Por: Ximena Chávez Prado| @centaureadivina
Cortometraje de Gustavo Gamero, quien antes presentó su galardonado cortometraje Antes de entrar, permita salir (2018), vuelve con una historia de desamor como el título nos deja adivinar. La obra se centra en el nacimiento de un vínculo entre Daphne y Mafer, dos chicas que se conocen en una alberca. Tanto la naturaleza breve de la cinta como la del espacio en que se desarrolla, el hotel como lugar que habitamos apenas unas horas, comparten esa característica de los vínculos que los jóvenes generamos hoy en día. Instrucciones para soltar hace una clara referencia al cuento de Cortázar, autor que ha marcado a la generación millenial más por la separación entre la Maga y Oliveira que por el salto imposible de la rayuela al cielo. Por supuesto, muy sintomático de las dificultades y retos afectivos que vive una generación.

El metraje tiene la virtud de retratar una relación lésbica sin fetichizarla ni recurrir a la pornografía como ha sucedido con otras obras sobre el lesbianismo realizadas por hombres; al contrario recurre a una mirada delicada y respetuosa, dándoles su espacio e incluso alejándose del vouyerismo de la cámara. Además, como ya dije, sitúa su historia en el contexto actual lo que dirige la conversación a los problemas que viven las mujeres sáficas en el contexto religioso y mexicano donde los demás todavía “no saben”.
Por otro lado, Gamero retrata el duelo desde lo individual, el silencio y el reflejo. Muestra una nostalgia muy particular de la juventud, esa que existe aunque no se tenga demasiado que añorar y la hace más dolorosa de lo que podría ser. Los múltiples espejos en los que se mira la protagonista ayudan a subrayar su soledad y como el dolor es algo que la atraviesa solo a ella.

También se centra en el ritual de verse y estar con una misma a través del hacer cotidiano de tareas como bañarse, maquillarse, vestirse. Actividades que las mujeres hemos aprendido a hacer no solo como parte de nuestro día a día, sino que permean la tradición de todo eso que hacemos al terminar una relación como aquello de cortarse el pelo. Acciones que se realizan en soledad e implican el cuidado de una misma; pero que además se resignifican en el duelo; que subrayan el sentimiento de soledad y el cambio interno que experimentamos al ser atravesadas (y atravesados) por un vínculo afectivo. Todo sin intentar enviar un mensaje “empoderante”, solo retratándolo.
La cinta no sólo habla del vacío que sentimos al hacer todo aquello que antes se compartió en pareja, muestra también el eterno contraste entre el espacio y el cuerpo: al hotel vamos por una noche, pero estamos aislados en nosotros mismos toda la vida.
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