Por: Alejandra Piña | @aletspi
¿Cómo visibilizar el lugar y la representación de las mujeres originarias en las diferentes dimensiones de nuestro contexto social y político? ¿Cómo preservar las costumbres desde la deconstrucción? ¿Cómo empujar a que sus libertades y sueños se realicen haciendo valer sus derechos? Son preguntas que me vienen a la mente después de leer un extracto del ensayo Género y Zapatismo de las Mujeres Indígenas de Márgara Millán. Se refuerza aún más con el cortometraje Kpaima que forma parte de la Selección Oficial de la 18º edición del Festival Internacional del Cine de Morelia (FICM) 2020.
Y aunque no tengo respuestas formuladas, me queda claro que aún teniendo el tema de género a la vista, ya no debería de tratarse solo de una cuestión de diálogo y debate, sino de accionar desde los feminismos.
Bajo esta premisa, Kpaima nos permite hacer una retrospectiva con base en los derechos de las mujeres originarias. Todo se traza desde la mirada, perspectiva y lucha personal de Norma Kpaima Robles Carrillo por frenar y –me atrevo a decir– hacer justicia a sus ancestras, fortaleciendo a las mujeres wixárikas desde una sabiduría resiliente.
Esto llevó a Norma a ser la primera mujer de la comunidad Mesa del Tirador, en Nayarit, en terminar sus estudios superiores en Ciencias de la Educación, con la intención de impulsar a más mujeres a prepararse y a compartir aprendizajes. Aunado a eso, dirigió este cortometraje en colaboración con Luis Manuel Hernández para dar voz a sus orígenes y vivencias rompiendo todo silencio.
En Girls at Films tuvimos la oportunidad de platicar con ella entorno a su estreno en el FICM 2020 y esto fue lo que nos platicó:
GaF: Norma, es un gusto tener este acercamiento contigo y que nos compartas experiencias sobre tu cortometraje Kpaima.
Muchas veces nos es difícil hacer autorretrato, pero tú lo hiciste de una forma sutil, crítica, enriquecedora y que pone en retrospectiva lo que significa ser mujer en la sociedad mexicana. ¿Cómo fue para ti todo este proceso?

Norma: Para mí ser mujer es una de las cosas más complicadas, entender el papel que jugábamos en la sociedad y dentro de la familia porque no podías tener ni voz ni voto. Cuando veía toda la carga de responsabilidades, yo decía “¿por qué nosotras tenemos que suplir todas esas necesidades y cuándo lo podremos hacer en conjunto?” Ser mujer implica no decir malas palabras, ni contestar, tienes que estar de acuerdo y todo esto me molestaba por que teníamos que callar, no podíamos decir nada; mi madre no decía nada ante todo eso.
En ese momento yo era una niña y no podía pelearme con los adultos, fui creciendo y entendí que eso no me hacía feliz. Yo quería cambiar ese ideología que la misma sociedad nos había inculcado sin saber que habemos muchas personas con quienes no estamos de acuerdo. Además, al tener sueños eres blanca de críticas porque la mujer no puede hacer tal cosa, no puede vestirse de tal manera y se nos niega toda esta libertad de ser una misma.
Cuando entro a la Universidad descubro otro mundo, otra manera de ver las cosas. Descubro que hay derechos y obligaciones y que tengo la opción de decir alzar la voz, de decir qué quiero hacer, pero también descubrí que no puedo culpar a quienes piensan lo contrario, puesto que es la educación y la formación que han tenido en casa. En estas circunstancias, tomé mi propia voz para manifestarme con mi propia familia y reconstruir mi espacio, primero conmigo misma para poder darle la voz a otras mujeres de manera respetuosa y amable como una forma de aportar.
GaF: Leí que cuando se difundió la noticia de que eres la primera mujer wixárika de la comunidad Mesa del Tirador en egresar de una carrera, el equipo de producción, junto con Luis Manuel Hernández, te buscó para plantearte el proyecto de filmación. ¿Cómo fue este acercamiento?
Norma: Cuando me contactaron no supe qué decirles, me quedé pensando en qué estaba pasando hasta que vi la nota, entendí que me estaban buscando muchos medios y personas que trabajaban en varios ámbitos. El acercamiento con Luis fue mi recurrente, ya que me comentó que quería trabajar una propuesta. Le dije que no sabía nada de esas cosas, pero él me fue explicando cada una de las áreas que dirigía en la filmación y me preguntó en cuál me gustaría participar.

El primer acercamiento fue muy complicado porque yo tenía mucha desconfianza, pensé que tal vez querían hacerme daño o sacar cosas de mi cultura. Fueron a buscarme hasta mi comunidad y fue ahí que los conocí, me explicaron todo y fue así que empezamos a escribir el guion entre los dos, discutimos todos los detalles en el rodaje y me enseñaron a manejar las cámaras, el sonido y todo. En realidad fue una experiencia increíble la manera en cómo podía contar mi historia y los cortes que tenía que hacer para mezclar situaciones. Sentí como si fuera viajar al pasado, a mi infancia. En el presente, este corto me ha cambiado la vida y la manera de verla desde otro contexto y desde otras circunstancias.
GaF: Platícanos de tu experiencia de codirección con Luis Manuel Hernández Rodríguez y con quienes conformaron todo el equipo que hicieron posible Kpaima.
Norma: Mi experiencia fue increíble, pues no me esperaba que yo dirigiera el corto. Cuando me explicaron cada una de las funciones, entendí cuál era mía porque me permitió diseñar el guion y cada uno de los detalles del rodaje. Con todo el equipo organizamos el hecho de decir: “esto es lo que vamos hacer sin folklorizar a mi cultura, sin decir cosas que arrebaten los saberes de mi pueblo.”

GaF: Sabemos que estudiaste Ciencias de la Educación en la Universidad Autónoma de Nayarit y, como lo comentas en el cortometraje, para ti es muy importante compartir conocimientos con las mujeres de tu comunidad. ¿Todo esto se complementa de alguna manera con tu acercamiento al cine?
Norma: Para mí es importante compartir mi experiencia con las mujeres de mi comunidad. Creo que es mejor que lo escuchen de una mujer que es originaria del mismo lugar y que crean que todo lo que quieran hacer, lo pueden lograr siempre y cuando haya voluntad por parte de ellas; pero sin olvidar sus raíces, pues si no saben hacia dónde vas, no sabrán a dónde dirigirse.
El cine me ha permitido dar voz a todas las mujeres que están en el mismo camino. También agradezco a esas mujeres valientes que nos abrieron los primeros caminos para construir todo lo que hemos venido buscando desde hace tiempo, y romper estos paradigmas que nos ha impuesto la misma sociedad. El cine es un espejo que nos permite expresar las vivencias, problemáticas y raíces que existen en México, ya que puedes hacer un llamado a la sociedad con lo que está aconteciendo en los rincones de los pueblos originarios, pues somos los menos visibilizados; esto nos permite a las mujeres indígenas de sangre protagonizar las historias de manera real.
GaF: Profundizando más con lo que vemos en Kpaima, nos permites entrar a los espacios más íntimos y de conciencia de tu vida. Nos compartes cómo es romper con el pacto patriarcal para ti y para tus ancestras. ¿Cómo ha sido ese proceso personal y por qué decides llevarlo a las pantallas?
Norma: Este proceso ha sido de los más difíciles en mi vida, pero también era importante reconstruirme como mujer, primeramente en mi espacio, en el lugar donde crecí, y después hacerle ver a mi familia, a mi padre, que no somos objetos, que podemos soñar, que podemos tomar decisiones en nuestras vidas.
Una vez que mi familia entendió esa parte, me dejó ser y sigo en este andar, pero ante la sociedad ha sido difícil, ya que han existido muchas críticas de parte de algunas mujeres de mi comunidad que me decían que porque ya estudié, me creo. Ese tipo de cosas me rompió el corazón, también al pensar que hay muchas mujeres que, como yo, viven violencia, pero no pueden manifestarlo.

Viendo esas situaciones, me animé a contar esta historia de mis vivencias, con la finalidad de despertar conciencias en otras mujeres que viven alguna situación de violencia y que también tienen sueños. Y qué mejor que esta historia se viera reflejada en una pantalla aunque tal vez mi historia no es la más extraordinaria, pero sé que más de una persona se sentirá identificada, así que tendrán motivos para seguir adelante y ser su propia versión sin olvidar sus raíces.
GaF: Veo en este trabajo cinematográfico un ejercicio de autoreconocimiento, ¿cómo fue equilibrar la mirada con perspectiva de género y de pertenencia?
Norma: Cuando yo descubrí que era libre, entendí que no teníamos que quedar bien con nadie; más bien, se trata de ser fiel con una misma sin afectar a los demás; esto también se debe a los valores que se nos ha inculcado nuestros padres y nuestra propia cultura, pero hoy en día se nos ha olvidado dar crédito de esos valores mujeres y hombres por igual como una manera de apoyarse mutuamente y que el amor sea recíproco.
En mi cultura, la mujer juega un papel muy importante: el de portar la jícara sagrada y eso es cuidar y velar por el bienestar de la familia, es ahí que descubrí que la mujer tiene que estar en la toma de decisiones, pero sin olvidar sus esencia como mujer y seguir sus sueños.
GaF: Cuando hablas sobre cómo es vivir en la comunidad Mesa del Tirador y cómo es vivir en la ciudad, queda muy claro el contraste social que existe. Personalmente, ¿qué te deja habitar esos dos mundos?
Norma: Soy afortunada de entender los dos contextos, puesto que esto me ha permitido entender los dos mundos de la vida occidental y la otra parte comunitaria. Esto me ha permitido crear mis propias ideas y mi manera de ser sin olvidar mis raíces porque esto me ha permitido construirme y reconstruirme como mujer, reconfigurarme ante los cambios en la sociedad sin dejar de ser yo.
GaF: Me dejó marcada la forma en la que muestras tus raíces. Vemos a una niña corriendo entre calles hasta llegar a la escuela mientras canta una canción tradicional, después te vemos a ti corriendo en los pasillos de la universidad, y luego hay una toma en la que aparecen tres generaciones y nos cuentas cómo influyó tu abuela en las decisiones que tomaste: correr por ti y para ti, correr hasta llegar en donde estás. ¿Qué significado cobró dirigir este tipo de escenas?
Norma: Para mí es importante mostrar estas tres generaciones porque decisiones me han permitido entender algunas situaciones en las que estuve involucrada y poder entender, en su momento, cómo vives de chiquilla, siendo una persona inocente que no tiene malicia. Vives con necesidades y no las ves porque piensas y crees que así son las cosas.
Cuando mi abuela me contaba sus vivencias tampoco entendía nada. Hasta que fui creciendo, pude darme cuenta de algunas cosas que me tocó vivir: ver a mi madre levantarse temprano o ver cómo lloraba en algunas ocasiones; cuando le preguntaba, solo decía “tengo un río en el cuerpo y cuando despierto, sale. Algún día te darás cuenta que también tu arroyito crecerá, cuando te duela el corazón”, y tampoco entendía nada.
Cuando grabé estas escenas, recordé mucho mi infancia y todas las carencias que pasamos. También me hizo recordar a mi abuela que ya no está con nosotros, pero sus palabras siguen vivas en mí. En la escena con mi madre entendí el sufrimiento que pasaba y, ahora que soy una mujer adulta, me doy cuenta que nada fue fácil, pero nunca se rindió; al contrario, siempre estuvo ahí para apoyarme y para compartir lo que tenía, aunque se quedara con las ganas. Realmente tengo una gran madre a la cual le debo mucho.

GaF: Kapaima se ha presentado en diversos festivales de cine del país y, al mismo tiempo, estás implementando programas de enseñanza muy importantes para las infancias de la comunidad wixarika; además, sigues preparándote profesionalmente. Con todos estos logros que se entrelazan entre sí, ¿te gustaría volver a hacer cine en algún momento?
Norma: Me encantaría seguir haciendo cine porque es una manera de romper con el silencio, es ser motivación para otras personas que están ahí sin saber qué decir.
GaF: ¿Qué les dirías a las mujeres que desean acercarse al cine o, mejor aún, que buscan hacer realidad sus sueños?
Norma: Yo les digo a las mujeres que todo lo que se proponen, se cumple. Si les encanta actuar, que se animen. Si les dicen 15 veces que no son aptos para esto, que lo intenten el doble de veces hasta conseguir un sí en algún proyecto. Si les gusta el cine, que se atrevan a grabar sus historias y a contarlas.
Leo y vuelvo a leer cada palabra de Norma Kpaima. Llevo seis páginas de este texto y podría llenar muchas más hablando desde el sentir que su experiencia me provoca: un inmenso amor, un colosal respeto, una admiración que trastoca cada rincón de mis entrañas.

No hizo falta emular posibles respuestas a las preguntas que planteé al inicio, ella misma las responde en Kpaima y en esta entrevista. Sin duda, me deja una sensación de fortaleza y de resistencia, de resistir aún más y de un infinito aprendizaje. Me abre los ojos como muestra de que el camino trazado existe y está atiborrado de acciones que han sido transformadoras de adentro hacia afuera.
Además, la mirada de Norma nos deja una gran lección como industria: nos hace falta generar más cine desde la mirada de mujeres originarias, es la manera más poderosa en la que podemos contribuirles para no ceder a más silencio, para romperlo de una vez.
Kpaima estará disponible en FilminLatino hasta el 1 de noviembre como parte del FICM 2020.

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