Film Diary #LosCabos9: Plaza de la Soledad

Por: Alejandra Piña | @aletspi

Amor de cabaret que no es sincero, amor de cabaret que se paga con dinero, amor de cabaret que poco a poco me mata. Suena al fondo, pero al frente se desprenden risas sin saber lo que viene después: la mirada de Maya Goded y el espacio que abre para las mujeres a las que muchas veces olvidamos.

Anteriormente ya me lo recordaba Bellas de Noche, de María José Cuevas, y recientemente La Mami, de Laura Herrero Garvín. Y, aunque el documental Plaza de la Soledad fue estrenado en 2016, secundando un trabajo fotográfico y un libro, hasta ahora que forma parte del Festival de Los Cabos, tuve oportunidad de ser testigo de la lente de la autora y, sobre todo, de la vida de un grupo de mujeres que se reúnen desde hace años en Plaza de la Soledad de la CDMX, en los límites de La Merced.

Me detengo y pienso en cómo Maya Goded se convirtió en un referente personal sobre el periodismo y el documental. Este trabajo cinematográfico realza la belleza de la profesión, pero no solo eso, también deja clara la importancia de atestiguar a las mujeres y su sexualidad con el objetivo de romper estigmas.

Still del documental Plaza de la Soledad, de Maya Goded

Tras la lente, recorre toda parte vulnerable y fuerte de Carmen, Lety, Ángeles, Esther, Lupe y Raquel, con vidas que han transcurrido por décadas en aquel lugar que es habitado por fuentes, árboles, una iglesia, pero también por historias que van de la sexualidad, el amor, de la nostalgia y de ser mujeres en un país que les invisibiliza.

Todas ellas conscientes e identificadas como trabajadoras sexuales, desenmarañan un pasado colmado de prejuicios sociales y morales sobre el sexo. Maya Goded documenta cada fragmento desde una perspectiva de género en la que resultan agresiones, violencia física, emancipación familiar forzada y el orgasmo femenino.

Pero también hay detrás una complicidad inaudita que no es difícil de predecir, pues bastaron otros tantos años para que la autora transformara la hostilidad en un espacio transparente, empático y honesto para las protagonistas del documental; un universo donde el guión no existe, pero en el que alberga la unión y la amistad desde la espontaneidad. 

Still del documental Plaza de la Soledad, de Maya Goded

En un extracto del libro Ante el dolor de los demás de Susan Sontag, un ensayo sobre la representación iconográfica de este sentir en lo documental, señala que que “las fotografías son un medio que dota de realidad a asuntos que los privilegios o los meramente indemnes acaso prefieren ignorar”, y en este punto soy capaz de pararme en esos zapatos sin contradecir lo que he visto. Plaza de la Soledad nos relaciona con esos pesares, con los duelos que parten de una vida solitaria y de aceptación a esa condición. Y pese a eso, Goded nos presenta también la otra cara de la moneda: equilibra la angustia con la fuerza y brutalidad de enfrentar la vida, una que alberga también el placer y parejas que no cuestionan, sino respetan y comparten el trabajo de cada una de ellas.

Bajo esa premisa, hay algo que no me inquieta, pero sí me sorprende: la forma en que la narrativa sobre la responsabilidad afectiva se desmenuza. Podemos ver a un par de hombres (uno de ellos pareja de Carmen, en su momento), debatiendo sobre la relación marital con una trabajadora sexual; y por otra, escuchamos con detenimiento a las mujeres que tienen claridad sobre el sexo por placer y el sexo que se envuelve en sentires sobre alguien. Hay contundencia y congruencia, hay una enseñanza íntegra que nos da mucho qué pensar para replantear cómo nos relacionamos con los demás, a fin de reconstruir los vínculos humanos.

Y menos importante que eso, por el contrario, de gran reflexión, Maya encamina la luz de su cámara a los cuerpos que se sacuden todo tipo de tabúes. Quien dijo que a cierta edad no se puede disfrutar de una vida sexual plena y latente, no tiene idea. Plaza de la Soledad modifica esa versión conscientemente, nos permite encontrarnos con un poder extraordinario a través de las experiencias de cada una de ellas, donde la edad no importa, donde lo único verdadero es lo increíble de habitar el cuerpo.

Still del documental Plaza de la Soledad, de Maya Goded

Múltiples cuestiones, introspectivas y oportunidades para reflexionar desde qué punto hacemos señalamientos. ¿Desde el privilegio? Por supuesto que es tarea que no nos corresponde. Lo que sí podemos hacer es empujar a visibilizarlas aún más desde el lugar que tenemos, a recrear diálogos sobre sus derechos y, como dije en alguna ocasión, a hacer más cine sobre sus experiencias, todas llenas de sabiduría.

Plaza de la Soledad fue parte del programa del Festival de los Cabos, se proyectó gratuitamente en FilminLatino, pero si aún quieres verla puedes hacerlo en la misma plataforma por un precio accesible.

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Alejandra Piña:
Periodista y Publicista. Ha escrito sobre cultura, arte y música para diversas plataformas digitales independientes; fotógrafa de todo lo que ve.
Actualmente es Content y Project Manager en un agencia digital.

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