Por: Berenice Viveros | @BereeViveros
La ausencia de un hijo, tras una desaparición, no significa que no esté presente en cada paso dado hacia ese lugar desconocido en el que se encuentra.
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El camino de Sol es el tercer largometraje de la directora mexicana Claudia Sainte-Luce, el cual formó parte del Festival Internacional de Cine de Morelia (2021) y se estrenará el 26 de noviembre en cines. A lo largo de 78 minutos, vemos el viaje interno de Sol (Anajosé Aldrete) tras el secuestro de su hijo Christian (Totis, como a él le gusta que le digan) de 7 años.
A escasos minutos de haber iniciado la película, la directora nos plantea de golpe una problemática que, lamentablemente, al parecer seguirá perteneciendo a nuestro cotidiano: la desaparición forzada. Esta es una historia que nos deja entrever algunas vertientes de lo que conlleva la búsqueda y cómo repercuten en las decisiones de los que buscan.
Si esto no fuera ya doloroso, pareciera que todo el tiempo están bajo una lupa social que les cuestiona por qué no hicieron esto o aquello, como si tuvieran cierto nivel de culpa. A veces (aunque uno no quiera) dependemos de aquello que desconfiamos, como la policía; la corrupción, su ineficacia y falta de empatía, son solo algunas de las razones que llevan a Sol, como a miles de familiares de personas desaparecidas en México, a buscar justicia por su propia mano. ¿De qué es capaz una madre para recuperar a su hijo? A todo ¿Existe un límite de qué es correcto y qué no? No hay una respuesta absoluta.

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Llegado el momento en que Sol toma la decisión de cómo conseguirá el dinero necesario para recuperar a su hijo; Claudia Sainte-Luce expone la pregunta ¿en qué momento se volvió más angustiante la desaparición de un animal que la de un humano? Y en cierto momento, se llega a sentir que ese es el foco central de la historia, se distancia de la búsqueda y de ahondar en el proceso interno de Sol.
Y más allá de encontrar una respuesta, me parece más importante resaltar ciertos puntos que se detonan con dicho cuestionamiento; la sociedad ha ido perdiendo sensibilidad y empatía con el sentir de las personas con las que convive, se opina desde lo individual y no desde lo colectivo, como si solo existiera una realidad. Vivimos en un país lleno de absurdos, en donde es más probable que un policía arreste a un vendedor ambulante que a un secuestrador. El camino de Sol nos reafirma que la clase social puede ser la diferencia entre si las autoridades van a continuar trabajando o se dará carpetazo.

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Para algunas personas puede llegar a ser repetitivo, agobiante o desalentador, ver que hoy en día en las diferentes ramas del arte haya un sin fin de propuestas que abordan la desaparición forzada; para mí es más agobiante lo que sucede en la realidad que en la ficción, esto es solo un reflejo del tamaño de la problemática, de la urgencia por denunciarlo y la necesidad de exigir una solución.
Esta es una realidad que nos acecha, la pasividad y el silencio, no son una opción. Tal vez una película no arreglará el problema pero, es una forma que ayuda a dimensionar y mostrar el infierno que viven miles de familias en nuestro país.

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