Por: Linda Marine | marinetwiteando
La herencia que la ciudad deja a todxs quienes vivimos en ella es la de hacernos ir y venir en un constante apuro que la mayor parte del tiempo nos priva de descubrir el carácter único y enigmático que reside en todo lo que nos rodea. Atmósferas (2019) de Leinad Pájaro de la Hoz contrarresta esta normalidad al emerger como un detenido, tranquilo, pero colorido trayecto por una Cuba al natural, en donde cada segundo pareciera esperarnos hasta que logramos contemplar la realidad más allá de lo superficial.
Atmósferas nos hace regresar a la normalidad pre-cuarentena, en donde era muy común que en el momento en que nos encontrábamos cerrando la puerta de nuestra casa para empezar el día, ya teníamos una idea de lo que podíamos ver, escuchar y hasta oler en los próximos minutos: Tal vez lográbamos percibir el fresco aroma de las flores recién bañadas por nuestra vecina, escuchar al vendedor de periódico o ver a señoras del vecindario compartiendo la primera caminata de la mañana con sus canes. Podíamos saludarles y hasta intercambiar un par de palabras a raíz de la confianza y la costumbre del pasar de los años, pero ¿Qué tan bien les conocíamos?
La idea que propone Atmósferas plantea esta pregunta al capturar la esencia de un día común por una calle en San Antonio de los Baños, Cuba, en donde el suave andar con el que se desplaza la cámara nos permite observar con un rico detenimiento a las personas que visten a distintas superficies de la cotidianeidad cubana. Este sereno, pero agudo conjunto de vistazos, lejos de limitarse a ser un retrato continuo de diferentes casas y personas, nos ofrece once minutos de inmersión en la vida las personas y los espacios vistos a lo largo del cortometraje. Aunque no nos es posible distinguir un diálogo como tal, la obra habla a través de la interacción entre las personas, su expresión y los espacios que estas poco a poco van definiendo y clamando hasta hacerse unx con ellos.
El cortometraje de Leinad rescata una amplia diversidad de realidades a lo largo del recorrido que emprende. En este paseo por la vida convergen niñxs patinando libremente, señorxs platicando con un enfoque natural, personas caminando con un rumbo aparentemente fijo y otras cuyo semblante evidencia lo distantes que están de lo que su vista les presenta, niñxs jugando con una pelota, personas divirtiéndose a lo lejos de la visión del espectador y una mujer que, curiosa, parece ocultarse tras un umbral. Tal ininterrumpido viaje entre las personas que comprenden a una comunidad conforma una especie de rompecabezas, en donde cada una de las piezas son diferentes, pero crean una imagen común: Rostros dulces, espacios vacíos, siluetas burbujeantes, rostros confundidos, pasatiempos sencillos, interacciones cálidas, rostros concentrados y figuras despreocupadas, cada uno un mundo distinto, pero coexistiendo en un mismo lugar.
Todo esto, combinado con los sonidos naturales del entorno en el que se desenvuelve la obra, hacen de Atmósferas una experiencia muy real en la que encontramos la oportunidad de sentirnos más próximos a lo que vivimos todos los días, pues no sólo asumimos nuestro rol de espectadores, sino que nos acercamos a interiorizar mucho de lo que acontece frente a nosotrxs, desarrollando un sentido más consciente, empático y sensible ante nuestro día a día. La narrativa del cortometraje está escrita en parte por el espacio, quien se encarga de trazarlo como una experiencia contemplativa que estudia la realidad humana y su relación con todos los elementos que la orquestan. Por otro lado, también resulta necesario reconocer la importancia de la presencia de las personas, pues en este espacio son quienes funcionan como un espejo que inspira a observar la realidad propia.
Atmósferas induce a registrar nuestra conciencia, pues nos detiene a cuestionarnos sobre la profundidad que realmente reside en lo que vemos allá afuera. ¿La plática entre esas personas es sólo una conversación superficial sobre el necesario bacheo de la calle o se trata de un intercambio de palabras más complejo que busca dirigir una interacción banal hacia una extendida conversación con el fin de acolchonar algún vacío, amortiguar la soledad o evadir cierta tristeza?
¿Dónde encontramos la delgada línea entre lo que puede ser y lo que es? ¿Con qué tanta claridad entendemos el semblante de a quien vemos todos los días? Sin duda, la obra de Leinad es una invitación a explorar el exterior con un lente más agudo, en el que debemos reconocer la esencia de diversas rutinas, experiencias y expresiones que, algunas hechas con paz, otras con temor y otras en un punto medio, inevitablemente se cohesionan y se convierten en una de muchas atmósferas.

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