Por: Kathia Villagrán|@KathiaVC
Alison Brie da vida a Sarah, una mujer socialmente inadaptada e incómoda que tiene problemas para hacer amigos nuevos. Trabaja en una tienda de manualidades y es amante de los caballos. Poco a poco Sarah empieza a notar cambios en su cotidianidad: sueña a personas que no ha conocido en un lugar donde no ha estado, empieza a caminar dormida y despertar en lugares diferentes, y el tiempo pasa de manera muy extraña para ella. Como toda persona con acceso internet, busca la posible respuesta a todo lo que le sucede y cae en una espiral de teorías de conspiración, ¿abducciones alienígenas? ¿viajes en el tiempo? ¿clonaciones? todo resulta ser posible para Sarah y su progresiva corrosión mental.
Horse Girl fue estrenada en el Festival de Cine de Sundance de este año y con Netflix como distribuidor, se encuentra ya disponible en la plataforma.
La naturalidad y realismo particulares de las películas independientes facilitan descartar todos los caminos que pueden convertir Horse Girl en ciencia ficción. A medida que transcurren los hechos y podemos conocer los antecedentes de la protagonista, lo confirmarnos. El historial familiar de Sarah parece indicar la posibilidad de una enfermedad mental: su madre era depresiva y su abuela era conocida como una “loca”. Cuando ya estamos seguros de lo que está sucediendo, la historia decide seguir el camino de la ambigüedad y provocar muchas cuestionantes… ¿Estará Sarah atravesando una psicosis o en realidad los extraterrestres están utilizando su cuerpo para experimentar con él?
Utilizar la ambigüedad en la narrativa puede resultar ser un recurso muy inteligente, especialmente en historias como Horse Girl que retratan temáticas duras en la realidad y se evitan de colocar una señal de advertencia que pueden resultar dolorosas para algunas personas. El proyecto dirigido por Jeff Baena, que co-escribió junto a Alison Brie, tenía las intenciones de ser una película que generara discusiones y conversaciones interesantes; y a pesar de que Brie se basó en su propia experiencia personal y familiar con respecto a la salud mental, quedaron solo en “intenciones”. Horse Girl falla en unir todas las piezas que por separado suenan como ideas geniales. No pude evitar recordarme a los trabajos académicos en equipo en los que creemos que es buena idea distribuir las partes y unirlas en el aula el día de entrega sin revisión ni homogeneización previa.
El juego de ir y venir de los primeros dos actos me parecieron muy entretenidos. Hacen que nos interesemos por la protagonista y queremos saber qué sucede con ella y qué será de ella. El problema llega en el tercer acto, la introducción de la ambigüedad para el espectador; después de ver el mundo a través de los ojos de Sarah, empezamos tener una noción de lo que en “realidad” pasa a su alrededor y es nuestro trabajo determinar qué creer y qué no creer. Pero cuando las piezas que recién acabamos de ver se entrelazan, se siente flojo e incoherente. La película deja un vacío, y no del tipo existencial que nos hace replantear nuestra vida, incluso varias horas y días después.
Como lo dije anteriormente, vemos el mundo a través de la protagonista y debido a su condición que la aleja de la realidad, los personajes secundarios no son más que recursos narrativos que ocupan generar un diálogo en el que se pueda explicar al espectador con palabras lo que está sucediendo. Todos resultan estar plasmados en un tono caricaturesco que combina con el clima de la película de ciencia ficción realista. A pesar de que su debut como guionista no resultó en una joya cinematográfica, no significa que Alison Brie no tenga el potencial para llegar a estrenar una. Especialmente si está dispuesta a actuar en ella. Se nota su conexión directa con el personaje y nos regala una de sus mejores actuaciones a la fecha.
En conclusión: Horse Girl se convierte en un viaje de “pudo ser y no fue”. El planteamiento parece una idea astuta para temáticas tan serias como la salud mental, pero falla en su desarrollo y ejecución.
Kathia Villagrán
Mercadóloga por profesión, cinéfila por pasión. Consumo mucho cine, literatura y series a niveles casi antisociales. Hufflepuff
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