Por: Liz Hernández | @LizKeuning
Nadie se resiste a la habilidad de Luca Guadagnino para llenar su filmografía de erotismo y belleza, incluso en las historias y escenarios más desconcertantes y terroríficos posibles. Lo hizo en 2018 con el remake de Suspiria, y lo vuelve a hacer con Bones and All, cinta que entre controversias mediáticas ha logrado encontrar sensibilidad dentro de una premisa inusual y repugnante. Si me dijeran que ver a dos seres caníbales me haría sentir desolación y tristeza, lo hubiera pensado dos veces, pero de alguna manera, el cineasta nos vuelve empáticos en un mundo frío e impasible.

Guadagnino volvió a la realización de largometrajes tras finalizar su trilogía del deseo y dirigir We Are Who We Are, la serie de HBO que mostraba lo alienados que se sienten los hijos de militares estadounidenses que son obligados a cambiar constantemente de domicilio y batallan no sólo para encontrar nuevas amistades, sino para conocer su verdadera identidad. Parece ser que lo que más le aflige al cineasta italiano son los coming of age y la exhibición de la vulnerabilidad del ser humano mientras halla su verdadero ser.

El anuncio de Bones and All, cinta sobre un romance caníbal protagonizada por Taylor Russell y Timothée Chalamet, llegó en un momento en el que se revelaron los casos de abuso sexual y acusaciones de canibalismo del actor Armie Hammer, quien había participado con Guadagnino en su aclamada película Call Me by Your Name. El nuevo proyecto parecía extravagante y fue recibido entre burlas y escepticismo, dado el contexto de la relación cercana que tenían el director y el actor estadounidense, pero este escándalo no fue impedimento para avanzar con la cinta.
No es la primera vez que el realizador palermitano incursiona en el género del horror, pues en 2018 se aventuró en hacer un remake del clásico giallo de 1977 dirigido por Dario Argento. En esta ocasión, Guadagnino toma lo mejor de sus dos últimos largometrajes; la calidez del romance y el descubrimiento de la identidad en Call Me by Your Name, y la violencia gráfica e incómoda de Suspiria; y los plasma en Bones and All, un filme definido como drama y horror, que sólo toma a este último como una fachada para abordar un tema mucho más profundo: la soledad y la desesperanza.

Bones and All nos presenta la historia de Maren y Lee, dos jóvenes incomprendidos y solitarios que se embarcan juntos en un viaje por los estados centrales de Estados Unidos luego de descubrir que ambos practican canibalismo. David Kajganich, quien tiene experiencia como guionista en filmes de terror y que trabajó anteriormente con Luca en A Bigger Splash, escribió el guion adaptando la novela de la autora vegana Camille DeAngelis, que lleva el mismo título de la película.
La violencia es un recurso que utiliza Guadagnino para asombrar e incomodar a la audiencia. La película se abalanza rápidamente a desplegar su elemento más sensacionalista, que más bien debería ser leído como una fábula, en la que el canibalismo es una metáfora, un refugio al que pertenecen aquellas personas excluidas que deambulan sin un rumbo, perteneciendo a ningún lado ni con algún compañero; declarando que la vulnerabilidad emocional debería importar tanto como las heridas físicas.

Uno de los atributos más interesantes de la cinta es su fusión de distintos géneros, pasando intermitentemente del drama, al romance y el horror, aprovechando sus tonalidades de coming of age y road movie, que le permiten al director de fotografía tomar ventaja de los caminos desérticos y los vastos e infinitos paisajes que se encuentran en la parte central de Estados Unidos, complementando a la perfección las emociones de los protagonistas, dando al espectador la posibilidad de observar a dos almas solitarias vagar dentro de escenarios inmensos, brindando la esperanza de, algún día, encontrarse a uno mismo dentro de alguien más.
La convergencia de las bellas postales que se muestran en pantalla junto con el desolador soundtrack, compuesto por Trent Reznor y Atticus Ross, le proporcionan al filme un tono increíblemente devastador y la sensación de estar a la deriva, resemblando, asimismo, a la música de Gustavo Santaolalla elaborada para Brokeback Mountain, en donde también somos testigos de dos personajes incomprendidos que no encuentran refugio más que en el otro, por más imposible que sea para ellos.
Bones and All es el primer proyecto que Guadagnino realiza por completo en América, y el cineasta aprovecha la vastedad de sus locaciones para hacer transitar a sus protagonistas de un lugar a otro; viajando de Kentucky a Nebraska y otros estados, colocando sus nombres como títulos en una postal, llevándonos por un tour de subidas y bajadas emocionales, similar a My Own Private Idaho de Gus Van Sant, mientras Maren y Lee afrontan su pasado y buscan la manera de descifrar qué hacer en el presente para huir de la sociedad que no los comprende y los mira como fenómenos y forasteros.

A pesar de que el largometraje pretende transitar libremente entre los géneros, es evidente que el romance tiene mayor peso en el guion que el horror, puesto que se decide que las secuencias caníbales, aún siendo gráficas, no sean lo suficientemente gory para estremecer a la audiencia. Guadagnino se enfoca más en el atractivo visual de la película y la relación sentimental que se desarrolla entre los personajes, que en los recursos cinematográficos que intentan inquietar al espectador.
La dirección del cineasta italiano resalta por sí sola, orientando a Taylor Russell para dar una interpretación desconsoladora que la convierte en la revelación de la película, al igual que lo hizo en 2017 con Chalamet. Otros actores regresan a participar con él, como Michael Stuhlbarg, que es uno de los pocos elementos que verdaderamente le agregan terror a la narrativa de la obra. Sin lugar a dudas, Mark Rylance es la estrella de Bones and All, dando una actuación perturbadora y electrizante en el papel de Sully, en ocasiones incluso sin enunciar una sola palabra, con ayuda de la sutil y tajante exposición de Guadagnino.
Luca presenta a Timothée y Taylor como dos seres tiernos y frágiles frente a la cámara, sin importar la inusual actividad que practican. La joven pareja transmite un amor puro y cálido que, a diferencia de lo que reciben por parte de la sociedad de los 80s, pone el cuidado y la preocupación del otro como máxima prioridad; creando un vínculo único dentro de un mar de indiferencia, logrando encontrarse a sí mismos y ver reflejado en el otro lo mejor de ellos.

Tal vez Bones and All no sea la mejor de las cintas de horror, ni incursiona en el género como otras películas que genuinamente asustan a las audiencias, pero su virtud recae en su propósito por comprender a dos seres humanos que, en contra de las adversidades y al ser mirados con desprecio por los demás, no olvidan su esencia y aceptan su verdadera identidad por más inusual que parezca.
Podría decir que lo ordinario es subjetivo, y que nuestras personalidades son percibidas desde distintos ángulos, pero sin importar nuestras peculiaridades, el entendimiento, el amor y la sensualidad se pueden encontrar en los lugares más recónditos, pese a navegar entre el desdén de los que nos rodean, siempre habrá un lugar o una persona que nos brinde emotividad y un abrazo para hacernos sentir aceptados y librarnos de la trágica enajenación.
Película vista en el NYFF 2022

Liz Hernández
Redactora y futura comunicóloga. Amante del séptimo arte desde que tiene uso de razón. Lo que más le gusta del cine es su capacidad para transmitir emociones y moldear el tiempo.