Por: Valentina Ramírez Gómez
Esta es nuestra tercera entrada dedicada a las películas que tuvimos oportunidad de ver en el Festival Internacional de Cine de Morelia. El viernes 17 de octubre se dieron a conocer los ganadores de las distintas categorías que premia el festival y algunas de las películas que hemos reseñado aquí y en otras secciones de nuestra cobertura estuvieron entre las seleccionadas. Este año la curaduría del festival ha sido diversa, con algunas óperas primas, algo de cine independiente y de autor, además de grandes estrenos internacionales, y ha sido una excelente oportunidad para conocer películas nuevas de contextos poco comunes. A veces aparecen temas en común, hilos, encuentros y ecos entre distintos films. En este caso, los temas de las familias, las cronologías de vida, y la búsqueda de identidad como mujeres rodeadas por un mundo complejo se hicieron presentes. Aquí vamos a hablar sobre algunas de estas historias.
Vainilla
Ganadora del Premio del Público a Largometraje de Ficción, la ópera prima de Mayra Hermosillo muestra la historia de 7 mujeres de distintas generaciones que conviven entre sí en sus roles de abuelas, madres, tías, primas e hijas, intercambiando vivencias, emociones y cuidados. Atraviesan un momento de crisis económica donde están a punto de perder su casa familiar. Las dinámicas de esta familia son presentadas principalmente a través de la mirada de Roberta, la integrante más pequeña de esta familia de mujeres y cómo, desde su ingenuidad, comprende el mundo de las adultas. Inspirada en las experiencias de vida de su directora, la película vino en 2024 a Impulso Morelia y un año después nos conmovió con varios temas con los que el público mexicano puede empatizar, como las dificultades de la crianza cuando se es madre soltera, la fuerza de los lazos familiares entre mujeres, y un melancólico retrato de los 80s que hace que la película parezca la fotografía de un recuerdo que todas tuvimos pero no recordábamos.
Además, la película tiene una linda sincronía con Little Miss Sunshine, pero a la mexicana y con una canción de Gloria Trevi, y aunque amé la escena no puedo evitar preguntarme por los cambios por los que ha pasado nuestra percepción de música y artistas que nos evocaban al empoderamiento en los 80s pero que se han envuelto en escándalos en la actualidad. Sin embargo, este pequeño recelo no cancela la calidad narrativa de la película y la fuerza en pantalla de todas sus actrices.
También puedes leer la reseña de Daniela Amores aquí:

The President’s Cake
Este año tuvimos oportunidad de ver varias películas de cine de medio oriente en el festival, dentro de las cuales está El pastel del presidente, una película de Hasan Hadi sobre Lamia, una niña de nueve años que vive en Irak durante el régimen de Saddam Hussein y que, como parte de las prácticas propagandísticas del gobierno, es encomendada a llevar un pastel al convivio de su escuela para celebrar el cumpleaños del presidente. Sin embargo, esta época en Irak estaba marcada por diversas crisis: militares, sociales, económicas, etc., y algo aparentemente tan simple como un pastel resulta un gasto casi imposible para la familia de Lamia. En un viaje a la ciudad hecho supuestamente para conseguir ingredientes, Lamia explora distintos rincones del Irak entre los 80s y 90s. La película logra balancear la mirada ingenua y espontánea de su protagonista con una exploración profunda y compleja de la cultura, de manera que es al mismo tiempo caprichosa y juguetona, pero sin obviar aspectos oscuros, difíciles y trágicos de la época. En momentos, la película se siente como una aventura juvenil, similar a esas películas del hollywood ochentero que recordamos con tanta nostalgia; pero a diferencia de ellas, esta no se detiene en la línea entre la fantasía infantil y la realidad adulta. Sin embargo, Lamia nunca atraviesa por completo esa frontera, y hasta cierto punto es protegida por la suerte, por sus seres queridos y por los pocos buenos adultos que aún hay en el mundo, y la complejidad social se presenta como un telón de fondo que ella alcanza a rozar.

Hiedra
La nueva película de Ana Cristina Barragán y producida por Karla Souza es una coproducción entre Ecuador, México, España y Francia. Destaca principalmente su dirección y su estilo fuertemente íntimo, algo abstracto, e incluso claustrofóbico, donde los close ups dominan la pantalla a tal grado que a veces llegamos a perder el sentido del espacio, convirtiendo una historia relativamente sencilla en un experimento cinematográfico interesante y creativo. Quizás algunos aspectos de esta experimentación pueden llegar a alentar el ritmo de la película, pero vale la pena por sus texturas y formas cargadas de emoción.
Hiedra trata sobre un grupo de adolescentes que están a punto de cumplir la mayoría de edad, por lo que deberán abandonar el orfanato donde se han criado. La película explora las ambigüedades de la edad y la madurez, pues a pesar de lo que su edad cronológica indique, los y las adolescentes del orfanato oscilan entre juegos infantiles, exploraciones de su sexualidad, y momentos de seriedad cargados por la responsabilidad de su autonomía. A esto se suma el personaje de Azucena, una muchacha que aparentemente es de la misma edad que los demás, pero que viene de fuera y tiene un nivel socioeconómico más acomodado. Se integra a los juegos infantiles de los demás, como si también le hiciera falta ser una niña. Aunque la película se ha promocionado con sinopsis que “spoilean” su mayor giro, creo que vale la pena dejarse sorprender por la revelación del pasado de Azucena, un elemento que complejiza las relaciones entre los muchachos y que nos invita a reflexionar sobre la maternidad y las familias que se eligen.

Chronology of Water
Uno de los estrenos internacionales más comentados de este año es la ópera prima de la actriz Kristen Stewart, una adaptación del libro autobiográfico de Lidia Yuknavitch. El estilo onírico de la película hace un uso poético de los saltos en el tiempo, donde a veces rompen con la continuidad de la escena de la misma manera en que lo haría un sueño, y otras parecen construir diálogos entre escenas a través del tiempo. Es un estilo narrativo muy potente al tratarse de una historia basada en los recuerdos y la reflexión en torno a la propia historia de vida de su protagonista: una nadadora que se convierte en escritora, y que le da sentido a sus recuerdos a través de la narrativa.
La película logra transmitir la sensación que tenemos cuando rememoramos algo, sí hay un recuento cronológico, pero también hay fantasmas, apariciones y sensaciones que no terminan de contarse. Algunos recuerdos traumáticos quedan aludidos, pero su omisión no parece quitarles peso, sino hacer una analogía de la poca memoria que le dedicamos a lo que nos causa dolor. En cambio, hay momentos aparentemente intrascendentes, capturados casi con lujo de detalle, igual que cuando nuestra mente se ancla en algo que quizás no sea importante más que para una misma. Quizás podríamos contar la historia de vida de Lidia en una sencilla página de CV, pero la forma en que la película narra su historia hace énfasis en cómo una vida es mucho más que sucesos ordenados nítidamente. La voz poética y autorreflexiva de la narradora es inevitable, siendo la historia de una escritora que tiene que narrarse a sí misma para hallarle sentido a su vida. A lo largo de la película, la búsqueda por la identidad que hace su protagonista nos lleva a la natación, a los dramas familiares, a una exploración explícita y profunda de la sexualidad, y al arte como dador de sentido.
Puedes leer la reseña de Adriana G. aquí:









Debe estar conectado para enviar un comentario.