Por: Ximena Chávez Prado| @centaureadivina
Alexandra Cuesta presenta para el Black Canvas de este 2020 un cortometraje que oscila entre lo experimental y lo documental, entre su vida privada y el exterior, entre el diario íntimo y la exposición: Notas, Encantaciones o en inglés Notes, Imprints (On Love). Imprints que en español se traduce como huella, sello o impresión y que nos permite dar un salto mediante la analogía a “encantaciones”, al “encanto”: ser hechizado, estar bajo el influjo de algo.
La directora crea una serie de imágenes que retratan en silencio la ciudad en la que existe: Binghamton en el estado de Nueva York. Crea postales de casas y jardines anónimos que parecen alejarse gracias al movimiento de un auto, de pálidos carteles de neón que no brillan bajo el sol, de rostros de los habitantes que miran directo a su cámara con curiosidad o que la evitan con timidez, de esa sensación que nos da cuando el sol calienta el pavimento y somos los únicos en la calle para sentirlo, del sonido estático y casi invisible de la nieve cayendo sobre el patio. La mirada de Alexandra va de los edificios que la rodean a las plantas de su propia casa, a la luz que entra y al retrato cercanísimo y, sin embargo lejano, del hombre que tiene enfrente.

Así de simple es la cinta de Cuesta, una especie de diario íntimo sobre la contemplación y el diario ejercicio del estar. Nos muestra todo lo que ve en su día a día, devela sus sentires y pensares mediante la propia emoción que da la imagen y una que otra frase que de pronto irrumpe en ella, confesando lo doloroso y los confuso. Expone lo que la emociona y la hace pensar. Incluso es como si nos invitara a ver pasar las estaciones con ella y en medio de ese diálogo entre el espectador y la imagen, con algo de suerte nos convertimos en Alexandra Cuesta y vivimos su vida. ¿Qué tanto hay de ella en lo que vemos y qué tanto hay de nosotros?
Imagino que éste corto es un poco como el lenguaje de las plantas o el de los animales y que la directora busca contarnos una parte de su vida que con palabras solo se volvería intraducible, de ahí que sea necesario ver las cosas como ella lo hace. A la vez no deja de sentirse la presencia de una lengua secreta entre ella y lo que la rodea; así como me es imposible saber qué le dice la violeta a la orquídea que mi madre tiene en la cocina pero puedo participar, desde lejos, de eso que les ocurre en el silencio vegetal.

El corto de Alexandra me recuerda una idea con la que inicié el año y que se selló en mí: la importancia de contar lo cotidiano. Eso y, aunque suene cursi, encontrar el encanto y el amor que hay en lo que nos rodea. Un mensaje que, sobre todo ahora que el exterior no existe si no es desde el peligro, nos ayuda a sobrevivir. Y cualquier cosa puede ayudar a sobrevivir. O a estar, a simplemente ser y sentir como la planta que disfruta del rayo del sol en silencio.
¿Qué de todo lo que vemos día a día se nos imprime en la memoria?
Deja una respuesta