Por: Paola Malo |@paomalora
Desenfrenadas (2020), creada por Diego Martínez Ulanosky para Netflix, es una serie que aterriza en un contexto histórico donde las justas demandas por los abusos patriarcales han cobrado visibilidad a nivel mediático, por lo que resulta una apuesta arriesgada exponerlos sin caer en los clichés y sesgos propios de la visión masculina sobre las experiencias femeninas, especialmente en el entorno de un México en crisis por la violencia de género. La serie es oportuna gracias a que evita caer en una postura maniquea mediante personajes multidimensionales, explorando la vida y el mundo interior de mujeres muy distintas entre sí, demostrando la existencia de una variedad de conductas opresoras en el día a día que atraviesan todas las clases sociales y que suelen estar normalizadas y, por lo tanto, tienden a ser aceptadas sin cuestionamientos.
La serie comienza con un flashforward a un punto incierto en la cronología de la trama donde se ve a las protagonistas en una situación límite, literalmente al borde del precipicio, al estilo de Thelma & Louise (1991, dir. Ridley Scott), para luego volver al presente y mostrar las historias de cada una. Primero vemos a Rocío (Bárbara López), una prometedora estudiante de neurocirugía que está a punto de irse a Suecia junto a su prometido, un “mirrey” de manual que no la entiende y que sólo se preocupa por él mismo y por quedar bien con su suegro (¿alguien dijo pacto patriarcal?). Para agravar su situación cotidiana, su familia atraviesa por un duelo debido al reciente fallecimiento de Sofía, hermana de Rocío, quien vive sintiéndose culpable de su muerte. En casa, la madre es constantemente menospreciada y silenciada por el padre, por lo que este ambiente contribuye al hartazgo generalizado de la joven.
(Fuente: Netflix)
Después está Vera (Tessa Ia), una chica con todos los privilegios de una “whitexican” promedio: su belleza hegemónica y el dinero de un padre rico le abren todas las puertas, hasta las de los tugurios más exclusivos. Caprichosa y prepotente, Vera trabaja en una revista de moda, mantiene una vida de apariencias para encajar en un círculo social donde no existe la lealtad, mientras que en el fondo sigue siendo la pequeña triste y solitaria, hija de un matrimonio que no supo cómo incluir a una niña dentro de su estilo de vida de fiesta y derroche. Para rematar, está enamorada un DJ que la maltrata.
La amiga que complementa al trío es Carlota (Lucía Uribe), una chica feminista y poeta, que mantiene un vínculo sexoafectivo por internet con un tipo al que nunca ha visto en persona, pero del que está prendada porque le creyó el cuento de una relación sin ataduras con experimentación sexual a través del ciberespacio. Carlota constantemente hace mención de sus preocupaciones como mujer bajo el sistema patriarcal y se niega a encajar en el rol que la sociedad y su familia quieren asignarle, mientras que al mismo tiempo se muestra vulnerable y empática con las mujeres que la rodean.
(Fuente: Netflix)
En un intento desesperado de evadirse, las amigas emprenden la fuga fuera de la Ciudad de México, pasando del caos de la megalópolis al paraíso playero de Oaxaca. Con Vera al volante, sus planes se ven alterados cuando Marcela (Coty Camacho), las obliga a llevarla “de aventón” a punta de pistola, pues no tiene otra manera de trasladarse. Así, Marcela se suma como una cuarta protagonista que, a diferencia de ellas, está atravesada por opresiones de clase y raza. Ella está buscando a su hermano de 14 años para rescatarlo de un peligroso delincuente, El Sapo (Gabriel Chávez), que quiere reclutarlos a ambos para saldar la deuda de Joshua (Diego Calva), con quien Marcela mantiene una relación tóxica. Así pues, Marcela llega para desestabilizar a las chilangas, a enfrentarlas con sus privilegios pero sin resentimiento, lo cual lanza el mensaje de que los privilegios deben asumirse y usarse para generar cambios positivos en el mundo.
Ahora bien, ¿un viaje puede cambiarte la vida? Esta es la premisa que la serie explora a la manera de las road movies, el tránsito como un proceso de autodescubrimiento paralelo a los kilómetros que se van recorriendo. La inconformidad de las protagonistas con sus vidas hace que, literalmente, se desenfrenen, tomando decisiones cuestionables bajo la lupa de la sociedad, pero tan liberadoras como para brindar una paz momentánea antes de tener que volver a sus realidades.
(Fuente: Netflix)
A pesar de que en un inicio Marcela genera debates entre Rocío, Vera y Carlota, termina por convertirse en una amiga más. Es justamente la amistad y sobre todo, la sororidad, el punto central de Desenfrenadas, mostrando la empatía que las mujeres somos capaces de tener aún con desconocidas, dejando en claro que las personas también son viajes que se transitan a través de su compañía y que nos dejan lecciones inolvidables.
Si bien a ratos la tensión dramática flaquea, la serie tiene grandes aciertos como un guión donde se percibe el estudio del contexto sociocultural de México y la asesoría desde el feminismo. También resulta grato que no caiga en los recursos a los que recurren la mayoría de las producciones en México en la línea de la vieja tradición telenovelesca; es decir, el amarillismo cada vez que se tratan temas como delincuencia, drogas y sexo.
Dentro de las curiosidades de la serie, cabe destacar que la mexicana Elisa Miller tuvo una breve colaboración en la dirección de la serie, por lo que una pregunta es inevitable: ¿por qué no cederle más espacio a mujeres directoras en un relato sobre, vaya, mujeres? A pesar de ello, el tratamiento de los personajes femeninos es abordado con justicia y con estricto apego a la naturaleza ficcional de cada uno. Además, la serie cuenta con la participación de artistas de diferentes disciplinas como Meteora Fontana, Mare Advertencia Lírika y Marmarmaremoto.
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