Film Industry for the Girls

Por: Paulina Abril Vázquez Reyes | @vzquez_pau

“Dame señor la fuerza de las olas del mar, que hacen

 de cada retroceso un nuevo punto de partida”

Gabriela Mistral 

Hace falta respirar profundo para palpar el piso y comprender que el ahora, el cotidiano e infinito presente es lo único que contiene nuestra carne, nuestra inestable existencia corpórea.

Hay versos y algunas estrofas, que surgen azorados y certeros para darle forma a esos poéticos filmes que siempre se abordan desde la más genuina espontaneidad.

Dominga Sotomayor explora siempre los límites del lenguaje haciendo parecer que en sus filmes nunca sucede “algo” porque en realidad todo el tiempo, aquello realmente importante les está sucediendo a todos. “Mar”, es un claro ejemplo en el que podemos ver muy concretamente a través de la mirada fresca de Dominga acompañada de toda la energía de Lisandro Rodríguez. Observamos mansamente aquellos guiños de los sentimientos, preocupaciones y momentos de sus personajes que en su sencillez se vuelven magnificamente profundos. El silencio se adorna de ligeros y ambarinos sonidos que casi se pueden tocar entre los días soleados y las tormentas marítimas. 

Esta historia se desarrolla en un ambiente cargado de la monotonía que vive una pareja en sus treintas, de allí la razón de que Martín (Lisandro Rodríguez) y Eli (Vanina Montes)emprendan juntos un nuevo viaje en el que nada está por sentado. Sus miradas no se cruzan, las palabras más certeras son las que Eli enuncia frecuentemente al buscar respuestas en los horóscopos mientras Martín plática en la playa con un niño que apenas comprende colores y quizá tampoco la totalidad de los números del uno al diez. Se sincera inconscientemente con su pequeño compañero sobre la arena: “Estoy triste porque me abandonó mi novia”. 

Los días pasan y sin embargo permanecen juntos; comparten las noches abrazados, reconociéndose con el contacto en medio del sueño. Es entonces cuando esta tranquila y constante monotonía en la que esperaban la oportunidad para reconectarse aparece abruptamente un personaje desfachatado que a muchos nos resulta conocido: la madre de Martín interpretada por  Andrea Strenitz. 

Este personaje desinhibido y apasionado por el vino interrumpe la dinámica de pareja para emitir incansablemente su opinión, compartir sus múltiples y vergonzosas memorias, hasta insertarse en el dormitorio de la pareja que ya al dormir ya no se toca. 

Esta historia filmada en tan sólo 8 días nos da justo la información que necesitamos para comprender por qué arde, por qué calla, por qué se alejan. No es un melodrama en el que se resaltan los sentimientos o los pasajes emocionales de sus personajes a partir de la intervención musical, sino todo lo contrario: el sonido de la noche, de la tensión y el tedio nos dan un panorama contundente que les enmarca en todos sentidos. 

Durante todo el filme Dominga observa las situaciones de la crisis y se apropia de las circunstancias para darle profundidad a su reflexión fílmica. En concordancia con lo anterior Martín se refleja en el agua mientras se hunde en la mañana. Eli se refugia en una pequeña casa infantil que acoge su cuerpo y su madre una vez confesada, empapada y amarga de vino vuelve a tomar su camino dejando al aire sus errores junto con todo aquello que ya fue dicho. Su existencia se re-dimensiona cuando se pone en perspectiva con la muerte. ¿Ya qué importa todo cuando la vida es tan sorpresiva y abrupta?, ¿Qué más espera uno perder después de una tormenta? 

Por tanto el riesgo, la improvisación y la sensible colaboración que 6 personas entretejieron durante una escapada a la Argentina,dieron vida a este liviano pero sustancial filme que nos recuerda la importancia del ahora, la belleza del cotidiano y la nostalgia del ayer.