Review: No sucumbió la eternidad, o cómo el testimonio de los otros nos libra del olvido

Por: Yara Salgado | @YaraSalgado7

«A veces siento que si yo estoy, él está. Si yo no lo olvido él está.»

Liliana

Si hay alguien –o algo- que atestigüe nuestra existencia seguimos existiendo, ya sea mediante un recuerdo, alusión, o porque alguien se refirió a nosotros por nuestro nombre. O al menos eso es lo que piensa Liliana, quien en el acto de dar cuenta de Arturo nos recuerda la importancia de resistir ante esa lógica imperante que nos quiere hacer creer que somos masa uniforme de fácil reemplazo o fuerza de producción perfectamente sustituible.

Y, a pesar de que Arturo se encuentra desaparecido, a través del testimonio de Liliana sabemos quién es él, así como también descubrimos quién es la madre de Alicia, con quien comparte más que el nombre a pesar de nunca haberla conocido, ya que fue desaparecida junto con otros militantes de la Liga 23 de Septiembre durante la Guerra sucia en los 70s.

En «No sucumbió la eternidad», la periodista y documentalista Daniela Rea pone a dialogar las historias de dos mujeres, Liliana y Alicia, en un fabuloso testimonio audiovisual que nos recuerda que la atención y el crédito que le otorgamos a la palabra  de los otros nos permite conocer intersubjetivamente una realidad, que la mayoría de las veces, busca reducirse a cifras y discursos oficialistas que nos llevan a un punto ciego del que poco comprendemos.

Porque hablar de la desaparición forzada en México desde la retórica falaz de la guerra para querer explicar y justificar las violencias asociadas al Estado y al narcotráfico, se ha convertido en el pan nuestro de cada día, pero más allá del constructo infame que ha centrado la atención en superficialidades, poco o nada sabemos de aquellos que se encuentran atravesados por el dolor de la ausencia de sus seres queridos, ¿quiénes son, cómo viven –o sobreviven-?

Por ello, estamos ante una película que más que un documental sobre la desaparición forzada, hilvana los testimonios de dos mujeres que resisten e intentan vivir desde la cotidianidad de sus actos y rutinas, la determinación que tienen para “no ser un desaparecido de la vida uno mismo”, convirtiéndose en la fortaleza de otros miembros de su familia.

La cinematografía evoca el trabajo de Patricio Guzmán, influencia que la propia directora ha aceptado en algunas entrevistas. Tanto la filmografía del cineasta chileno como No sucumbió la eternidad, son documentos vivos que a través del lenguaje cinematográfico nos recuerdan el valor socio histórico del testimonio.

Que aquellos que a pesar del miedo y el dolor, de encontrarse suspendidos en el tiempo a la espera de respuestas y justicia, resisten con su palabra y sus recuerdos: con su ser. Porque mientras exista la voluntad de testimoniar y la voluntad de escuchar, se construirá la memoria. No nos perdemos

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