Le viol du routier: crónica de un empoderamiento

Por: Celina Manuel @zeppelina

La violación es el tercer largometraje y road movie de Juliette Chesnais de Busscher, cuya historia de empoderamiento femenino se va formando desde Gran Bretaña hasta Lisboa. Una amistad entre dos mujeres: Tamara y Gabrielle que tiene como centro la reivindicación y la libertad sexual.

Una vorágine de conceptos se vienen a la mente ante la narrativa audiovisual del filme: radical, venganza, sororidad, fragilidad, empoderamiento y libertad.

La historia se va desarrollando alrededor de dos mujeres que se acompañan en un viaje de autoconocimiento y exploración a través del erotismo y la sexualidad; cosas que se van dando por el nivel de complicidad e intimidad que llegan a tener las dos mujeres, que se logra transmitir gracias una excelente química y performance por parte de las actrices Clémence Laboureau y Flore Abrahams.

LE VIOL DU ROUTIER

Viajan de un extremo a otro de las carreteras europeas siendo cómplices de un juego donde deciden arrebatar el papel que los hombres han tenido por mucho tiempo: identifican a su presa, sus debilidades y finalmente atacan. 

Este “juego” es una forma de reivindicación, para apoderarse de aquello de lo que se ha sido despojado, es pues una relación que se basa en la búsqueda de eso, entre dos mujeres que se mueven entre el exceso por diversión, al otro extremo donde el deseo escasea, pero hay un punto donde se encuentran y deciden emprender juntas un camino.

En este largometraje la realizadora propone situaciones y personajes que de un momento a otro se revelan y se muestran como realmente son, para así mostrarnos lo fácil que es caer en apariencias y clichés ya sea con una buena o mala connotación.

LE VIOL DU ROUTIER ESCENA

Riendo, espalda contra espalda,a la orilla del mar, apoyadas una en la otra es la forma en la que la directora Juliette Chesnais encuadra la amistad entre estas dos mujeres, juntas crean un solo ente. Ya sea en esa escena con tintes estéticos de la Nouvelle Vague, una charla confesional (mientras huelen ropa interior usada, para adivinar la personalidad de los dueños) donde muestran su fragilidad o ambas frente al espejo, contemplando su reflejo. Los rostros terminan por fundirse. Es así que ellas se reconocen y se asumen en la alteridad no sólo entre ellas, sino con quienes se van cruzando en el camino.

Salen de noche, solas, con hombres que recién conocen. Beben con ellos. Duermen en la calle sin temor o en habitaciones de hostales compartidos, incluso pasan la noche con ellos. Los espacios donde se desenvuelven las historias son una parte crucial, los toman y los hacen suyos. Un escenario ideal, pero que aterrizado dentro de la cartografía latinoamericana puede parecer sólo eso: una idealización. No podemos olvidar los feminicidios y/o ataques sexuales que ocurren día a día en espacios públicos muy parecidos. Pero ver otras posibilidades en la pantalla es algo que provoca una sensación agridulce.

LE VIOL DU ROUTIER FUENTE

Con un plano cerrado y a cuadro unas manos femeninas sosteniendo un pene mutilado, el filme funciona como una especie de manifiesto donde se enuncia que hay rabia, no hay cabida para la compasión y que no hay vuelta atrás.

La película ha formado parte de festivales como el Festival Groland, Festival du Film de Femme (2018), Festival CinemaBrut (2017) y ahora forma parte de la muestra de MICGénero.

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