Review: Bombshell, ¿una película feminista?

Por: Mónica Oliva| @justlikemoni

Bombshell o El escándalo es la película que trata de forma dramatizada el caso del CEO de Fox news Roger Alies, que fue señalado por varias mujeres como un depredador sexual. La figura central de la trama es la periodista norteamericana Megyn Kelly, interpretada por Charlize Theron, también víctima de Alies.

El filme es una semificción, ya que aunque hay eventos que en su momento fueron de conocimiento público, incluso algunos televisados, el guionista Charles Randolph tuvo que recurrir a la ficción en algunos detalles (por ejemplo del personaje de Margot Robbie en la cinta) para lograr tener una historia redonda. Ficción o no, «no soy una feminista» es lo que repite Megyn Kelly cada que se enfrenta al sistema patriarcal. ¿Por qué? 

La actitud de Kelly ha puesto sobre la mesa discusiones  sobre su persona pero también sobre la naturaleza del feminismo como movimiento y postura política. 

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Virginie Despentes acusa: “Las [mujeres] que ocupan los mejores lugares son las que se aliaron con los más poderosos. Las más capaces de callarse cuando las engañan, de quedarse cuando son mancilladas, de halagar el ego de los hombres. Las más capaces de acomodarse con la dominación masculina obviamente son las que tienen los buenos puestos, ya que también son ellos los que admiten o excluyen a las mujeres de las funciones del poder. Las más coquetas, las más encantadoras, las más amigables con el hombre. Las mujeres que escuchamos expresarse son las que saben estar con ellos. Preferentemente las que piensan el feminismo como una causa secundaria, de lujo. Las que no van a comerles la cabeza con eso. Y más bien las mujeres más presentables, ya que nuestra cualidad primera sigue siendo ser agradables. Las mujeres de poder son las aliadas de los hombres, de todas nosotras las que mejor saben doblar el espinazo y sonreír bajo la dominación. Pretender que ni duele”.

 Lo anterior parece una descripción de la propia Megyn Kelly. Para muchas feministas, un personaje incómodo (Incluso la misma Charlize Theron, confesó no estar segura de personificarla en pantalla); para otras el resquicio dentro del cual se inserta un poco de la agenda feminista dentro de un sistema tremendamente opresor, como se nos revela en pantalla. 

En su biografía, Megyn Kelly declara que no se considera feminista, porque es una palabra excluyente, nada más alejado de lo que nos han enseñado los años recientes. 

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El caso de Kelly evidentemente es el de la mujer privilegiada que se conduce con la bandera del empoderamiento, por eso, para algunas puede resultar un personaje molesto. En su carrera periodística sólo ha sido vocera de los problemas que le aquejan a ella. Sin embargo, sus exigencias no deben de ser minimizadas. Tampoco hay que minimizar el abuso del que fue víctima. Sería un error, hacer su caso menos sólo porque se trata de una mujer blanca y privilegiada. Más bien es trabajo de todas las feministas autodeclaradas luchar porque las exigencias y casos de abuso de muchas más mujeres sean escuchados.

Creo que si tomamos como referencia la metáfora de que el feminismo es como ponerte unas gafas violetas, Megyn Kelly sólo usa las gafas violetas en cosas para ver cosas que a ella le afectan. Y no hay que criticar, muchas empezamos así, pero después maduramos nuestro feminismo cuando comenzamos a identificar los mecanismos del patriarcado que afectan a otras y en los que a veces incluso somos partícipes también. El diagnóstico es que a Megyn le hace falta madurar su feminismo, y tal vez nunca pase, porque eso es decisión de ella. 

Regresando a la película, habrá quien la vea como una película feminista y habrá quien no la considere así. Aplaudo el tono agridulce y la consideración de no hacer una película triunfalista, porque ello sí hubiera colocado a Kelly como heroína. Entre los valores que encuentro está la formación de redes entre mujeres para la denuncia del abuso. De nuevo, se nos muestra que la clave para derrocar al patriarcado es el apoyo mutuo, no hay fortaleza más grande que las mujeres organizadas. 

 

 

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Mónica Oliva
Estudió filosofía, desde entonces está tratando de descifrar los ángulos. Fue profesora de humanidades, ahora es responsable de un centro de documentación especializado en arte contemporáneo.

 

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