Por: Miriam Rubio |@miriamrubioo
El documental de Shevaun Mizrahi es un retrato íntimo de la vejez y la naturaleza del tiempo. Para su primer largometraje, la cineasta turca-americana regresa a la ciudad natal de su padre, Estambul, donde se instala en una casa de retiro para documentar la cotidianidad de la vida de sus habitantes.
Aquí el tiempo transcurre lentamente y los residentes realizan sus actividades sin prisa;
acomodan un cuadro que esta chueco, llenan un crucigrama, se pasean en el elevador o
contemplan por la ventana.
No nos dan sus nombres, todo lo que conocemos acerca de ellos es a través de conversaciones con la directora o de momentos personales captados cuidadosamente por la cámara, pero cada uno tiene una historia: Un fotógrafo, a quien su vista y mente deteriorada no lo detienen de seguir tomando fotos a sus compañeros; una mujer que sobrevivió el genocidio armenio, a quien el miedo todavía la persigue y pide que no se use su nombre real; un hombre que recuenta sus encuentros sexuales y más tarde le propone a la directora un matrimonio arreglado, argumentando que «necesita a alguien en su vida y su vida ahora esta vacía».

Hay momentos discretos de humor a lo largo del documental, pero sobresale la secuencia en la que dos amigos se pasean en el elevador, subiendo y bajando mientras se hacen preguntas existenciales, como si existen los aliens y si hay vida después de la muerte. «Lo descubriremos en el otro lado», contesta uno de ellos.
Además de cuidar que los encuadres fueran cercanos e íntimos, la también cinematógrafa, aisló los colores de las paredes en post-producción, dándole una cualidad sublime y de ensueño a la casa de retiro. Estas decisiones estéticas reflejan el trato que Mizrahi tiene con sus sujetos, uno de delicadeza y asombro. Ella los escucha y ellos comparten, sin filtro. En parte, esta confianza se debe a la relación que construyó la cineasta con ellos a lo largo de muchos años: cuando aún era estudiante, cada vez que viajaba a Turquía a visitar a su padre hacía voluntariado en la casa de retiro, a donde cargaba con su cámara y grababa a sus amigos.
Pero la directora tampoco se rehuye de mostrarnos las partes feas de envejecer. La sensación de una muerte inminente está presente a lo largo del documental, casi siempre de maneras muy sutiles. Aunque nunca es tan evidente como en la escena (¡de casi tres minutos de largo!) de un anciano tosiendo y hablando dormido en su lecho de muerte.
Mizrahi es más efectiva cuando contrapone las imágenes de serenidad y el silencio dentro de la casa de retiro, con imágenes y sonidos de lo que sucede alrededor de ésta, en un sitio de construcción donde el tiempo se mueve más rápido, los trabajadores son jóvenes y el futuro es prometedor.
*Una Constelación Distante* fue reconocida internacionalmente con el prestigioso premio de la crítica FIPRESCI en el Festival Internacional de Cine de Viena y fue nominada como Mejor Documental en los Premios Spirit Award del 2017.
Estará proyectándose en la Cineteca Nacional durante su quinta edición de Talento Emergente. No te la pierdas.