Por: Ana Fernanda Torres | @anafertorres
Llevo horas – días ya – intentando pensar en Bergman Island de manera elocuente y es con esta fragmento del libro Bluets (escrito por Maggie Nelson) que se me empiezan a aparecer las palabras en la mente:
239. But now you are talking as if love were a consolation. Simone Weil warned otherwise. “Love is not consolation,” she wrote. “It is light.”
Siempre me es difícil articular sobre las películas de Mia Hansen-løve, incluso siendo mi realizadora favorita, porque con lo que batallo para expresar es también lo que más me gusta de su cine – que te hace sentir. Y en Bergman Island, se siente todo.

La historia es simple: una pareja de cineastas viaja a la emblemática isla de Fårö para escribir sus respectivos nuevos proyectos. Pero a diferencia de la trama, las relaciones son complejas.
Tony (Tim Roth) y Chris (Vicky Krieps) son directores que comparten su vida pero no necesariamente comparten las mismas inquietudes ni su proceso creativo (¿Se puede compartir algo tan personal?). Para Tony, las ideas van fluyendo. Sin embargo, Chris, quien desde su llegada a la isla se encuentra en medio de una especie de malestar melancólico, se siente atorada.

Quizás esa melancolía proviene desde haber decidido ir a escribir a Fårö. La isla sueca es conocida por haber sido hogar y lugar de trabajo para Ingmar Bergman, desde que la conoció en 1961 por el rodaje de Through a Glass Darkly.
Ya estando ahí, Chris se cuestiona si su elección inherentemente carga su trabajo con expectativas. Al mismo tiempo, Fårö le causa conflicto con respecto a su admirado Bergman: ¿Por qué el cineasta decidió retratar el lado tormentoso y cruel de las personas en una isla hermosa, llena de árboles, con vista al mar? Parecería más bien ser un escenario perfecto para una película llena de esperanza, algo lejano a lo que caracteriza el cine del director.

A través de Chris, Mia Hansen-løve levanta otros cuestionamientos que trascienden la historia: ¿Como cineasta, qué es lo que decides filmar? ¿En dónde queda la coherencia entre el trabajo y la vida personal – el arte vs. El artista – de un director? ¿Cómo se encuentra el balance entre ser padre/madre y cineasta? ¿Se puede tener ambas?
La realizadora francesa se hace, y nos hace, estas preguntas que no necesariamente tienen respuestas, con la delicadeza característica de su cine; sin juicios, sin querer proponer conclusiones. Las pregunta en un espíritu de búsqueda y vulnerabilidad.
Mientras tanto, pasa el tiempo en Fårö. La película que está escribiendo Chris sigue siendo difícil para ella, sobre todo en ese estado de ambivalencia, pero mientras sigue su proceso, las líneas entre la realidad y la ficción se van borrando.
Ahí comienza el proceso creativo de Chris que inevitablemente habla del proceso creativo de la misma Hansen-løve mientras que Chris va descubriendo su propia película – cinta protagonizada a su vez por Amy (Mia Wasikowska) y Joseph (Anders Danielsen Lie) – una película dentro de la película que sucede en la película que vemos en el cine.
Un proceso que la protagonista de Bergman Island, Vicky Krieps, describe en una palabra alemana, “sehnsucht”: una profunda nostalgia por algo que aún no ha llegado.

Con esa profunda nostalgia también explora los procesos creativos y muestra que el cine es una profesión que tiene la particularidad de que cuando se trabaja desde la intimidad, el cineasta es también lo que crea.
Bergman Island es una oda a los recuerdos que nos forman y a la imaginación que los convierte en historias. Es la búsqueda de la voz artística que nos recuerda que la creación es un camino que no siempre es fácil de recorrer porque tiene muchas sombras. Pero Mia Hansen-løve nos recuerda, en las palabras de Bluets con las que empezamos que en crear desde el amor está la luz.

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