Review: Ya no estoy aquí — Ulises en el México que se nos olvida ver.

Por: Brenda Marquezhoyos |@capmaryos

Para este punto, más que una recomendación sería una afirmación de lo que todas hemos visto. Trato de no repetir, pero da gusto que desde el día de su estreno, sea una película que causó curiosidad. También causó polémica y fue sujeta de comentarios clasistas, ¿o mejor los reconocemos racistas? Ya no estoy aquí es la historia de un adolescente de 17 años, Ulises, un chico que se expresa a través de la cumbia y que parece refugiarse de su realidad en el género musical y de un México que está presente pero parte del mismo país quiere fingir que no existe.

La construcción de una identidad a través del acceso a la web, es algo que en la generación de Ulises apenas nacía, para ese entonces internet era más exclusivo y común de los cibercafés. Las computadoras al igual que los teléfonos inteligentes eran lujo de algunos, el iPod era algo aún más raro y las redes sociales eran vistas como blogs. Es la gestación de las relaciones personales a través de la red. Para las limitaciones económicas del protagonista, el acceder a un reproductor MP3, era algo que lo completaba y lo hacía feliz. Traer su música portátil, bailar con los audífonos o el poder compartir con otros al usar un amplificador. Ese aparato le permitió llevar su esencia, y le sirvió como puente para recordar quién era aún cuando estuviera lejos de su hogar.

Dejando de un lado la vestimenta, la música, el baile y la estética alrededor de los personajes, –aclaro, no es en contra de la cultura kolombia– más bien es recordatorio de un estado que dejó a su juventud, un gobierno que expuso a los jóvenes a la violencia y un Felipe Calderón que le dio rienda suelta al narco. Una de las escenas más fuertes es cuando se nota la transición de cholos a sicarios, un ejemplo de violencia reclama violencia; la decadencia de la población más vulnerable por tener sueños y anhelos, la juventud. La violencia y la pobreza no es algo de lo que México se debe sentir orgulloso, pero es algo que se vive y es un error fingir que no existen, que los problemas más graves son en los colegios privados de gente blanca y adinerada, o al menos lo que representan otros productos de Netflix con protagonistas de edades similares.

Fernando Frías trazó una historia de barrio bravo, no trató de romantizar los hechos, sino que nos acerca y nos humaniza al respecto. Otro punto importante es que no caricaturiza a los personajes, tanto Juan Daniel García Treviño como el resto del elenco, son debutantes de actuación con el largometraje. Por ello se siente esa naturalidad, aunque ciertamente el movimiento kolombia, a su casi desaparición fue motivo de una investigación amplia de pre-producción y preparación constante de personajes. Con paso contundente, Ya no estoy aquí, se galardonó en el Festival Internacional de Cine de Morelia de 2019 y finalmente en fue estrenada el 29 de mayo por Netflix.

En medio de la cumbia y de jugarle a los “matones”, el grupo de los Terkos se ve desafiado por verdaderos sanguinarios que reclaman el territorio. Como golpe de “suerte”, Ulises logra sobrevivir al altercado pero su vida y la de su familia se ve amenazada. Monterrey al ser vecino de Estados Unidos, consigue ser la fuga de escape de un chico sin rumbo y que no habla inglés. ¿Qué le queda? Llegar a Nueva York donde no se puede comunicar y en el que los más “cercanos” también rechazan su identidad como kolombiano. 

A pesar de las inclemencias del lugar, la peculiaridad de Ulises siempre encuentra cómo brillar, su semblante duro, en ocasiones le impide verse vulnerable. Es un chico que ama bailar, y parte de su hilo conductor –tal cual el de la película– es la música que escucha mientras recuerda por qué está donde está.

Uno de los mejores momentos es cuando llama a atención de Lin, una joven de ascendencia asiática, pariente del dueño de la tienda, cuyo cuarto de azotea funciona como escondite del kolombiano. Ella siente una inmensa curiosidad por la apariencia de aquel chico con el que no se puede comunicar con palabras, sin ningún antecedente peyorativo de su apariencia, decide que le agrada. Incluso trata de adoptar el estilo e incursiona en el abismal mundo de significados de la palabra “verga”. 

No es una historia de final feliz, se trata de supervivencia y resignación de un “Aquí nos tocó vivir”, como diría Cristina Pacheco, en este caso, un tanto triste de mencionar. A veces la situación de un país condiciona mucho más de lo que se cree y no importa cuántas ganas se tengan de salir, simplemente hay que resistir. Ulises podrá cambiar su apariencia con tal de salvar su vida, pero la música vive en él, la cumbia es su motor.

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