Por: Alondra Jiménez|@dizzymissaloo
Sex Education es quizá una de las apuestas más interesantes que Netflix nos ha dado con un elenco que a primera vista pudiera parecer poco conocido y con un título que a primera vista podría parecer simplista; sin embargo, desde su primera temporada nos dio una grata sorpresa por la naturalidad y apertura para hablar temas de la sexualidad desde el lugar en el que todo comienza: la adolescencia.
Recientemente se estrenó la segunda temporada de la serie creada por Laurie Dunn y llegó con más fuerza que nunca en cada uno de sus personajes, pero con un poder muy especial en las chicas, no sólo el cast que en la historia nos da una lección sobre sororidad, sino también con un poderoso crew que incluye a directoras como Kate Herron, Alice Seabright, Sophie Goodhart, guionistas como Bisha K. Ali, Sophie Goodhart, Laura Hunter y Laura Neal, además de música y fotografía de Ciara Elwis, Ilana Garrard y Sophie Louise Cowdrey, respectivamente.
Debo advertir antes de seguir, que esta reseña contiene muchos spoilers, por lo que si no han visto esta última entrega de ocho capítulos, quizá deberán darles una oportunidad primero o también puede convencerlos de hacerlo, si es que la calificación de 96% de Rotten Tomatoes no lo ha hecho.
Antes de llegar a la segunda temporada, hay que recordar la historia a partir de lo que todo surge: Otis (Asa Butterfield) no es el chico más popular de la escuela, pero si el que teniente la respuesta a casi todas las dudas sobre sexo gracias a que su madre, la Dra. Jean F. Milburn (Gillian Anderson) es sexóloga, por lo que Maeve Wiley (Emma Mackey), una de sus compañeras, lo anima a iniciar una “Clínica de consultoría sexual” en su preparatoria.
Ya adentrándonos a esta segunda entrega, a lo largo de ocho capítulos ‘Sex Education’ nos envuelve en un enredo de amoríos, con Otis intentando dominar sus impulsos sexuales recién descubiertos, así como su nueva relación con Ola (Patricia Allison); la Dra. Jean y su nuevo novio Jakob, así como la autoconfianza de Eric (Ncuti Gatwa) que se ha convertido en un gran atractivo para los hombres.
Desde esta primera entrega, la serie nos dio momentos llenos de humor, información y muchísima conexión cada uno de los personajes a los que sin importar si son secundarios o primarios están llenos de matices y narrativas que los hacen brillar. Apuestan y van más allá de los clichés de los dramas adolescentes, pues conforme se desarrolla la historia incluso dan una lección importante a muchas series y películas de que se puede abordar la homosexualidad, el bullying, el sexo, el placer, el abuso, la masturbación, violencia emocional, el aborto y el amor desde otros lugares.
En esta temporada es en donde encuentro un statement feminista más claro que cualquiera. Cuando nos presentaron a Meave veíamos los primeros guiños sobre feminismo (y un esperanzador futuro sobre el tema) con sus lecturas: Virgina Woolf, Simone de Beauvoir, entre otras (referencias que vemos en esta ocasión también en algunos de sus trabajos ensayísticos; sin embargo el tema iba mucho más allá de eso.
Aimeé Lou Wood (Aimee Gibbs), -amiga de Meave y creo que mi personaje favorito-, fue la primera en darnos una “lección” al poner en la mesa el tema de la autoexploración, pero sobre todo del placer femenino, sin dejar de lado la importancia de decirle NO al body shaming.
En esta segunda temporada es de ella de quien debemos seguir hablando, pues (aquí va el spoiler) la escena en la que es acosada en el autobús, en la que un hombre se masturba a un lado de ella y eyacula sobre sus jeans. Sin necesidad de recurrir a un melodrama fatalista, Dunn abre un diálogo sobre el acoso, la importancia de la denuncia y las consecuencias psicológicas que tienen estas experiencias.
Pero es tan sólo este momento el que nos encamina a un momento más poderoso: el de la sororidad. Un castigo se convierte en el pretexto para reunir a algunas de nuestras chicas favoritas de la serie y nos demuestra que sin importar el estatus, color, gustos, vestimenta o ideología, el abuso es algo que todas desgraciadamente hemos sufrido. El miedo de caminar por las calles de noche, el coraje de no sentir la libertar de poder usar cualquier tipo de ropa y de sentir que tu cuerpo es una propiedad pública las une, pero sobre todo las empodera. Esta última es quizá mi palabra menos favorita, pero en ocasiones creo que es necesario recordarla y recordárnoslo.
Hay tantas cosas que quisiera aplaudir de esta serie, pero creo que en esta ocasión me quedaré con estos momentos que me hicieron conectar con ella. No puedo esperar por ver las sorpresas que traerá la tercera entrega.
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