Por: Valentina Ramírez Gómez | @val_filomata
Chicharras es una película curiosa. Un ejercicio de ficción que logra un naturalismo tan auténtico que muchas veces se confunde con un documental. El film de Luna Morán forma parte de la Sección Oficial del Festival de Cine de Morelia, y narra cómo el pueblo de San Pablo Begu se enfrenta a la decisión de aceptar o no la construcción de una nueva carretera que atravesará su comunidad. Para poder proceder, la propuesta es dialogada por los miembros de la localidad, tanto en ambientes oficiales como en los hogares, en las reuniones informales que se dan en las mismas calles del pueblo o en las fiestas y bares.
La película fue producida en la comunidad de Guelatao, Oaxaca, y se trata de un proyecto de cine comunitario donde las realizadoras estuvieron en constante comunicación con los ciudadanos de la localidad. Mientras que la narración es una obra de ficción, el film retrata las preocupaciones reales ligadas a la defensa del territorio, la autonomía, la relación entre viejos y jóvenes, y los pequeños momentos de intimidad que se dan entre las personas. El pueblo ficticio de San Pablo Begu funciona más como un espejo que refleja la realidad de la comunidad, que como una ventana donde mirar desde afuera. La producción incluyó a cerca de 120 actores, de los cuales muchos era su primera filmación.
La cinta se desarrolla principalmente en las conversaciones que los ciudadanos tienen entre sí tratando de llegar a un consenso sobre la construcción de la nueva carretera. En estas escenas la cámara se desvanece pues la naturalidad con la que los personajes hablan hace que parezca que realmente están solos, pasando tiempo con sus amigos, con sus compañeros de trabajo, o sus familias. No se siente la incomodidad de los testimonios etnográficos que algunos documentales llegan a tener cuando las personas en cámara se sienten invadidas por una mirada externa, pero tampoco se sienten como personajes de ficción que empezaron a existir en el momento en que la directora gritó “acción”, sino como personas reales que estaban ahí mucho antes de que se iniciara el rodaje, y que seguirán ahí mucho después de que rolen los créditos.
La fotografía colorida y el uso de música, además de la incorporación de elementos de montaje un poco más experimentales como la introducción de algunas tomas hechas en film de la naturaleza que rodea el poblado le dan dinamismo a la película. Se trata de un proyecto comprometido con la realidad que retrata, de manera que la ficción es utilizada para potencializar las reflexiones y diálogos que la película nos invita a hacer.
Valentina Ramírez Gómez
En los últimos años he probado un poco de todo. Pasé de estar estudiando animación digital a ser bailarina de bellydance a periodista. Ahora estudio historia del arte, porque lo único que tienen en común todos mis intereses es que nunca se alejan de la estética, el arte y la belleza.
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