Por: Sharely Cuellar |@SharelyCP
Hablar y escribir son herramientas poderosas para modificar el entorno, detrás de cada palabra hay una intención y una carga que muchas veces se ignora. Los significados arraigados en contextos y culturas específicas son analizados con curiosidad por los “otros”, los ajenos a ese círculo social. Xavi Sala, de origen catalán pero nacionalizado mexicano, dirigió El ombligo de Guie’dani, su ópera prima, con la intención de explorar la relevancia de los idiomas y cómo son utilizados según el emisor para revelar estatus, cariño, amistad o enojo; asimismo para construir muros o puentes.
La protagonista del largometraje es una empleada doméstica que aspira a tener mejor calidad de vida junto a su hija Guie’dani. En dicha película, Sala se acerca al tono de su cortometraje Hiyab, nominado al Goya en 2006, donde una adolescente es persuadida por su profesora para que se quite el velo islámico con el fin de que logre integrarse al grupo escolar, lo que provoca un dilema en la joven que debe elegir entre abandonar la prenda y su valor ideológico para pertenecer a su nuevo entorno o mantenerse fiel a sí misma a pesar de no ser completamente aceptada.
En la ópera prima de Sala, madre e hija salen del municipio de Santa María Xadani, ubicado en la región del istmo en Oaxaca, para mudarse a la Ciudad de México debido a que hay una oportunidad laboral en casa de una familia de clase privilegiada. Una vez en la ciudad, son recibidas con noticias de violencia y corrupción en la radio del coche que las lleva al lugar donde residirán.
Las reglas de la casa son dictadas por Valentina, quien está embarazada y es madre de otros dos adolescentes. Aunque su tono es amable en la bienvenida, también deja claros los límites a la nueva empleada de limpieza como cuando explica la existencia de un cajón especial para los cubiertos que usarán Lidia y su hija Guie’dani, mismo que está separado de un cajón destinado para guardar los utensilios de la familia que reside ahí.
Guie’dani constantemente se ve en el centro de un enfrentamiento entre la identidad propia y las convenciones aspiracionales. Ella prefiere acumular agua en una jícara de plástico y verterlo sobre sí misma —como seguramente acostumbraba hacerlo en Oaxaca— antes que usar la regadera que tiene a su disposición.
Existen correspondencias entre esta película del director catalán con Roma de Alfonso Cuarón y La camarista de Lila Avilés: tres películas de 2018 que ubican como personajes principales a mujeres, morenas, que no encajan en el modelo de belleza convencional y además pertenecen a una desfavorecida clase social, pero lo principal es que todas laboran como empleadas de limpieza.
En el caso de Avilés y el de Cuarón optan por narrar desde la perspectiva de las trabajadoras. Eve es el personaje principal en La camarista, tiene un hijo con el que no puede convivir tanto como desea, aspira al prometido ascenso que merece dentro del lujoso hotel donde trabaja y tiene un carácter pasivo hasta el punto de guardar para sí misma los momentos en los que manifiesta su frustración; Roma tiene a Cleo como protagonista, quien habla mixteco y vive en la casa de una familia de clase media en la colonia que da nombre a la película, su relación con sus empleadores es más afectiva, tiene un temperamento relajado y solo exterioriza cómo se siente en la escena de la playa, fuera del ambiente laboral, rodeada de las personas para las que trabaja.
Xavi Sala, por su parte, sigue un camino diferente y le da la voz principal a la hija de la empleada doméstica. Guie’dani es confrontativa, como correspondería a su edad, es una adolescente que se enfrenta a su entorno. Las personas que representan algún tipo de autoridad para ella son su objeto de crítica. La joven adolescente busca decidir por sí misma lo que quiere ser y hacer de su vida.
Junto a su madre, Guie’dani se verá sometida por la familia de la casa para verse, comportarse y hablar de la manera que les parezca más cómoda a los empleadores. Les es arrebatada la autonomía gradualmente con el fin de que puedan adaptarse a un mundo de privilegios y prejuicios sin olvidar el sitio que ocupan. Las quejas acerca de la antipatía de Guie’dani, manifestadas por la familia con la que convive y principalmente por el padre, hacen que acumule su enojo. Aún con eso, este largometraje ofrece un momento culminante y de catarsis tanto para la protagonista como para el espectador, en comparación con las otras dos películas. Ahí uno de los mayores aportes del largometraje de Sala, quien demuestra que las empleadas domésticas y sus familias son seres humanos que no gozan de las mismas consideraciones que ellas son obligadas a tener con sus patrones.
Si bien existen valiosos registros acerca de los conflictos que enfrenta la protagonista por no ser una tersa y dócil hija de la empleada doméstica, el uso de los idiomas como parte importante de la narrativa es de lo más destacado. La escena que mejor ejemplifica esto es cuando Lidia y Guie’dani finalmente se sientan a desayunar en la cocina después de servir para la familia en el comedor. Valentina conversa en inglés con Juan, su marido, para discutir el sueldo que gana Lidia; el hijo de ambos interviene y cuestiona, en tono bromista, si el salario es justo o si la dieron de alta en alguna institución médica. En esa plática sobre la retribución al trabajo de Lidia, se excluye precisamente a la empleada doméstica al usar un idioma ajeno a ella; es decir, el inglés se erige como un muro.
El contraste llega más adelante cuando prácticamente les es prohibido hablar en zapoteco, su lengua materna (nativa), debido a la desconfianza que genera en su empleadores por no poder comprender de qué hablan, pero cuando conoce a Claudia, la hija de otra empleada doméstica vecina, inicia una amistad que la llevará incluso a enseñar un poco de zapoteco; ahí el idioma edifica un puente entre los interlocutores cuando hablan y empatizan.
El ombligo de Guie’dani aporta varios puntos relevantes a la conversación sobre empleadas domésticas, las lenguas indígenas, la identidad y la representación de mujeres diversas en el cine. La ópera prima de Xavi Sala forma parte de la programación de Talento Emergente en su quinta edición.
Sharely Cuellar:
Estudió la licenciatura en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Ha colaborado en Agencia EFE, F.I.L.M.E. Magazine, Revista Alegato y es parte del equipo de FilminLatino.
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