Por: Esther Montes | @venuscirene
Con frecuencia escuchamos que en la industria del entretenimiento (dígase música, cine, televisión, o ahora redes sociales) abundan los llamados ídolos de barro, personajes que parecen tenerlo todo pero que en realidad son poseedores de una fragilidad que lejos de generar un sentimiento de protección por parte de seguidores y demás personas a su alrededor, despierta una fascinación enfermiza.
Estos teen idols, en su mayoría, no son un producto exclusivo de Hollywood. Basta con salir de esa burbuja y observar el llamado cine de arte para identificar que el éxito inmediato, el asedio de los medios, de los fans, la objetivación y esa asfixiante idolatría han marcado la vida de varios actores.
Los cineastas y periodistas Kristina Lindström y Kristian Petri reflexionan sobre este abuso infantil a través de Björn Andrésen en The Most Beautiful Boy in the World, documental en competencia del Festival Internacional de Cine de Sundance 2021, y que repasa las cicatrices del costo de la fama.
Para los amantes del cine de arte, el nombre de Björn es un elemento clave (sí, tal cual como si fuera un objeto) en la filmografía Luchino Visconti, el llamado padre del neorrealismo italiano. Con tan sólo 15 años, Björn se convirtió en una estrella mundial al protagonizar Morte a Venezia (Dir. Luchino Visconti, 1971), el drama amoroso entre un compositor de edad madura, Gustav von Aschenbach, y el joven Tadzio, un chico de una belleza e inocencia tan especiales, que con solo una mirada y una sonrisa enamoró a Gustav y al público.

Si bien los acercamientos entre los protagonistas son meramente platónicos, la obsesión del personaje de Gustav describiría a la perfección el efecto que Björn tuvo fuera de la ficción.
Morte a Venezia, una historia escandalosa para su época, convirtió a este joven que soñaba con dedicarse a la música en un símbolo sexual. Fue el propio Visconti quien marcó su destino al llamarlo «el chico más bello del mundo» durante la conferencia de prensa del Festival de Cannes de ese mismo año.
Y tal como lo describe el propio actor y músico –hoy un hombre de 66 años, que lidia con momentos de depresión y recuerdos dolorosos– todos querían una parte de él, algo que lo incomodaba, y te incomoda conforme avanza el documental. Y es que desde el inicio, los directores nos muestran la implacable búsqueda del Tadzio perfecto que llevó a Visconti a Rusia, Finlandia, Polonia y Suecia, donde apareció sin más Björn.

Sin saber qué sucedía, que se decían entre sí, observamos a Björn seguir cada una de las instrucciones que el aclamado director italiano le daba. Completamente ajeno a cómo se maneja la industria, es notoria su sorpresa y molestia cuando Visconti le pide quitarse la ropa. Los argumentos desde el lado artístico sobre el por qué de esta petición pueden variar, pero lo cierto es que tanto para este joven de 15 años, como para el espectador, la experiencia es más que incómoda.
Lo que sigue tras su descubrimiento es impresionante y lastimoso a la vez. Björn describe que en medio de todos esos viajes por el mundo, fiestas, reconocimiento, presentaciones, un éxito que parecía no tener fin mientras mantuviese esa aura de principito, se sentía solo, sin camino, ni claridad de quién era, ni de cómo pudo sobrevivir.
The Most Beautiful Boy in the World lleva a su protagonista y al público a reencontrarse con los lugares, las personas y varios momentos aterradores, como aquel donde el actor sueco relata su primera vez en un club gay, lugar al que llegó por deseo de Visconti.

Duele escucharlo contar que el director básicamente lo dejó a su suerte una vez que obtuvo lo que deseaba de él. Mientras su abuela dormía en su hotel en Cannes, con la tranquilidad de que su nieto estaba en buenas manos, las personas que debían cuidar al joven Björn lo alcoholizaron y lanzaron como carnada de propuestas y acoso sexual de quienes coincidieron con él esa noche, y olvidaron que se trataba de un chico de 15 años que no debía estar ahí. Björn revela que no sabe cómo llegó a su cama esa noche. Así de aterrador.
En la misma tesitura se percibe su paso por Japón, donde intentó construir una carrera como cantante y alejarse, sin mucho éxito, de la imagen del Bishōnen (niño bonito) que lo dio a conocer.
Detrás de esa sonrisa y mirada, muchos percibieron una tristeza que los atraía más hacia él. Ese vacío era real, nació en su niñez tras la pérdida de su madre y se profundizó con la maldición de su belleza.

Hoy, Björn Andrésen vive alejado de los reflectores que lo cegaron durante años; en soledad, trabajando en su música; sanando las viejas heridas que hoy parecen doler menos pero que igual duelen.
Aquel rostro que inundó periódicos, espectaculares y revistas conserva aún esa mirada de ojos grises que, en mi caso, no prestó mucho atención cuando lo vio en Midsommar. A partir de este documental, la escena en la que se lanza al vacío cobra otro significado.
El documental toca un tema que en años recientes ha visto la luz gracias a testimonios, documentales y docuseries sobre el abuso infantil de jóvenes actores y deportistas. The Most Beautiful Boy in the World es un ejercicio de reflexión sobre la forma como tratamos, hablamos y deseamos a esas estrellas que de la noche a la mañana se ven presas del efecto de su talento y belleza.
¿Qué tan partícipes somos de ese abuso como espectadores y consumidores de ídolos de barro?

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