Por: Begoña Iturribarría | @Begostereo
En la cocina de una casa moderna, dos niños observan a su padre, Andy Goodrich (Michael Keaton), que busca con ansiedad los ingredientes para preparar el único platillo que dice ser su especialidad: pasta con queso.

Los niños, de unos nueve años de edad, comienzan a desesperarse al notar a su padre perdido en la cocina, hasta que finalmente la pequeña pregunta “¿A qué hora regresa mamá?”. lo que da el indicio de que se trata de un padre que no suele cocinarles y, en el fondo, intenta sobrellevar la ausencia de la madre.
Al final se rinde y recurre a la fórmula clásica de padres contemporáneos ante el fracaso en la cocina pidiendo comida a domicilio, no sin antes hablarle a la niñera para pedirle ayuda en los próximos días. Sin embargo, la chica joven, inexperta y con un aire ligeramente antipático, le dice que no puede cuidarlos por tanto tiempo.
Tras ser abandonado por su esposa, quien lo deja por entrar a un programa de rehabilitación, y el endeudamiento de la galería de arte que ha dirigido durante años, Andy se ve obligado a pedir ayuda a su hija mayor, Grace (Mila Kunis), quien está a punto de convertirse en madre por primera vez. Lo que comienza como un acto de necesidad pronto se transforma en una oportunidad para reconectar con ella desde una paternidad más consciente, aprendiendo a estar presente mientras la acompaña en su embarazo.

En este proceso, Goodrich intenta equilibrar su vida entre las rutinas domésticas —llevar a sus hijos a la escuela, prepararles el almuerzo, jugar con ellos, hacer la cena y llevarlos a dormir— y el esfuerzo por rescatar la galería de arte antes de la quiebra.
Escrita y dirigida por Hallie Meyers-Shyer, Padre del Año presenta una interpretación destacada de Michael Keaton, quien equilibra la seriedad del personaje con una simpatía natural. Su actuación transmite con carisma y sobriedad la vulnerabilidad de un padre que intenta redimirse, logrando conectar emocionalmente con el espectador.

El arco dramático de ambos personajes los hace cercanos. Por un lado Andy resulta ser un padre inexperto, pero dispuesto a aprender, cambiar y reconstruirse. Por su parte, Grace es la voz que impulsa ese cambio, invitando a su padre a mirar la vida con honestidad.
Su relación se convierte en el eje emocional de la película y en ella se nos invita a ver un reencuentro entre dos personas que, más allá del parentesco, muestra cómo se reconocen como adultos atravesados por sus propias carencias. Es ese punto de cruce, cuando la adultez de los hijos coincide con el principio de la vejez de los padres, donde surge un diálogo más sincero, uno que despoja al vínculo de jerarquías y lo convierte en un encuentro genuino entre iguales.

En El padre del Año se pone en perspectiva la complejidad del vínculo entre una hija y su padre: una figura que en la infancia representa el primer modelo de lo masculino y, con el tiempo, también el espejo de lo que se busca, o se evita. A través de su convivencia, la película aborda cómo los patrones emocionales heredados influyen en la manera en que ambos enfrentan el amor, la confianza y la vulnerabilidad.
En ese proceso, Andy aprende a reconciliarse con sus errores del pasado, mientras Grace descubre que el perdón también puede ser una forma de amor. Juntos logran reconstruir una relación que había quedado suspendida entre la ausencia y el reproche, transformándola en un vínculo más honesto, imperfecto y profundamente humano. El cierre de su galería simboliza el fin de una etapa, pero el nacimiento del hijo de Grace representa la llegada de Andy a su nueva faceta como abuelo. Este momento, y como el tercer acto de la historia, simboliza una segunda oportunidad para ambos, marcada por la comprensión y el reencuentro.

En cuanto a los elementos visuales, destaca el trabajo de fotografía de Jamie Ramsay, quien logra potenciar cada escena y darle una intimidad emocional sin recurrir al dramatismo excesivo ni al sentimentalismo fácil. La luz y los encuadres acompañan la evolución de los personajes, subrayando los silencios, las miradas y las distancias que se acortan a lo largo de la historia.
Gracias a ese equilibrio visual y al ritmo pausado pero constante, El Padre del Año se posiciona dentro de las comedias familiares que invitan a la reflexión. Es una película que, más allá del humor o la nostalgia, propone mirar con ternura y madurez el valor de las relaciones entre padres e hijas y los nuevos encuentros con nuestros padres a lo largo de nuestra vida.
Stills: Diamond Films









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