Por: Fabiola Santiago |@fabsantiagocine
Tres momentos importantes se elaboran desde un escenario en la película Ellas mandan (Late Night, 2019): la presentación, la epifanía y la redención.
Desde sus primeras imágenes, la cinta coloca a Katherine Newberry (Emma Thompson) como una figura con dominio escénico, recibiendo un premio por su trayectoria en la comedia. Una mujer prestigiosa y confiada. A lo largo de esta comedia (o comedia con tintes de drama, o dramedy), su relación con el escenario será el reflejo de su mundo interior, pues ese es el espacio que ha elegido como centro y motor de su vida (no el hogar, no la familia).
A esta jefa de un late night (esos programas con entrevistas y monólogos), arrogante y anticuada, se contrapone la optimista e idealista Molly (Mindy Kaling), quien se integra a su equipo de escritores en un intento por refrescar las ideas ante el peligro de salir del aire luego de años de dedicación. Los tiempos cambian, el público exige otros temas o, por lo menos, nuevas maneras de presentarlos. En este grupo de hombres privilegiados, la nueva integrante es vista como una mera cuota de género (pues carece de experiencia en el mundo de la televisión), hasta que esos universos irreconciliables (el masculino, el de la novata y el de la jefa inalcanzable) comienzan a cruzarse.
Ellas mandan es una de esas películas que le habla a quien quiera escuchar. En un sentido muy reducido de su valor cinematográfico, es susceptible al desdén de quienes solo miran una comedia simple o anodina, pues la cinta, escrita por la propia Kaling, es bastante convencional. Eso es evidente y la estructura general que sigue también lo es (desde un inicio podemos imaginar cuál será la transformación de sus protagonistas). Pero que la cinta no recurra a un lenguaje demasiado complejo, no la hace menos interesante.
Se trata, para empezar, de una rareza en su realización, pues desde su concepción y la dirección (Nisha Ganatra), pasando por varios departamentos (música y diseño de producción, por ejemplo), fue construida por mujeres, quienes imprimen su perspectiva. Y es una rareza también porque se permite reír desde la autocrítica: quien se distraiga por la ridiculización certera y ácida al machismo, tal vez pierda de vista que el guion no se ahoga en la autocomplacencia. La risa generada por las sagaces líneas de Kaling suelen venir acompañadas de estupor o de un asomo de reflexión (¿quién más se atrevería a burlarse de su propia condición de minoría racial?).
Infiltrar a un género tan accesible como la comedia la hace una estrategia efectiva para plantear temas urgentes. La cinta transita entre la exposición de aquellas pequeñas violencias y el humor alrededor de ellas, confrontando el perezoso cliché de que en esta época de corrección política ya no se puede bromear con nada; la secuencia de un stand up improvisado por Katherine, en la que la cámara la sigue en su tren mental hasta llegar a su revelación y al clímax de la audiencia (con chistes sobre su edad en un entorno que castiga la vejez femenina), sintetiza ese vaivén de tonalidades.
En su libro Why not me?, Mindy Kaling comparte una anécdota de su niñez: en su primer día de escuela llevó una bolsa de Skittles para dárselos a sus compañeros y así ganarse su simpatía. De manera similar, Molly lleva una caja de cupcakes a su primer día de trabajo. El muy humano deseo de sentirse aceptada va implícito en el título de su libro, así como en sus skittles, en los cupcakes de Molly, y en varias de las experiencias que el personaje vive en pantalla. Hace un par de décadas hubiera sido difícil imaginar a una mujer de color, de origen extranjero, como protagonista de su propia historia, pues el cine nos decía que el lugar de mujeres como Mindy Kaling (o como yo o como la mayoría de mujeres que conozco) era el de los papeles secundarios. Que las mujeres comiencen a mandar (no sobre los hombres, sino sobre sus propias historias), tal vez no transforme la vida de nadie al salir de la sala de cine, pero no deja de ser una aportación significativa a un cambio de paradigma, al menos en los escenarios del cine y la televisión.
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