Por: Celina Manuel @zeppelina0
El fin de los tiempos se acerca; lo anuncia un rugido que atraviesa el universo y retumba hasta las entrañas de la tierra para calmar el llanto de un niño huérfano, o al menos así lo sugiere Sanctorum, el largometraje hablado en ayuuk, de Joshua Gil.
Sanctorum es una película que muestra los rostros de los siempre ignorados en este país: indígenas y campesinos que el sistema mexicano ha arrinconado en la esquina más oscura. Mediante una mirada poética, que se mueve entre el documental y la ficción, se encuadra la supervivencia y resistencia de una comunidad de campesinos mixes, quienes siembran marihuana y amapola en la profundidad de la sierra de Oaxaca para sobrevivir, hasta que esa supervivencia los lleva a levantarse en armas para encarar al crimen organizado dentro y fuera del gobierno.
El filme aborda la maternidad y la guerra entre la vida y la muerte, desde un misticismo que nos muestran una abuela y su nieto, al realizar un ritual indígena para reunir a la madre con el niño.
Sanctorum va desde los planos más alejados hasta los más cercanos e íntimos para adentrarnos en los hogares del pueblo mixe, guardando siempre una distancia de la pornomiseria y estética gore del cine que toca el tema del narcotráfico.
Es así que este largometraje nos muestra el fin de una agonía ante un escenario desesperanzador y violento como la posibilidad más optimista.