Por: Natalia Albin | @_nataliaalbin
Normalmente, cuando vemos a una mujer en una jaula de oro, no ha sido puesta ahí por su propia mano. A menos que sea Hedda Gabler. En la adaptación de Nia DaCosta de la obra de Henrik Ibsen, saca a Hedda y a todos sus personajes de un cuarto en 1890 y los lleva a una mansión en 1950, para adentrarnos en un mundo de amores, desamores y dramas hasta la muerte.

La locación y el año no son los únicos cambios drásticos de DaCosta, quien se reúne con Tessa Thompson después de Little Woods (2018), al transformar a Hedda en una mujer negra y abiertamente bisexual (prácticament). Su amante y objeto de mayores locuras, Eilert Lovborg, se convierte en Eileen Lovborg, interpretada por una hipnotizante Nina Hoss. No es fácil actuar como la mujer por la que otras mujeres pierden la cabeza, pero Hoss lo hace totalmente creíble.

En un matrimonio al que entra por conveniencia con el incrédulo George (Tom Bateman), Hedda está por ser anfitriona de una gran fiesta en su mansión que, queda claro casi de inmediato, no les alcanza tener. Cuando George insiste en que debe ser una fiesta muy sofisticada para asegurarle un trabajo que pague la hipoteca que los ahoga, sabemos que la fiesta será todo menos sofisticada. Y no únicamente porque la película abre con una interrogación policiaca.

Entra la amante del viejo amor de Hedda: Thea Clifton (Imogen Poots, en su tercer papel importante del año tras All of You y The Chronology of Water), una inocente criatura que queda atrapada en el tornado de Hedda cuando esta la obliga a quedarse en la fiesta. Poco después llega Eileen, volteando el mundo de Hedda patas arriba. No sólo por su presencia como vieja obsesión, sino también porque compite por el mismo puesto que George. Y Hedda, que no concibe el mundo sin juegos de poder (y quizá, honestamente, tiene razón), sabe que uno tiene que morir — figurativamente… creemos — para que el otro gane. Y ella ya apostó por su caballo cuando se casó con él.

George, no muy entusiasmado, ve venir el desastre y aun así hace lo posible por evitarlo. Entre sus amantes, su obsesión por Eileen, su odio por Thea y su necesidad de causar caos en su ascenso por la escalera de las altas sociedades, la jaula de oro de Hedda se convierte en una trampa lista para aplastarla en cualquier momento.

No hay respiro en la tensión de la narrativa. Aunque parecería que hay intentos de darnos un aliento de profundidad en conversaciones importantes, siempre está demasiado cerca , literal y figurativamente, una pistola lista para disparar. Si a veces la película se siente como un drama demasiado exaltado, no importa tanto cuando la estamos pasando tan bien por sólo una noche. Quizá es exactamente lo que estarían pensando todos los invitados de Hedda Gabler.
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Natalia Albin
Es una escritora y emprendedora mexicana viviendo en Londres. Sus escritos generalmente examinan las conexiones entre justicia social, inmigración y feminismos con cine, arte y cultura.









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