño cráneo y el resto del mundo luce cada vez más lejos. Ese “Qué más da si estábamos locxs” es una nube que nos abraza. Un rayito de esperanza me ilumina cuando leo a una compañera habitar la disidencia en un orden que alguna vez creí inevitable.

Still de Ranma ½

Aunque la identificación envuelta en estas experiencias compartidas otorga sentido a ‘TVideo Reviews’, no me atrevo a afirmar que son el único elemento que las hace tan especiales.  La crítica de Laurie Ann manifiesta intereses y preocupaciones que raramente eran discutidos en los medios más establecidos y apegados a la cisnorma. En College Drag, Laurie compara  dos películas prácticamente desconocidas, All American Co-ed (1941) y The Belles of St. Trinian’s (1954).  Su acercamiento amigable y poco intimidante nos introduce a los patrones históricos de tensión entre el drag y el canon cinematográfico estadounidense.  Su postura se devela entrelíneas, con observaciones discretamente calculadas, como la inclusión de una larga lista de actores de Hollywood que han realizado representaciones escuálidas del drag. A pesar de que escribe con el afán de recuperar este cine olvidado, Laurie no descarta señalar las oscuras raíces de sus imágenes.

El creciente descontento de la comunidad trans* con el aparato médico y su constante patologización emergen en varias de sus columnas para Ladylike. Al discutir películas como Cambio de Sexo (1977) y The Christine Jorgensen Story (1970), Laurie Ann advierte los propósitos y efectos de la mirada clínica en el cine.  La curiosidad intrusiva de estas imágenes usualmente es culpable de reproducir atrocidades anti-cinematográficas con discursos cisexistas, tales como el cliché narrativo del doctor que describe procesos quirúrgicos detalladamente. Let Me Die a Woman (1977) engloba todas las frustraciones de Laurie. A lo largo de este documental, el eufórico testimonio de una mujer trans es interrumpido por las frecuentes intervenciones de un ‘experto en identidad sexual’. En los últimos renglones de su reseña Laurie reflexiona, “El precio de admisión lo vale con tan sólo ver a la mujer transexual puertorriqueña compartir su doloroso pero fascinante camino a la  feminidad.  Su felicidad y optimismo deberían ser reflejados en un nuevo título para el filme: Let Me Live a Woman”. A través de la palabra, Laurie concede dimensión a un pasado sometido a los deseos de otras miradas. Su escritura devuelve una imagen un poco más completa y cálida de las compañeras que nos preceden.

Still de Funeral Parade of Roses (1969)

Ninguno de sus quince textos disponibles pretende ser una selección definitiva de la representación de mujeres trans y travestis en el cine. ‘TVideo Reviews’ es una colección de trazos de esa esperanza que acompaña al acto de definirse. Más allá de su calidad y precisión, estas películas ofrecían un espacio para nombrar posiciones ocultas y restringidas. Encontramos señales de esta expedición personal en un lenguaje que cambia, se contradice y se desmiente con el paso de los años. La organización de los pronombres en los textos de Laurie Ann es caótica, irregular e inofensivamente divertida. No es hasta su última reseña sobre Funeral Parade of Roses que aparece la palabra ‘transgénero’ con todos esos significados que con el tiempo le hemos obsequiado. La escritura es un registro de los pequeños tropiezos en una búsqueda que hasta hace poco hacíamos con los ojos cerrados. 

La misma disposición a experimentar con la recepción de la imagen  yace en su relación con lxs intérpretes de lxs personajes trans en pantalla. Cuando una película seleccionaba actrices o actores cisgénero para el rol de una persona trans,  la principal preocupación de Laurie Ann era procurar el cuidado de las chicas representadas. A John Hanson lo desestima por su inexpresiva Christine Jorgensen, mientras que a Victoria Abril le regala un pequeño cumplido por su linda actuación como María José en Cambio de Sexo. Sin embargo, las mujeres trans, travestis y drag queens que sí formaron parte de las producciones reciben todo su amor. Figuras como Akihira Miwa, Pītā y Bibiana Fernández son atendidas con asombro y admiración. Sus biografías y trayectorias suelen ocupar cerca de la mitad de las reseñas. Su elegante presencia en muchas de estas películas era una invitación para que Laurie y sus lectoras se escucharan a ellas mismas. Voltear hacia el cine internacional se transformó en una alternativa para pensar nuevas formas de ser.

Muchxs de nosotrxs somos conscientes de que ciertas imágenes siempre nos faltarán (así es, estoy hablando de ti, Latinoamérica). Décadas vacías, un tiempo al que sólo conocemos desfigurado. Por suerte, también hemos tejido nuestras propias alternativas: leer a una persona que comparte esas emociones que sólo creías tuyas, atrapar esa mirada que no se deja intimidar por imposiciones narrativas y estéticas. El interés pasado y latente de muchxs críticxs trans* por encontrarse con el cine invita a reconsiderar una historia que tomábamos por escrita. La representación también se inscribe en las palabras de figuras misteriosas como Laurie Ann. Solo así, la imagen trasciende la abstracción y se convierte en una persona.

Nuria González

Soy una mujer trans. Estudio la licenciatura en Comunicación. Amo las películas de terror y a mis dos perritos.

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