Review: Saving Face de Alice Wu

Por Amira Ortiz | @unazuara

¿Qué elementos componen a las llamadas feel-good movies? Bajo la lupa crítica reconocemos los convencionalismos, la estructura aristotélica, el diálogo complaciente y la resolución positiva. Aceptando que de lo anterior pareciera que todo ya está dicho y escrito (y filmado), no podemos evitar simpatizar con ello. Y acaso, ¿por qué no habríamos de hacerlo? Esta es una de las primeras reflexiones que me dejó la comedia romántica Saving Face (2004), debút cinematográfico de Alice Wu. 

A sus 28 años, Wil (Michelle Krusiec), una joven cirujana neoyorquina de origen chino, tiene un futuro profesional prometedor. A sus 48, Ma (Joan Chen) -su madre- es reconocida por su comunidad por ser una mujer abnegada y una viuda ejemplar. Las dos están inscritas en las expectativas que la tradición china dicta, aún estando en territorio estadounidense. Y en la imposición del rol perfecto, algo menos que el ideal no es suficiente. Es por ello que Ma orquesta encuentros entre su soltera hija con prospectos de novio. Y Wil, que entiende el papel de la autoridad en su familia, la complace, aunque a ella le gusten las mujeres.

Pero Will no es la única que “guarda las apariencias”. La protagonista verá alterada su vida en solitario y el reciente romance con Vivian (Lynn Chen), un talentosa bailarina, cuando su madre aparezca en la puerta de su departamento. Expulsada de la casa de sus padres, Ma se instalará e impondrá su estilo y exigencias en el espacio de su hija. Pronto Wil redescubrirá a la mujer que la crió, la misma que en nueve meses volverá a ser madre. 

Saving Face se inserta el género de la rom-com y lo enuncia con todo orgullo. Hace 16 años Alice Wu, hoy de nuevo en el ojo público tras el estreno de The Half of It (2020), construyó una historia sobre las diferencias generacionales, tradición, sexualidad y libertad. Por sus temas y elenco la cinta ya representa una transgresión. Si bien Wu no busca redefinir las formas del género, su perspectiva ejemplifica la capacidad crítica y la calidez que puede ofrecer la comedia romántica, con resoluciones inscritas en las formas de Nancy Meyers y Nora Ephron y con el discurso identitario de la trilogía “Father Knows Best” de Ang Lee. 

Hay algo inquietante en insertar a personajes e historias de culturas distintas a modelos entendidos en los valores y formas de la hegemonía occidental. Saving Face se apropia del género, y así Wil y Ma no son “el otro”, son las protagonistas de su historia. Su arco narrativo implica que ellas reconozcan su autonomía y derecho a vivir vidas con sus intereses por delante. Y sin embargo, esto no implica que eliminen la participación en su comunidad. Critica su raíz conservadora y su hipocresía, pero muestra la posibilidad de una transformación. 

Alice Wu escribió esta cinta como un “carta de amor” para su madre con el mensaje de que nunca es demasiado tarde. No es tarde para rectificar y tomar un nuevo camino, para descubrir las posibilidades de una nueva vida y un nuevo amor. Y toda transición requiere errores, intentos, algo de dirección y a veces, se reconoce, egoísmo e interés. La cinta expone estos debates, internos y externos, entendiendo (y respetando) la tradición y el nuevo entendimiento de estas en la modernidad. La sensibilidad de Wu resalta en su representación de la vulnerabilidad.  

Ma ante el espejo, Wil observando a su madre. El rostro de Joan Chen contemplando el paso del tiempo. Wil reconoce por primera vez no a su madre, si no a la persona. No es casualidad que más adelante, una vez que tome la decisión de qué hacer, Ma pronuncie su nombre. Hwei-Lan, la mujer. La burbuja de entendimiento no se rompe a la llegada de un gag cómico. Una escena que ejemplifica las cualidades del montaje la directora. 

Por la complejidad de sus temas, Saving Face bien habría podido presentarse en la forma de un drama. Pero pensar la cinta bajo esa lupa es ignorar la voz de Alice Wu. Esta feel-good movie me dejó una lección que, aunque evidente, suele pasar de largo en la examinación de una película: hay que hablar de las cintas por lo que son y no por lo que queremos que sean. Hace 16 años una directora lesbiana china-estadounidense dejó evidencia de que los finales felices también significan transgresión. La reflexión no podría ser más pertinente. 

AOA
Amira Ortiz Azuara
Escribe sobre cine y televisión. Egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Ganadora del 3er. Concurso de Crítica del Festival Internacional de Cine de Los Cabos.

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