Por: Andrea Rendón |@andrearendon__
Este 2 de octubre llega a Netflix la tan esperada serie de Lily Collins: «Emily en París». Producida y actuada por ella, marca el regreso Darren Star, creador de la serie de culto «Sex and the City» a la televisión con una gran propuesta dirigida en varios capítulos por Zoe Cassavetes.

Los «chick flicks» y «dramedys» son parte de la cultura pop y por ende, de nuestra vida, (me declaró fan de muchos de ellos), así que esta serie cumple muy bien las expectativas que podríamos llegar a tener de ella.
Emily (Lily Collins) trabaja en una empresa de marketing en Chicago, en donde su jefa tiene un imprevisto y decide dejarle su puesto soñado en París, toma su lugar y se muda a la ciudad de ensueños por un año. Tras varios tropiezos y un mal inicio con sus compañeros, decide ver el mundo de otra manera y bajo sus propios términos.

La serie se centra en el personaje de Emily y todo su crecimiento personal, en sus amistades, amores, y como sus expectativas de la vida van cambiando conforme las experiencias que la vida le regala en París, la ciudad con la que muchos sueñan vivir por todo lo que representa: amores y romances inesperados, arte, cultura, comida y diversión.

Uno de los puntos centrales de la serie es la diferencia del pensamiento entre estadounidenses y franceses, el tratar de imponer un tipo de forma de ser con otros, mientras los demás personajes tratan de no perderse en costumbres ajenas y pretensiones de otro país, que en esta serie se puede sentir como la «capitalista» que viene a una empresa «de lujo» a querer dar acceso a más personas a las marcas más exclusivas y darles un toque diferente, a lo cual, se enfrenta con las costumbres de personas de otro país en donde los americanos pueden ser arrogantes y al temor de que sus ideas sean «más innovadoras». Es algo muy interesante de analizar, además del snobismo de algunos personajes y que claramente, la serie critica.

Al principio puede ser como «El Diablo viste a la moda» con una jefa como Sylvie (Philippine Leroy Beaulieu) bastante intimidante y amigos en la oficina que pueden no serlo realmente pero al final demuestran serlo. Conforme va avanzando la serie, Emily no es una persona que se deje intimidar tan fácil y va encontrando el lugar que le pertenece en la agencia. Es muy divertido ver como se mete en problemas y logra salir de ellos.

Es muy inspirador ver a un personaje como Emily, que como todas, tiene muchos matices con los que nos podemos identificar, ser soñadora y no perder de vista tus sueños. Los personajes de Camille (Camille Razat) , Gabriel (Lucas Bravo) y Mindy (Ashley Park) son bastante atinados en la serie y traen varios de los matices de una chick flick: el conficto interno entre lastimar a alguien por estar con quien amas, mejores amigas, aventuras en una ciudad hermosa y un amor inolvidable.

Como una apasionada de la moda, no tengo reparos en decir mi entusiasmo por el diseño de vestuario, el cual estuvo a cargo de Patricia Field y Marilyn Fitoussi, además de grandes marcas en el estilismo como Dior, Chanel, Ganni, Off White y Ellie Saab.

Otro de los temas de la serie es el «influencer mkt» y como este afecta a las marcas o puede llegar a tener consecuencias positivas o negativas para muchas de las personas involucradas en el mundo de la moda y los negocios de lujo; además de cómo las nuevas tecnologías y personas en nuestro círculo de expertise, nos hacen renovarnos o «morir en el intento».

«Emily en París» es una serie que vale mucho la pena ver en estos momentos, te hace recordar y fantasear con que estás en la «Ciudad del amor» comiendo una crepa y caminando por los Campos Elíseos en donde todo es posible.
P.D. Si te gusta esta serie, también te puede gustar el libro «How to Be Parisian Wherever You Are: Love, Style, and Bad Habits» de Anne Berest, Audrey Diwan y Caroline de Maigret.

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