Por: Kathia Villagrán | @KathiaVC
Shirley era una de las propuestas del 2020 que más me interesaban. El nombre de la autora estadounidense —Shirley Jackson— se colocó en mi radar después de la popular serie distribuida por Netflix The Haunting of Hill House, ligeramente basada en una novela homónima de la autora; sumado a que la actriz Elisabeth Moss tiene un historial de proyectos interesantes y la carrera de la directora Josephine Decker se mueve en aumento dentro de la industria, y tengo que confesar que ver el nombre de Martin Scorsese terminó de cerrar el trato para mí con esta película.
La guionista Sarah Gubbins basó su guión en la novela del mismo nombre de Susan Scarf Marrell, y de manera casi instantánea convenció a Elisabeth Moss de unirse al proyecto. A pesar de que la novela narra un período de la vida de Shirley Jackson, la mayor parte de la historia se sostiene de elementos narrativos ficticios, lo cual la convierte en lo que la actriz reconoce como «anti-biopic». Se le ha catalogado parecer más una novela de Jackson que su propia biografía y yo no podría estar más de acuerdo, sin embargo, conocer parte del pasado de la autora puede resultar suficiente para sospechar que los elementos oscuros de sus historias poseían más verdad que fantasía.
Shirley nos narra los sucesos a través de dos matrimonios: Shirley Jackson (Elisabeth Moss) y Stanley Edgar Hyman (Michael Stuhlbarg) en una etapa avanzada de su unión y los recién casados Rose (Odessa Young) y Fred Nemser (Logan Lerman), inquilinos temporales de la primera pareja. Poco tarda en convertirse en la yuxtaposición de dos mujeres en diferentes etapas de su vida que empiezan a crear un vínculo íntimo y de complicidad que ninguno ajeno a la relación de ambas termina de comprender, exceptuando al espectador que es testigo de su desarrollo y evolución.

En la etapa en la que se desarrollan los sucesos de la historia, Shirley ya es una autora publicada, su salud mental va en evidente decadencia y su matrimonio es una especie de sociedad laboral más que un vínculo sentimental o pasional. Por otro lado, Rose se encuentra ansiosa por el comienzo de su familia y dada la imposición de género en aquella época, asume el rol maternal con su anfitriona; con el tiempo, la relación de Shirley y Rose se convierte en un constante ir y venir de cuidadora-paciente, mentora-alumna, hasta algo más cercano, más erótico, que la pantalla no teme en deshinibir.
Uno de los aspectos más cautivadores de Shirley es la conciencia que tiene sobre su protagonista, que por momentos se convierte en la anti-heroína de la historia, y no se retracta al hacerlo. Resulta interesante que sea así en un medio en el que se les trata como “genios” a los artistas problemáticos varones, mientras que a las mujeres que poseen características similares se les refiere como “complicadas”, Shirley es orgullosa de su trabajo y no parece arrepentirse nunca de sus acciones, es una mujer con agenda y muy avanzada a su época, cualidad que no tarda mucho en contagiar a Rose.
La dirección de Josephine Decker, la edición de David Barker —quienes ya habían trabajado juntos— y la música de la compositora Tamar-Kali son elementos narrativos de gran importancia, ya que envuelven a los espectadores en un espacio sofocante, mítico e intrigante. Juega bastante con el cambio de géneros pero mantiene el balance para no sentirse como una película desordenada. La voz en off de Elisabeth Moss narra algunas estrofas de la verdadera obra de Jackson a través de las escenas visuales, lo cual genera un misterio en la trama ¿qué tanto es real y qué tanto es producto de la imaginación de la autora?

Elisabeth Moss, como no era de extrañar, da una actuación fenomenal y sus compañeros de fórmula, Odessa Young y Michael Stuhlbarg, le siguen muy bien el paso. No me extrañaría en lo absoluto ver a las dos caras detrás del matrimonio Jackson-Hyman con varias nominaciones durante la temporada de premiaciones el siguiente año.
Shirley es una gema imperdible del 2020 y pueden ser testigos de su encanto durante el Festival Internacional de Cine de los Cabos, como su película de clausura el día 19 de noviembre.
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