Por: Linda Marine | marinetwiteando
En una disonante entrada, Annie MacDonell y Maïder Fortuné nos introducen a su cortometraje experimental con una imagen inquietante y difícil de ignorar: una mujer cuyo rostro digitalmente intervenido nos ve directamente por unos segundos, parece examinarse y examinarnos con una expresión que logra cavar en nuestra comodidad, dando la impresión de asomarse a través de la pantalla para escarbar entre nuestros pensamientos. Esta mujer, una maestra de arte, narra por medio de un voice over a lo largo de todo el cortometraje su experiencia a un lado de E., su prominente y enigmática estudiante cuya obra y desarrollo artístico las llevaría a ambas a reconocer el verdadero lazo que envuelve a todo en el universo.
La idea de un individuo como un ser aislado en el universo es una percepción que se puede refutar dentro del planteamiento de Communicating Vessels. Como su título lo indica, el cortometraje canadiense parte desde este concepto, el cual indica la forma en que un líquido puede moverse entre dos recipientes unidos bajo las leyes de la gravedad y la presión, experimentando con su estancia en cada cuerpo hasta encontrar su equilibrio entre ambas partes. Este hilo de sentimiento común funciona como una alegoría para hablar sobre la infinidad conciliada en la indivisible interconexión que guardamos con todos los seres del universo. Esta idea, donde los niveles de conciencia se ven razonablemente cuestionados, promete ofrecer al público un espacio donde se verá fuertemente tentado a reevaluar los límites de su percepción.

Communicating Vessels se presenta como un laberinto filosófico en donde la auto-exploración del ser corre por diferentes y disruptivos caminos donde el constante, pero suave impulso por la develación de la conciencia se siente como un viaje en el que uno, como forastero, se ve inspirado a redescubrirse a sí mismo y a la realidad que trasciende en las relaciones que tenemos. En el cortometraje, la historia de la maestra y de E. va continuamente enfrentándose a la deconstrucción de sus relaciones para eventualmente descubrirlas y aceptarlas como una conexión innegable a raíz de un eléctrico detonante, que no es sino la enérgica potencia que encuentran en sus propias relaciones entre ellas, consigo mismas, y con sus creaciones, tanto humanas como artísticas.
La maestra, interpretada por Fiona Reid, ensimismada por la rareza de su alumna, invita a que E. nos cautive a nosotrxs también al describir la profundidad, extrañeza e intensidad con la que esta elaboró sus trabajos. El cortometraje nos presenta los videos experimentales de E., los cuales en realidad son una recreación de obras preexistentes de artistas como Lygia Clark y Dennis

Oppenheim, algunos pasando con un ligero desfase de su correspondiente narración y permitiéndonos contemplar intuitivamente sus trabajos a partir de lo que vamos conociendo sobre ella y en cierto momento, puntual al revelarnos el significado tras algunas de las obras. Su aparente despreocupación, su sensibilidad a lo implícito, su inteligencia y su andar poco convencional presentes en la narración de su tutora y en la gran sensibilidad impresa en su arte conceptual son algunas de las características que nos permiten hacernos una idea de la enigmática persona que tanto estamos intentando descifrar.
Dada su elevada condición creativa, se explica que E. pasaba mucho tiempo llevando a cabo experimentos artísticos, los cuales presentaba a su maestra constantemente para intercambiar opiniones. Esto creaba en la maestra una sensación de entusiasmo y orgullo, según narra, pero también atónito y temeroso reconocimiento ante la poderosa y desafiante fuente de incertidumbre que iba, venía y mutaba en esta relación. Con una ascendiente profundidad, el propósito del cortometraje se fortalece al presentar esta interacción como una serie de encuentros sencillos, pero que evolucionan cuando van asimilando que son verdaderamente íntimos y significativos, por la unión que existe en la oscilación de sus mentes hechas una sola.

Estos encuentros parecen pasar cautelosamente de una discusión sobre proyectos a formar una compleja trascendencia en la que E. y sus ideas viven en la mente de su maestra, entrando con la sencillez con que resulta el abrir una puerta para habitar un espacio. Esta idea de cómo la vida es esencialmente compartida entre todo lo que existe es lo que las escritoras, directoras y editoras de Communicating Vessels, Annie MacDonell y Maïder Fortuné, buscan extender en la aproximada media hora de duración del cortometraje.
Con imágenes sobrepuestas y creaciones experimentales que parecen salidas de un sueño, revelaciones inesperadas que conmocionan y una aguda tensión sonora, el cortometraje es un atinado acercamiento poético al arte como un punto de mediación entre distintas realidades a través de una aproximación meditativa en la forma de disponer de la experiencia humana en pantalla. Fuerte y absorbente, Communicating Vessels brinda una experiencia fílmica intrigante que empuja los límites de la creación fílmica común al experimentar con la representación visual de aquello que resulta difícil y casi incomunicable a través de palabras o las mismas imágenes.

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