Por: Mónica Oliva| @justlikemoni
Hace unas semanas se hizo viral una crítica a la publicidad de la película Perdida por su falta de respeto en el diseño de los carteles, ya que se asemejaban a los carteles que se hacen cuando desaparece una persona en México (recordemos que en el caso de las mujeres, la cifra va en aumento). Evidentemente se trataba de un caso de miopía por parte de la distribuidora.
Aunque se convocó a un boicot, decidí verla en el cine. La película como producto cinematográfico es bastante interesante. De alguna manera podríamos decir que juega con los géneros cinematográficos, cambia de ritmo y aunque no explora a profundidad la psicología de los personajes, nos deja ver de ellos lo suficiente para construir las situaciones en pantalla que logran entretener al público.
En resumen, la película no me pareció mala, pero sí hubo algo que me dejó con un mal sabor de boca. De forma simple, es una historia sobre un triángulo amoroso entre los personajes de Paulina Dávila, Cristina Rodlo y José María de Tavira. Durante el filme vemos a los dos personajes femeninos enfrentarse por un hombre. Un director de orquesta, joven y talentoso, con manías, que mantiene relaciones extramaritales y que no se siente avergonzado. Un hombre que de acuerdo con la narrativa de la película un día puede estar llorando la ausencia de su esposa y al día siguiente teniendo sexo con otra mujer.
Al final de la película, lo vemos salir sin ningún rasguño de la situación. Se nos da a entender que no perdió nada, que seguramente seguirá con su vida sin acongojarse demasiado por los eventos ocurridos.
En cuanto a ellas, el desenlace es muy distinto. Y eso me pone a pensar, pese a que la película es entretenida, ¿es este el momento adecuado para mostrarnos en pantalla a dos mujeres que se pelean por un hombre con las cualidades que antes mencioné?
No pretendo sugerir que se censure una película sólo porque moralmente la trama no me guste. Pero creo que esta película es un ejemplo de lo que pasa cuando las mujeres no son partícipes en la creación de historias, los productos resultantes están hechos desde el imaginario masculino. Incluso la misma publicidad está pensada desde ese punto de vista. Tal parece que los hombres no están prestando atención a lo que está ocurriendo en el mundo, a los cambios que están empujando las mujeres en lo político, en lo social y los paradigmas de la naturaleza humana. Si así fuera, el resultado de lo que producen reflejaría otra visión sobre las relaciones entre hombres y mujeres.
Pienso en otro caso pero un nivel cinematográfico más elevado: 1917. Una película bellamente filmada pero que en sus dos horas de duración sólo incluye la actuación de una mujer y todos los hombres que aparecen en pantalla son blancos. Se podrá decir que se trata de una recreación histórica, que en esa guerra no hubo más que hombres blancos, pero ¿por qué vuelve ha ser tan relevante una película sobre un tema que el cine ha repasado muchísimas veces? ¿Cuándo se producirá y premiará películas que retratan historias de mujeres?
La respuesta es clara: hace falta diversidad. El público, los medios y las entregas de premios prestarán atención a las mujeres sean al menos el 50% en la industria cinematográfica. Cuando se convoque a las mujeres para conocer su punto de vista, puedan crear libremente y se les tome en serio, hasta en las estrategias de publicidad.
Mónica Oliva
Estudió filosofía, desde entonces está tratando de descifrar los ángulos. Fue profesora de humanidades, ahora es responsable de un centro de documentación especializado en arte contemporáneo.
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